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Perfecto, otro photocall haciendo el pasmarote junto a Annie y Finnick. Ya hacían bromas en la prensa porque siempre posaban juntos y se estaba hartando de explicar que su mujercita, que pasaba de ese tipo de chorradas, tenía una vida profesional ajena a la suya y que pocas veces podía acompañarlo a eventos como aquel, una elegante gala benéfica donde estaba todo el que tenía que estar, donde uno ve y se deja ver, y de paso colabora con una buena causa.

Julia y su equipo insistían en hacerlos aparecer en eventos de ese tipo, de vez en cuando, y estando en Londres no se había podido negar, además servía para ver amigos, compañeros y colegas, cenar estupendamente y disfrutar de una noche diferente con su mujer, si ella conseguía llegar aunque fuera a los postres.

La había llamado mil veces durante la tarde y justo antes de que la preocupación fuera en aumento y decidiera llamar a Scotland Yard, se dignó a contestar al teléfono en un taxi camino del museo. Bendito sea Dios. Así que se dispuso a esperarla sin alterarse, respirando hondo y saludando a gente como Angelina Jolie, a la que Katniss había encandilado en Los Ángeles durante una cena posterior a los Oscars, hablándole de su gabinete jurídico gratuito en Londres y de su proyecto social en una iglesia católica de la zona más pobre de la ciudad. Ambas habían hecho muy buenas migas y como Katniss tenía el don del entusiasmo a flor de piel, Angelina estaba como loca por saludarla, presentarle a unas cuantas personas y comentarle algunas cosas, dijo delante de Julia, que se quedó alucinada escuchando la historia.

—Lo siento, siento la tardanza —De repente llegó a la mesa a la carrera, sacándose el abrigo, y dejó a la vista un vestido negro, de seda, ceñido y con la espalda al aire hasta la cintura, que casi le provoca un infarto. Se levantó aliviado de verla al fin, estiró la mano, la agarró por las caderas y la besó en los labios.

—Madre de Dios, estás espectacular, ¿mejor nos largamos de aquí? —le susurró al oído, pero ella se apartó y miró con una sonrisa al camarero que se acercó amablemente para ocuparse de su abrigo y el paraguas.

—Mil gracias, no encontré el guardarropa a la entrada y ya venía bastante tarde.

—No se preocupe, señora, yo me ocupo.

—Gracias —repitió y se sentó, miró a todo el mundo y saludó a Annie acariciándole el brazo—, no me ha dado tiempo ni a peinarme.

—Estás insuperable, te queda genial —le acarició la falda de seda estrecha, que le llegaba justo debajo de las rodillas y luego la melena sobre los hombros que se había secado boca abajo y a la carrera en el cuarto de baño—, guapísima, Katniss, en serio.

—¿Sí? —se puso el pelo detrás de la oreja y miró el primer plato, un consomé, que ya le estaba sirviendo una camarera muy atenta—,gracias.

—Sí, perfecta. Tú tranquila.

—¿Estás bien? —Él se acercó, observando como ella lo ignoraba, y le acarició la espalda desnuda con placer, sintiendo esa piel sedosa y tibia que lo volvía loco bajo la yema de los dedos. Avanzó por debajo de la tela casi hasta rozarle la curva del pecho, pero por su propio bien se detuvo, la besó en el cuello y ella lo miró a los ojos—, ¿eh?, ¿qué ocurre?, ¿todo bien en el trabajo?

—Sí, perfectamente, ¿y tú?

—Bien, acabamos a las tres y a las cuatro estaba en casa. Nos han llevado la librería nueva para el despacho.

—No la he visto, antes de salir tuve que mandar unos informes por email y se me fue el santo al cielo.

—¿No me das un beso?

—Ya te di un beso.

—Uno de verdad.

—No estamos solos, ¿vale?, no empecemos... —le clavó esos ojazos grises enormes y él le sostuvo la mirada, se inclinó, le sujetó la barbilla y le dio un beso casto, pero atrapándole la boca de un mordisco. Katniss bajó la cabeza, seria, y supo que algo marchaba mal, muy mal, y se pasó el resto de la cena incómodo, con la mano encima de su muslo mientras ella se dedicaba a charlar con todo el mundo menos con él.

OportunidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora