Es Nuestra Cortesía

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Un año y dos meses. Un año y dos meses la sociedad llevaba encerrada en sus respectivas casas. El virus que se había manifestado hacía casi dieciocho meses se había intensificado y los pacientes en la fase 2 habían dejado de responder a las vacunas y los antibióticos, los cuales habían podido contrarrestar los efectos de esta cosa que los "infectados" tenían dentro.

Gracias al gobernador del pequeño pueblo en el que habíamos estado viviendo desde el principio de la cuarentena, todas las semanas hacían un comunicado sobre los nuevos síntomas o avances de la investigación sobre el virus. Hacía semanas que no había ningún comunicado y la gente ya había empezado a decir que había algo más que pasaba y no nos querían decir por el simple hecho de que no se provoque una revuelta a lo largo del país. El gobierno aseguraba que nos informaban completamente todo lo descubierto del virus, pero toda la nación decía que no era verdad.

De los ausentes comunicados se sabía que el virus tenía una serie de fases.

Fase 1: Afectaba el sistema digestivo, provocando la diarrea por dos semanas. Las personas que primero habían sido contagiadas no tenían idea del daño que el virus les provocaría. Ni se habían molestado en ir al hospital, confiando que solo era una comida mal cocinada o algo por el estilo.

Fase 2: Una vez que la primera terminaba, el virus provocaba la total imposibilidad de digerir algo. Los "contagiados" carecían de hambre y la comida no era procesada por el cuerpo. No debían ir al baño y tampoco veían la necesidad de comer.

Fase 3: Por último, afectaba el cerebro. Lo atacaba y lo cambia de una forma a la que no se sabía cómo llamarlo. El cerebro se hacía líquido, dejando una pasta de sesos por el cráneo y un buen hueco. La persona seguía estando viva y con la habilidad de moverse, no le afectaba para nada no tener un cerebro. El cuerpo seguía su curso.

Fase 4: Una vez que la fase anterior terminaba, la persona volvía a la normalidad, sin recuerdo alguno de qué había pasado después de haber sido infectado. Lo último que llegaban a recordar era el principio de la fase uno, sólo los primeros tres días. Luego de eso, los recuerdos del resto de esa fase junto a los de las siguientes dos eran nulos.

A medida que las fases pasaban, muchos morían. Gran cantidad de "contagiados" no se adaptaban a las condiciones de la fase dos en su totalidad, haciendo que mueran de hambre o por diversas razones. Las personas que habían sobrevivido las cuatro primeras fases eran mantenidas en hospitales especiales para estudiarlos y descifrar la siguiente.

La quinta.

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—El presidente está en la televisión dando un comunicado — mi madre llamó desde la cocina, la voz mostrando preocupación y esperanza.

Hacía tiempo que no había uno, en especial con el presidente en él. Algo debía de haber pasado para que aparezca alguien así de importante en algo que desapareció hace unos meses.

Bajé las escaleras y entré en la cocina. Mis padres estaban sentados en la mesa, escuchando lo que decía el hombre a cargo de la nación. Mi hermano mayor, apoyado contra un mueble detrás de ellos, hizo un ademán con la mano para que me acerque. Caminé con sigilo, haciendo todo lo posible por hacer silencio, y me apoyé a su lado.

—¿Qué dijo hasta ahora?

—Las personas que pasaron a la fase cuatro han sido liberadas.

Mi madre nos calló con un sonido, volviendo su atención a la televisión.

—¿Liberadas? — mi hermano me miró emocionado. Amigos suyos habían sido llevados a estos centros de estudio, esos "hospitales" — ¿Los mantendrán vigilados?

Se encogió de hombros, solo para dar paso a lo que el presidente dijo después:

No hemos encontrado nada malo con los pacientes. Sospechamos que ésta fue la última fase y que al final de este virus, todos volverán a la normalidad a excepción de un episodio de amnesia y una extraña pero inofensiva condición del cerebro. Después de haber estado encuarentenados y estudiados por cinco meses, los previamente infectados volverán a sus hogares con sus familias y pronto a sus vidas normales junto al resto de la sociedad.

Siguió hablando de cosas irrelevantes por un buen rato hasta que el comunicado terminó. La cocina se fundió en silencio tan pronto mi padre apagó el televisor. ¿Significaba que ya podíamos empezar a hacer lo que habíamos venido a hacer?

—Preparen todo — mi madre habló por lo bajo, cuidando que solo escucháramos nosotros —. Hay que tener el hogar presentable para las visitas.

Cada uno fue a su cuarto. Ordenamos todo y sacamos la ropa que usaríamos. Al cabo de una hora, la puerta sonó.

Alguien estaba afuera.

Bajé las escaleras y me acerqué a la puerta con cuidado, se suponía que lo que estábamos haciendo no estaba permitido. Mi familia ya estaba detrás mío, cada uno con sus respectivas prendas y algunos conjuntos de más sobre los sillones para los invitados. Tomé la manija y la giré.

Eran ellos.

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La noche nos rodeaba. La niebla envolvía cada parte de mí y de mi familia, nuestros amigos no estaban muy lejos nuestro.

Una pequeña caminata para encontrar hogares en los que nuestros amigos serían acogidos no sonaba muy mal. Habían pedido una cabaña en el medio del bosque, nada muy raro en este lugar, pero sí para nosotros. En casa, raramente podíamos movernos con esta libertad, sin el constante roce de los otros en nuestras extremidades.

Era hermoso este lugar.

A lo lejos una cabaña iluminaba la noche, anunciando su presencia. Se veía acogedora, caliente y las personas en el porche se veían en buen estado, jóvenes y bellos.

Mi hermano y yo nos acercamos hasta llegar a la línea de árboles frente a la casa. La mujer levantó la vista y tomó del brazo al hombre que se encontraba a su lado.

Sí, sabía que esa iba a ser su reacción al vernos.

Nos acercamos más hasta quedar unos metros frente a ellos. Sentí como una de mis manos se estiraba detrás de mi espalda.

Mi hermano rio con una perversa y pícara sonrisa. Él sabía que estaba haciendo.

Los dos se quedaron inmóviles por un buen rato, esperando a que hagamos algo. Pero no sabían que ya lo estaba haciendo.

Antes de que el hombre lo supiera, cayó al suelo rendido ante el agarre de mi mano. La mujer, horrorizada, gritó y quiso ayudarlo.

Mala idea.

Mi hermano la tomó del cuello y la atrajo hacia sí con fuerza, ya sin paciencia gracias a la resistencia de los dos.

—¡Déjenla ir! ¡Por favor! — gritó el humano inconsciente de qué fue lo que lo derribó.

Mi hermano y yo intercambiamos una mirada, concordando.

—Entonces ella irá primero — comunicó mi hermano, satisfecho —. Es un alivio una vez que esto está hecho.

La humana nos miró confundida ante lo dicho, todavía seguía horrorizada ante el hecho de que mi brazo era más largo de lo que debería ser.

—Créeme. Podemos ser un virus, pero esto — dije lentamente —, todo esto — nos señalé a ambos y llegó a ellos —, es bueno.

El humano luchó por liberarse de mi agarre, pero era inútil.

—Es nuestra cortesía.

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