1

14 2 1
                                    

"Cada corazón tiene algo
De dolor. Solo la forma
De expresarlo es diferente.
Algunos lo esconden en
Sus ojos y otros en su sonrisa."

1

—¿Acaso estás loca?—Henry grita tan fuerte que creo que todo el piso debió escucharlo.

—Oh, vamos no es nada del otro mundo, además no será por mucho tiempo.

—Pero estás hablando de prostituirte, ¿entiendes? vender tu cuerpo cuando no lo necesitas.

Si supieras pienso para mí.

—Solo necesito ideas nuevas para mí libro y te lo digo por si me meto en problemas.

—¿De eso no tengo duda de que los tendrás?—dice refiriéndose a los problemas.

Sonrió porque tiene razón, la vez anterior conseguí una orden de alejamiento por acosar a un policía, pero es que necesitaba saber cómo era su trabajo y ya que no me quería ayudar no me quedó de otra que perseguirlo todos los días hasta que me llegó la orden y lo acose peor, no le quedó de otra que ayudarme y ahora es un buen amigo.

—Da igual y no voy a prostituirme solo ha trabajar en un club de streepers.

—Es lo mismo—dice furioso.

No es lo mismo pero no le digo nada.

—Solo prepárate mí querido editor que esto será algo fantástico—digo emocionada.

—¿Y, para cuando lo tendrás terminado?—dice resignado.

—La semana que viene lo tendré listo—él me mira fijamente y se que he cometido un error.

—¿Cuánto llevas trabajando en ese lugar?

—Un mes—digo bajito pero sé que me ha escuchado.

—Un mes y no me dijiste nada—me mira dolido, desvió la mirada—bueno que podemos hacer lo hecho, hecho esta.

Se que está dolido de que no le haya contado pero esto debía hacerlo sola, sonrió feliz porque aunque no sabe mis razones él me apoyara en todo.

—Entoces la semana que viene espero tu nuevo trabajo y espero que sea tan genial como dices ya que sino lo es te daré la bronca del año.

—Gracias por entender—se levanta rodeando su escritorio para abrazarme y yo igual, nos separamos y él regresa a su sitio—adios—digo saliendo o intentándolo ya que me chocó contra una pared que me hizo perder algo el equilibrio pero no me caí.

No digo nada y rodeo al hombre que ni idea de quién es y tampoco es como si me importará, me despido de Liz y subo en el ascensor marcando la última planta.

—Hola Celi ¿esta Arthur en su oficina?

—Hola Mel ¿acaso no lo sabes?

—¿Saber qué?—pregunto intrigada.

—El señor Arthur está enfermo y es su hijo quién está a cargo.

—¡Que!—grito asustada y salgo corriendo al ascensor.

En la calle me subo a la moto y arranco directo a la casa de Arthur, debo asegurarme de que no esté grave que se va a curar, que va a seguir dándome lata por las cosas que hago.

DESICIONES QUE CAMBIANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora