Muchas cosas pasaron en esos últimos días de clase.
Lo primero es que Thiago había entrenado con el equipo que quería reclutarlo.
Había sido una siesta después de la escuela en una cancha alejada del barrio, a la que habíamos llegado en micro, muertos de calor, acompañados por el entrenador, la Garibaldi y algunos idiotas del equipo del colegio que querían conocer a los jugadores de primera que estarían entrenando en ese lugar.
Yo no sé de equipos de fútbol, y se habrán imaginado que cuando me dijeron que el club del que se hablaba era Talleres de Córdoba, a mí los detalles me dieron un poco lo mismo.
Me detuve solo a pensar que estaba a seiscientos noventa kilómetros de distancia de donde vivíamos, eso sí, acababa de googlearlo en mi teléfono.
Pero Thiago estaba con una cara de feliz cumpleaños, que era adorable de ver. Conocía a todos los jugadores, la camiseta y la historia de principio a fin.
Le había deseado suerte con un beso rápido, despeinándole ese fleco rubio que ya comenzaba a verse largo, y me había ido a sentar en la tribuna, muerta de nervios.
Sí, me hacía la dura y frente a mi vecino actuaba tranquila y casual, que todo iba a ir bien para que él no se pusiera peor, pero lo cierto es que estaba con el cuerpo hecho un nudo desde hacía dos días.
Había acabado con las uñas de mis manos, ahora solo me quedaban dedos, y por poco tiempo, porque pensaba comérmelos también de tanta ansiedad.
A poca distancia había visto a Oscar y Nacha muy serios mirando la cancha.
Claro, el colegio se habría encargado de invitarlos porque era un día importante para su hijo, así que era de esperarse que acudieran.
Nacha me había sonreído alzando un poco una mano y Oscar... Bueno Oscar por lo menos no me había echado de allí a patadas, que ya era mucho decir.
Debía estar odiando que yo estuviera presente, pero que se jodiera, no podría habérmelo perdido ni un millón de años.
Los otros jugadores que se sumaron a la cancha, bromeaban entre ellos, saludando calurosamente a mi chico, integrándolo casi al instante y eso me hizo respirar con un poco más de calma. Solo un poco. Quisieron hacerlo sentir bien desde un principio, incluso el director técnico había dicho unas palabras y todos habían aplaudido, animados por la posible incorporación.
Dios, iba a explotar de los nervios.
Lo había dado todo.
Nunca lo había visto tan dedicado y determinado con algo. El entrenamiento que llevaba haciendo desde hacía semanas se notaba, y no paraba de impresionar a todos los presentes. Los señores que siempre iban a la escuela a verlo asentían conformes, y sonreían al verlo jugar, mientras Thiago corría y participaba de las jugadas, y yo sentía que iba a vomitar en cualquier momento.
El partido terminó empatado cero a cero, pero con aplausos que se repitieron también en la tribuna, donde todos estábamos mirando atentos a ver qué pasaba.
Sin decir nada, se fueron todos al vestuario para bañarse, mientras los directivos se quedaban decidiendo y evaluando todo en detalle.
No había escuchado la charla que habían tenido a la salida porque estaba lejos de ellos, así que no sabía qué le habían dicho, pero sí sabía lo que había respondido.
Thiago había festejado con un grito y sus nuevos compañeros lo habían felicitado cargándolo entre varios a lo bruto, mientras le daban la bienvenida.
Estaba sucediendo, no podía creerlo. ¡Acababa de ser elegido!
Sonreí acercándome un poco a la cancha con la idea de esperar a que terminaran de felicitarlo, pero él apenas me había visto, se había puesto a correr para encontrarme en el camino y cargarme en sus brazos para darme una vuelta en el aire.
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1 - Perdón por las mariposas
JugendliteraturBianca tiene una vida difícil, de la que ya está aburrida. Cree en el amor, y le gustan los chicos malos que no siempre la trataron tan bien. Thiago es un chico de buena familia, clase media-alta, que vive para jugar al fútbol. Dulce, considerado y...