POV Nicolás

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-Como extra os dejo parte de los pensamientos de Nicolás-

Un buen estratega no podía depender de un único plan. Nicolás von Wittelsbach había grabado a fuego esa frase durante toda su vida y se había proclamado siempre el vencedor gracias a ella. Por eso, para alcanzar sus metas siempre trazaba varios caminos para llegar hasta ellas. ¿Qué estúpido se jugaría su futuro en una única carta? 

No mantenía ningún tipo de relación sentimental con Tatiana. Eso era imposible, tanto por parte de la princesa como por su parte. Simplemente, entre ellos no se había establecido ese tipo de conexión. Estaban aliados con el único fin de vencer al zar, Alejandro I. Y, en su caso particular, con el fin de ostentar el poder en Rusia y Prusia. 

Tatiana quería matar a su padre para liberarse de su yugo y para vengarse por todas las atrocidades cometidas. La princesa amaba a Alejandro I genuinamente, pero era demasiado doloroso para ella ver en qué se había convertido. Para Tanya era imperdonable que hubiera intentado matar a Anastasia y tampoco podía perdonarlo para obligarla a casarse con Klaus con el objetivo de matarlo. Bien, iba a cumplir sus órdenes, como siempre. Pero esa vez por otro motivo que iba más allá del miedo y de la sumisión. Tatiana estaba cansada de las intrigas y de las muertes, solo quería ser libre. Y vivir una vida tranquila. ¿Era mucho pedir?

Tatiana era una de las puerta al trono ruso para Nicolás. Con ella se aseguraba de que su hermano no se casara con otra mujer que pudiera ofrecerle un heredero y desbancarlo a él en la línea de sucesión. Si ella mataba a Klaus a tiempo, renunciaría al gobierno y se lo ofrecería a él que, por otro lado, sería muy bien recibido en la corte prusiana por razones obvias. A cambio, solo tenía que darle a la princesa lo que tanto anhelaba: la muerte del zar. 

Lo que Tatiana ignoraba por completo era que cuando llegara dicho momento, no la desposaría  con el objetivo de ser el emperador consorte. Sino que presentaría al hijo heredero de Ekaterina como el legítimo sucesor (por ser varón) y se proclamaría como su tutor y, por ende, como emperador hasta que el joven tuviera la edad suficiente de reinar. Que, para ese entonces, podían pasar muchas cosas a su favor. De esa forma, gobernaría solo y de forma independiente. Sin dar explicaciones ni rendir cuentas a nadie. Por fin, de una vez por todas, ejercería el dominio absoluto sobre un vasto imperio. 

Se visualizaba a sí mismo como el emperador de Todas las Rusias, rey de Prusia y rey de Polonia. Sometería con mano dura a los reformistas e iniciaría una nueva era en la que los von Witelsbach derrocarían a los Románov para siempre. La dinastía Románov desaparecería.

Sin embargo, ante sus maravillosos planes se cernía una sombra amenazante y con la que no había contado al principio: la hija menor del zar, Anástasia Románova. Aquella joven que había sido criada en un convento y que, teóricamente, tendría que haber muerto en su boda con Mijail Speránski, se había convertido en su peor pesadilla.

 Anastasia no solo le hacía la competencia en el tablero, sino que se había vuelto en su mayor obsesión. Desde que la había besado, quería hacerla suya. Lo necesitaba, necesitaba devorarla para saciar su instinto de depredador y así olvidarse de ella de una vez por todas. Pero sabía que el pequeño zorro no se metería en su lecho fácilmente.

 ¿Sería virgen? Se rumoreaba que no. Sobre todo las mujeres más envidiosas habían empezado a apodarla "la hechicera" en lugar de "la piadosa". Eran tantos y tantos los hombres que caían rendidos a sus pies que las malas lenguas aseguraban que les ofrecía algo más que una sonrisa para vapulearlos a su antojo. Nunca le había importado yacer con mujeres faltas de pureza, pero le daba cierta rabia que Anastasia no estuviera intacta. Le hubiera gustado saborearla él primero...¿Estaría Damien Obolenski con ella? El líder de los revolucionarios era su mayor aliado en la corte, sabía que la informaba de todo cuanto hablaban en el consejo y el maldito rufián siempre votaba en favor de ella. ¡Parecía enamorado! ¡Patético! A su edad...enamorado de una niña caprichosa y lujuriosa. 

Pensándolo bien, no sería nada desaprovechoso imitar a Damien y seducir a la zarevna Anastasia para sus propios fines tal y como había hecho con Ekaterina y con Tatiana, aunque con esta última no hubiera compartido jamás el lecho. Las fichas se movían rápido, y quizás el zorro se posicionara en una posición aventajada de la que él podría aprovecharse en el futuro. Claro, siempre y cuando él se lo permitiera. Pero no era estúpido. Enamorar a Anastasia era prácticamente imposible, esa mujer actuaba de forma independiente, en solitario. 

Como él. Muy similar a él. Quizás demasiado...

¿O solo estaba buscando excusas para acercarse a ella? ¿Sería una excusa válida pensar que podía usarla en el futuro si la seducía? ¿O solo se estaba engañando a sí mismo? 

Fuera como fuera, sabía que algún día debería terminar con ella. No era un hombre de compartir nada y mucho menos la propiedad de un territorio. 

Por primera vez en su vida se sintió ligeramente incómodo con la idea de liquidar a un enemigo. Anastasia era tan única... que el mundo se quedaría muy vacío sin ella. Se había acostumbrado a su astuta presencia, a sus conversaciones inteligentes y a sus jugadas. Era magnífica, pero no era mejor que él. Y su ambición era superior a cualquier sentimiento. 

Con esos pensamientos llegó a la celda de Ekaterina, había pasado prácticamente un mes desde que la visitaba para engendrar un heredero. Y pronto se celebraría el juicio en el que, si todo salía según lo previsto, se anunciaría su embarazo. Esa era su arma secreta, la que nadie conocía ni podía conocer. 

—Nicolás —musitó la araña al verlo, desesperada—. No soporto estar más tiempo aquí. Necesito salir. 

—Paciencia, querida. En unos días se celebrará tu juicio. Para ese entonces, serás liberada —mintió descaradamente. 

 

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El nacimiento de la emperatriz. Dinastía Románov I.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora