Los días en la universidad pasaban todos más o menos de la misma manera. Las habladurías sobre nosotros comenzaron a quedarse en el pasado y pronto nos volvimos un tema del que ya nadie se acordaba. O casi nadie, porque siempre había alguien que parecía no tener suficiente con su propia vida y tenía que meterse en la nuestra. Por suerte para mí, esos casos eran cada vez menos.
En cuanto a mí, pasaba la mayor parte de mi tiempo libre practicando el uso de mis poderes y leyendo varios de los libros que César poseía pero sin duda, el primero que me entregó fue el que más me ayudó, ya que era el único en el que podía aprender algo sobre los nigromantes.
Clases, estudiar para la universidad, practicar una y otra vez con mis poderes, leer sobre brujos y compaginar todo eso con pasar algo de tiempo relajado con César como una pareja normal, pero lo peor de todo era seguir con los ojos siempre bien abiertos por si algún miembro de la Liga aparecía. Mis días resultaban agotadores. Había noches en las que terminaba quedándome dormida en el sofá y César tenía que encargarse de llevarme hasta la cama.
Dos semanas habían pasado desde que la Liga había intentado secuestrarme por primera vez y estaba orgullosa del avance que había realizado en ese período de tiempo. Las esferas de energía ya no tenían ningún secreto para mí, al igual que la forma de defenderme de ellas. Mover objetos, enfriarlos, calentarlos, reducirlos a cenizas... El control sobre mis poderes como bruja era total. Sólo me faltaba aprender a esconder mi aura para que La Liga no me encontrase tan fácilmente y que César me enseñara cómo desintegrarme, aunque no parecía muy dispuesto a lo último.
-Ya te he dicho que es muy peligroso. Aún no estás preparada para algo así.
Esa frase era la que más había escuchado en los últimos días cada vez que le pedía a César que me explicase cómo funcionaba la desintegración.
-Sólo llevo dos semanas practicando y aún así soy mucho más rápida que tú creando esferas de energía. ¿Qué te hace pensar que no seré capaz de desintegrarme como es debido?
Habíamos tenido esa misma conversación en varias ocasiones y de momento, no había conseguido que diera su brazo a torcer.
-Te lo he dicho más de una vez: si cuando vuelvas a recomponerte no lo haces correctamente, tu cuerpo puede quedar dañado de manera irreparable. ¿No entiendes que puedes morir si algo sale mal? -Siempre que teníamos esa conversación, ambos terminábamos enfadados. -Una cosa es mover una silla o lanzar a una persona contra una pared y otra muy distinta controlar cada una de las células de tu cuerpo.
-¿Por eso procuras no viajar conmigo de esa forma? Sólo me has desintegrado cuando me salvaste la primera vez y cuando me llevaste a ver a Safiya.
-Sí. Cuando ese idiota intentó secuestrarte pensé que era la forma más rápida de alejarte de él. Y en cuanto a Safiya, necesitaba que te viera para que me confirmara que eras una nigromante. Yo... tenía una ligera sospecha pero me costaba creerlo porque se suponía que ya no existíais.
-César, entiendo que te preocupes por mí pero necesito aprender a desintegrarme, aunque sólo sea para huír de ellos si intentan volver a secuestrarme - insistí. No podía dejar de nuevo que se saliera con la suya. -Tómalo como otra forma de protegerme.
Por desgracia para mí, mi novio podía resultar de lo más cabezota cuando se lo proponía pero aquella vez, mis palabras por fin consiguieron hacerle recapacitar y cambiar de opinión.
-Está bien, pero sólo lo usarás cuando no quede más remedio. ¿Entendido?
-De acuerdo.
Sabía que ese era el mejor trato que iba a obtener de momento, así que debía conformarme.
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La nigromante (TERMINADO)
Paranormal¿Una medium? ¿Una bruja? ¿O algo mucho más antiguo y poderoso? Carol es una chica de apenas dieciocho años que quedó huérfana nada más cumplir los tres. En su primer día de universidad conocerá a César, un misterioso chico lleno de tatuajes que par...