– ¿Annie? ¿Puedes bajar? – era la voz de mi madre que me llamaba desde el piso de abajo.
– ¡Ya voy! – grité poniéndome de pie, para bajar las escaleras. –¿Qué pasa? – pregunté sonriente.
Pero al ver a mis padres sentados en la mesa, me preocupaba un poco, ya qué no estaban ahí precisamente para comer si no para hablar.
– Ann tenemos qué hablar...– me dijo mi padre ese tono de voz me hizo dudar.
– ¡Pero yo no hice nada! – me defendí de inmediato, provocando qué ambos rieran.
– No es nada de eso Anna – me dijo mi madre.
– ¿Entonces? – pregunté aliviada, ya que si no era para regañarme, no sabía para qué era.
– Hija... – suspiró mi padre. – Tenemos que salir del país. – me dijo seriamente.
– ¿Vacaciones? – pregunté sin entender mientras me sentaba en la mesa enfrente de ellos. – ¡Genial! ¿A dónde iremos? –
– No... no son vacaciones. – me aclaró... bueno más bien me desilusionó mi mamá
– ¿Entonces? – volví a preguntar.
– Tu padre y yo tenemos qué salir por cuestiones de la empresa...– me explicó. – Llevaremos a Ross... pero tú te quedaras aquí...– okay esto no iba bien, se iban del país ambos, junto con mi hermana pequeña ¿y me quedó yo?
– ¿¡Y qué así de simple me van a abandonar!? – dije molesta.
– No... no te estamos abandonando.– volvieron a reír. – Tus clases comienzan mañana y no quiero qué te atrases... y sobre todo, ¡No quiero problemas!. – me señaló mi padre.
– ¿Problemas? ¿Yo? ¡Já! – reí en mi mente. – ¡Ósea me estás diciendo problemática! ¡Aparte de qué me abandonan así de la nada!.– me hice la víctima.
– Vamos no te hagas la víctima y olvida esa lista de invitados...– me conocía más qué bien, o de plano leía mentes, ya qué supo qué ya estaba creando en mi mente la lista de invitados a la fiesta.
– Oye... ¡tienes que confiar más en mi!.– le dije riendo.
– Esa "confianza''...– rió –...Gánatela.–
– ¡Vas a ver qué cuándo regresen todo va a estár más qué perfecto!– sonreí de oreja a oreja.
– Lo sé...– me dijo mi padre.
–...Ves, ya es un avance, me éstas confiando la casa.– sonreí victoriosa.
– A ti no...– me dijo mi madre soltando una carcajada.
– ¿C... cómo qué a mí no? – pregunté sin entender.
– Contratamos un niñero – dijeron ambos, reí tontamente y fingí limpiar mis oídos.
– ¿Cómo fué qué dijeron? – pregunté, tal vez había sido algo de mi imaginación o me estaban gastando una broma.
– Contratamos a un niñero... qué vendrá a cuidar qué no destruyas la casa y qué no te corran del colegio...– no era qué fuera problemática, solo digamos inquieta y con carácter.
– ¡Papá! ¡Te das cuenta de qué es una tontería!.– le dije algo molesta. –¡Tengo 17 años! ¡No cuatro!.–
– ¡Pero no te podemos dejar con la casa libre! ¡Así qué tendrás un niñero!.– era imposible hacerlo cambiar de opinión.