Capítulo 23-Conversaciones de lo prohibido

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La sonrisa cínica de Nicolás se había esfumado

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La sonrisa cínica de Nicolás se había esfumado. Erguido como una serpiente enfadada, se movía con pasos nerviosos y agresivos por su despacho personal ante la mirada de sus aliados más fieles: Ser Turbin (el impoluto rubio), Ser Thonas (el enano) y el obispo de San Petersburgo (gordo como un tonel). 

—De Alejandro Románov se podían esperar muchas cosas, pero no que fuera idiota. ¡Permitir que cualquier mujer ascienda al trono imperial! Incluida la monja lujuriosa de su hija menor —escupió Ser Thonas—. ¡Es inaudito! ¿Os imagináis estar al servicio de una niña caprichosa? La idea era acabar con los Románov, no seguir siendo los títeres de sus caprichos. 

—Nicolás, no maté al idiota de mi hijo para que todos nuestros planes se vean arruinados —dijo Ser Turbin—. ¿Cómo has podido permitir que el zar cambie de opinión? ¿En qué momento ha sucedido? La idea era que Tatiana, una vez liquidara a Klaus, renunciara al poder a nuestro favor. ¡Ese era el pacto! Todo lo que hemos hecho... Matar a Mijail, manipular a Tatiana, las intrigas... ¡No han servido para nada! La idea era clara: eliminar a los poderes reinantes y coronarte a ti como el único mandatario de Rusia y Prusia. Ahora... no hay heredero al que regentar porque Ekaterina está en la cárcel y aunque lo hubiera... ¡Anastasia sería la próxima emperatriz en el caso de que su hermana mayor renunciara! 

—Hace años que el zar no es el mismo... es un estorbo —comentó el obispo con las manos juntadas sobre su prominente barriga. 

—¡No necesito sermones! —vociferó Nicolás, clavando sus ojos de serpiente sobre sus partidarios. Estaba irritado, sentía su sangre fría correr de forma desagradable por sus venas y tenía ganas de atacar—. He ordenado que se le realice un examen a Ekaterina antes del juicio. Un examen hecho por un cirujano de confianza. 

—¿Con qué propósito?

—Es el protocolo, ¿qué pasaría si Ekaterina estuviera embarazada? Apenas ha pasado un mes desde que Alejandro la encerró en la cárcel. ¿Por qué no podría tener en su vientre a un posible heredero? 

—¿Pretendes fingir un embarazo? Es demasiado arriesgado. 

—No me estás escuchando, Ser Thonas. Estoy hablando de un embarazo real. ¿Acaso Ekaterina no yació con el emperador antes de ser encerrada? Desde entonces ningún médico la ha revisado. ¿Quién podría negar con absoluta firmeza que no lleva en sus entrañas a un varón?

—Estás confiando en la voluntad divina —dijo Ser Turbin con tono sarcástico, esbozando una mueca de incredulidad—. Y aunque la araña estuviera embarazada de un varón fuerte y sano, Anastasia Románova seguiría estando por delante de él en la línea de sucesión. ¡No podrías ser regente! Lo único que puedes ser es el rey de Prusia... cuando Tanya mate a tu hermano. Y eso, estimada serpiente, a mí no me satisface. ¡No es lo que quería! ¡Yo quiero el imperio! ¡Quiero derrocar a la dinastía de los Románov de una vez por todas! 

—¡Un coloso no se derrota con impaciencia! Ruego que esperéis hasta el juicio de Ekaterina. Tengo esperanzas de que la rueda gire otra vez a nuestro favor. Cuando Alejandro conozca la existencia de un posible heredero varón, lo convenceré para que rectifique en su sentencia. 

El nacimiento de la emperatriz. Dinastía Románov I.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora