The Lost kingdom: Caminos Secretos

Capitulo 5

YO PUEDO SER TU SALVACIÓN O TU PERDICIÓN.

Mi padre era un hombre de pocas palabras, no solía hablar mucho sobre su pasado, sobre su familia o sobre su vida en general. Prefería disfrutar el momento y concentrarse en el futuro. Así que yo no sabía mucho sobre la familia por parte de él más que había sido enviado por mis abuelos, los reyes de un reino cercano a Velí, para unir alianzas en matrimonio con mi madre. Tiempos después el reino de su infancia fue tomado por los súbditos y posteriormente, destruido. Supongo que por eso era difícil para él hablar sobre su pasado, pero recuerdo una ocasión, en que él nos contó cuando fue de excursión con su padre. Tenía más o menos nuestra edad e iban en busca de la Rosa de Oro. La leyenda decía que en lo más profundo del laberinto de rosas rojas, yacía una mágica rosa dorada que podía concederle el control total de las plantas a aquel que la encontrara y la comiera. Muchos intentaron llegar a ella pero pronto las rosas no eran lo único rojo que cubrían las espinas ya que se creía que el laberinto estaba encantado para proteger a toda costa a la Rosa de Oro.

Como era de esperarse, mi papá estaba nervioso, ya antes había salido a excursiones pero no de tal magnitud, sin embargo, intentaba mantenerse sereno para no estropear el viaje. Comentó que, aunque sabía que era peligroso, por alguna razón que desconocía, sentía la sensación de que podía ocurrir algo extraordinario. 

Lo primero que sueles imaginar cuando te hablan de espinas es en algo seco, y es probable que pienses que las del laberinto eran así, pero no, al contrario, tenían un color verde chillón y las rosas resplandeciente todas llenas de rocío. Todo era mágico, según mi papá, él solía llamarlo el "jardín de la vida".

Infortunadamente, la dicha que invadió su ser al contemplar tal lugar fue reemplazada al cabo de unos días cuando, tras haber caído en un pozo, rompió su pierna derecha, cosa que le impidió seguir avanzando y dándole así, fin a su búsqueda por la Rosa Dorada y sus posibilidades de poder controlar las plantas. Lo cual era una pena puesto que le había hecho la promesa a su madre de que al llegar le haría un enorme castillo de orquídeas solo para ella con los poderes que le concediera la Rosa.

De regreso al castillo, él sentía tal decepción sobre sí mismo, que estaba decidido a no tener nunca más una aventura, y lo hubiera cumplido de no ser porque su padre le recordó que son los errores los que verdaderamente nos enseñan y que siempre debías ver el lado bueno de todo. Por ejemplo, mi padre no lo había notado, pero al caer en ese pozo algo se adhirió a su capa y cuando lo sacaron, mi abuelo vio que se trataba de un pétalo de la Rosa de Oro, lo cual probaba, no sólo su existencia, sino también lo cerca que estaban ya de ella, así que no todo había sido en vano. Así que el rey mandó a poner ese pétalo en una cadena y se lo dio a su joven hijo para que le diera fuerza cuando sintiera que estaba a punto de perder la esperanza.

Este relato siempre me parecía fascinante y aunque yo no era una niña que pensara en tener alguna aventura de ese estilo esperaba que, si algún día llegaba a pasar, fuera tan llena de ilusión y aprendizaje como la de mi papá. Y bueno, creo que a estas alturas ya se han dado cuenta de que a la vida le encanta burlarse de mi porque no, la aventura que yo estaba teniendo no era en nada parecida a algo extraordinario. Ni de cerca. Tenía picaduras de zancudos por todas partes, los pies llenos de ampollas de tanto caminar, la espalda me dolía por dormir en el piso y lo peor de todo era mi cabello, enredado, lleno de tierra y seco. De mis manos no voy a hablar, las pobres ya no parecían las manos de una dama sino las de un sucio pordiosero.

El cielo era gris y triste, la ligera llovizna helada caía sobre mi frente, el frondoso bosque que antes me había parecido tener todos los tonos verdes del mundo ahora era el escenario de un lugar desolado con sus árboles marchitos y el suelo seco. Era el lugar perfecto para que algo horrible ocurriera.