Despedida

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Recorre con paso tembloroso los pasillos y la duda de si volver hacia atrás le asalta durante varios segundos.

Desde hace unos días ha sentido la imperiosa necesidad de ir hasta allí. Ahora realmente no sabe si es la mejor idea o un burdo intento de demostrarse a sí misma que el dolor ya no pesa tanto.

Pero cada paso duele y los recuerdos acechan haciendo que en cierto momento tenga que detenerse para recordar dónde está.

Además tiene calor. O hace calor. Y cada vez le cuesta más respirar, no sabe si porque la tripa cada vez le aprieta más el diafragma o por está a punto de tener un ataque de ansiedad y está sola.

O no, porque intuye una silueta al final del pasillo, justo donde su madre le ha indicado que está la parte de su vida que quedó enterrada bajo tierra pero no en su memoria.

Por un segundo habría jurado que era Dani y que cada una de sus sonrisas eternas habría sanado hasta el corte más profundo.

Pero no es Dani. No puede serlo, niega con la cabeza. Dani, o al menos su cuerpo, descansa junto al de su hijo a sus pies.

Álex se gira al oír pasos detrás. No sabe qué es lo que más le sorprende, si encontrarla allí, si que esté embarazada de cinco meses y medio o que de repente su mirada y llanto lastimero le destroce el alma en mil añicos y ojalá fuera por cualquier tontería que les preocupaba a los 13 años.

Álex le acaricia la mejilla llevándose alguna lágrima por delante y sonríe débilmente antes de abrazarla.

-Nunca...no había estado aquí aún.

-No están aquí, pero me gusta creer que cuando vengo estoy poco más cerca de ellos-explica Álex encogiéndose de hombros-¿Cómo estás? Enhorabuena, por cierto. Veo que han pasado muchas cosas desde la última vez que nos vimos.

-¿Te acuerdas cuando nos encontramos en el supermercado?

-Sí-sonríe débilmente al recordar su encuentro-¿Es suyo? Fue el que te buscaba desesperado esa noche que me llamó Miriam , ¿no?

-Y menos mal que lo hizo. No sé cómo habría acabado sino. Necesitaba venir porque pensé que sentiría que cerraba algo, pero siento como si hubiera metido el dedo en la heridas y las hubiera abierto más-dice perdiendo la mirada en la lápida.

En realidad sí sabe como habría acabado. Lo que no sabe es si la hubieran encontrado a tiempo o no de salvarle la vida.

Cuando echa la vista atrás no se reconoce. Todo ese vacío que le asfixiaba ha ido desapareciendo acabando por ser tan solo un eco lejano silenciado por todo lo bueno que hay en su vida.

Le alegra saber que Álex, su Álex, también ha encontrado el camino y sus versiones de noches eternas entre polvo y adrenalina son cosa del pasado.

Luis, al llegar a casa, tendrá que terminar el último artículo porque la última hora la ha pasado mandando currículums a cualquier oferta de trabajo que ha encontrado después de un día insoportable.

Pero en casa también está todo lo que le hace recuperar la calma.

Aitana se ha ido y ha llegado antes que él, así que no se han visto en todo el día. Tiene pensando invitarle a cenar para que se despeje y tratar de hacer lo máximo posible porque el aniversario del peor día de su vida sea algo más ligero de llevar.

Le ha escrito un par de veces a lo largo del día y por mensaje asegura que está bien.

Y a él tampoco deberían faltar motivos para estarlo.

Aitana ha llevado a Alba con la logopeda y tendrá que pasar él a por ella en un rato, lo justo para tratar de engatusar a Aitana para que comparta con él la ducha que está deseando darse.

Canción Desesperada (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora