PRÓLOGO.

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— ¿Lista? —preguntó él una vez que apagó el motor del coche, colocándose su respirador inalámbrico último modelo.

La chica saltó ante la repentina voz. Había estado tan concentrada repasando el plan una y otra vez mentalmente, que casi se había aislado de todo a su alrededor.

Se giró para mirarle, y asintió con seguridad, subiéndose su propio respirador y ajustándose el arma de repuesto que llevaba en la parte trasera de su cinturón.

"Hagámoslo" había dicho él meses atrás, tirado en la cama junto a ella, cuando la joven le había confiado el loco pero inteligente plan que llevaba bastante tiempo rondando su mente. Ella se había levantado de un salto, solo cubierta por la camiseta de su amante, y no había tardado más de dos minutos en encontrar su teléfono y llamar a su hermano para fijar el plan con él.

— Vamos a darles caña a esos idiotas —habló la chica por fin, sacándole a él una ronca risa.

Con determinación, las manos del muchacho viajaron a su barbilla, y la atrajo hacia él, bajando sus respiradores el tiempo justo como para plantarle el que bien podría ser su último beso.

— Demuéstrales quién manda. Yo iré por atrás. Si pasa cualquier cosa, los comunicadores están activados. Estaremos en contacto —dijo sin más, antes de apearse del vehículo sin mirar atrás.

Entre ellos, todo era así. Fugaz, pasional, ardiente. Eran poco más que adolescentes forzados a crecer demasiado rápido. Creían que tenían todo el tiempo del mundo. Creían mal.

La muchacha tardó poco tiempo en cerrar de un portazo y quitar el seguro de su escopeta.

Hizo su entrada triunfal, llamando la atención como nunca antes lo había hecho. Acaparó el miedo de los presentes, sus atenciones y la seguridad que enviaban, haciendo que dejaran la parte posterior del edificio desprotegida.

Se las apañó para sobrevivir a ataques ajenos. Era ágil. Muy ágil. Y tenía una puntería espléndida.

— Nena, tenemos los planos —escuchó la voz de su chico a través del comunicador.

— Ocupada —gruñó ella, escondiéndose a la vuelta de la esquina para evitar los disparos—. Son más de lo que preveíamos.

— Ve con ella —escuchó ahora la voz de su hermano—. Yo despejo esta zona.

Él no se lo pensó dos veces. Corrió en su búsqueda. Bien podría haber huido teniendo en cuenta lo fea que se estaba volviendo la situación, pero le parecía un mejor futuro morir ahí que vivir lamentándose.

Juntos, el trabajo era más fácil. Siempre lo había sido. Desde que compartieron su primera misión, se entendieron a la perfección. Parecían dos partes de una misma persona. Estaban completamente coordinados, en todos los aspectos.

Pero no contaban con el hecho de que "ellos" los querían vivos, y no muertos. Eran demasiado jóvenes e impulsivos. Había muchas lagunas en su plan que ni siquiera habían notado. Hasta ese momento. Pero, para entonces, ya era tarde.

Un último disparo cruzó el aire. Sin saber ni cómo ni cuándo, ella había acabado en el suelo. Abrió los ojos sin ser consciente de que los había tenido cerrados, y se vio a sí misma buscando una fuente de dolor.

No la encontró, pero sí que vio sangre. No era suya. Él estaba encima de ella, protegiéndola con su cuerpo. Sangraba. Le habían dado.

— Vete —le pidió.

— Sabes que no me voy sin ti —replicó ella, en un tono que no admitía réplicas.

— Por favor —rogó. Él nunca rogaba. Tampoco pedía las cosas "por favor"—. Sabes que no puedo irme —susurró para terminar.

Ella guardó silencio unos segundos, mirando a los claros ojos ajenos con un semblante que reflejaba completa seriedad.

— Tapón —llamó por el auricular a su mellizo—. Vete. Ya.

— ¿Qué? —preguntó el aludido com confusión— ¿Qué narices ha pasado, Niylah?

— Enzo está herido —dijo, y antes de que su hermano replicara, cosa que éste iba a hacer, añadió algo—. Enserio, necesitamos esos planos fuera de aquí, sí o sí. Eres nuestra única esperanza. No voy a dejar que te niegues, dependemos de ti.

Un largo suspiro a través del comunicador la informó de que había ganado la discusión.

— Te quiero, Ny.

— Te quiero, tapón —masculló, sintiendo que un nudo comenzaba a formarse en su garganta.

Se sacó el comunicador, y recogió también el del joven antes de pisotearlos para que no pudieran usarlos ni rastrearlos. Luego, enredó sus dedos en el cabello de Enzo, apartándoselo de la frente y calmándole con una de sus sonrisas. Este subió como pudo una de sus manos a la mejilla de ella para acariciarla.

Ambos eran conscientes de que estaban rodeados, de que no tenían escapatoria. Estaban asustados. No sabían qué iban a hacerles, pero los planos estaban fuera. La parte importante del plan había salido a la perfección.

Escuadrón de Élite.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora