único

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A JiMin le encantaría decir que después de la muerte de sus padres él estaba viviendo plantado en una oficina, que los fines de semana salía y que vivía de la empresa que su abuelo le había heredado. Que las chicas, y chicos, guapos lo rodeaban y que el dinero era por lo que menos se preocupaba. Le gustaría poder decir que su vida estaba narrada y perfecta después de que sus padres fallecieron.

Pero como ya dije, le encantaría, pero no era así. Jimin no estaba viviendo de un trabajo en oficina, no viste ropas de marca, no maneja un auto de último modelo y no sale de fiestas todos los fines de semana ni siquiera sus abuelos le dan un mínimo de lo que le corresponde. Para nada.

Sus abuelos lo habían dejado a la deriva después del accidente de sus padres porque según ellos ya era un chico grande y podía mantenerse, se adueñaron de sus propiedades y borraron su nombre de todos los papeles que lo mencionaban en la herencia. La empresa park que su padre le había dejado ahora le pertenecía a su abuelo por completo y él no era más que el recuerdo de miles de periodistas anunciando su nacimiento y difamándolo en sus años de vida. JiMin podría haber luchado por ello, lo sabía tanto como sabía que no podría pagar un abogado con solo diecinueve años.

Desde hace tres años y medio, desde la trágica muerte de sus padres, JiMin trabajaba en una cafetería que no le daba los ingresos suficientes para pagar la universidad y un departamento, y claramente los insumos de una persona normal de siglo XXI tampoco.
Pero a pesar de haber dejado la universidad, y con eso su sueño ahora frustrado, JiMin podía decir que estaba dentro de lo que se podía bien.
Después de dos años trabajando en la cafetería, comiendo las sobras de los clientes y ahorrando la propina, había podido comprar a duras penas aquel pequeño departamento donde vivía hace tres años y medio. Ahora JiMin se ocupaba completamente de los insumos y su bienestar.

Por mucho que quisiera aquella cafetería sabía que debía buscar un mejor empleo que le de las posibilidades de pagar por completo aquellas cosas y no solo eso, si no que también darse su gusto. Comprarse ropa, zapatos y los chuches que él quería era algo muy poco común con el salario de aquella cafetería.

En la cafetería solo trabajaban mujeres aparte de él y TaeHyung. Y aunque sean hombres, cautivaban al cliente sin discriminar su género. Se podría decir que tanto hombres como mujeres caían ante la belleza de estos hombres.

Los primeros días Joy no entendía porque HyeJin, la dueña del local, había aceptado a JiMin y TaeHyung como trabajadores. Pero con el tiempo se dio cuenta de por qué el pequeño con carita de muñeco de porcelana estaba allí, y es que JiMin con simplemente sonreírle a los clientes los envolvía en una atmósfera delicada y con un dulzón olor a chocolate fresco. Por otro lado, TaeHyung conseguía tomar confianza con rapidez, los clientes al ver aquello lograban mantener un ambiente cómodo.
Eran encantadores por naturaleza, se veían espléndidos, al principio unas personas hermosas pero inofensivas hasta que ellos te sonreían y caías de inmediato en su encanto. Eran brujos sin el título solo por ser hermosamente encantadores a los ojos de las personas.

Eran simplemente la joya del local.

YoonGi era un artista urbano que se dedicaba a vender sus composiciones a empresas grandes, por eso mismo Min era conocido en la industria por ser uno de los artista en poesía musical más famoso entre las industrias de música coreana, e internacionales.

Min YoonGi escribía magia, creaba arte y los verdaderos artistas vocales la plasmaban en sus cuerdas así creando una canción perfecta a los oídos de la comunidad. Cada una de sus letras cuentan historias, debías buscar la forma de entenderla por completo, incluso cada letra podía modificar la historia que pensabas que era.

Aquella tarde de otoño lo que menos nada gana era trabajar, las bajas temperaturas y la suave brisa que se mezclaba con la lluvia habían hecho que la cafetería a pesar de ser un viernes esté casi vacía, sino fuera por aquellos dos estudiantes que se habían adentrado a ella para cubrir sus cuerpos de la llovizna. El frío se podía confundir con humedad, así lo pensaba. Las hojas fuera del local decoraban el suelo como una alfombra de colores naturales, JiMin estaba un poco encantado por eso a pesar de lo aburrido que se sentía.

—Increíble, que aburrido día –Su cabellera rubia estaba apenas mojada, se estaba secando en realidad. Al salir de su departamento no tuvo en cuenta el clima, o el color que dominaba en el cielo, y unas cuadras antes de llegar a su trabajo la lluvia lo había mojado lo suficiente como para pedir un cambio de ropa y tener que secar su cabello si no quería enfermar.

—Ni me lo menciones, si sigue lloviendo todo el mes como ahora los clientes bajaran rápido –El rubio había hecho una mueca al no entender, porque así era, no entendía a lo se refería su compañero -. Hablo de que nos van a bajar el salario si los clientes siguen disminuyendo en el otoño —Explicó TaeHyung –, lo más probable es que lo vuelvan a subir a principios de primavera.

—Oh –Park había pasado su mirada hacia la puerta. Era verdad, este mes había llovido a mucho más de lo que pensaban y a penas habían llegado a la mitad, los clientes a penas eran cincuenta al día. Quizás las ganancias no llegarían para todos los empleados, era normal que bajen los sueldos.

Sumisos en sus pensamientos escucharon como en timbre de la puerta les anunciaba que un nuevo cliente había llegado, si no hubieran levantado la mirada podrían haber pensado que los dos estudiantes se habían marchado. Una cabellera negra había hecho presencia una vez más en la cafetería.

A pesar de llevar sus años trabajando ahí, JiMin no tenía ni la menor idea de quién se trataba aquel hombre. Quizá había sido muy distraído esos años.

—¡Hey, YoonGi Hyung! –Por lo visto era frecuente aquel cliente, apenas oír aquel nombre las encargadas de la cocina salieron a saludar amablemente, mientras tanto el se medio oculto detrás de su gran amigo, realmente estaba un poco avergonzado porque aquella persona parecía haber estado más veces en la cafetería pero él no podía recordar haberlo atendido antes.

—¿Cómo se encuentran, Tae? –Preguntó, ignorando la presencia del rubio, o eso pensó JiMin —. Oh, ¿él es nuevo? –El castaño negó y a pesar de que JiMin intento seguir ocultándose en la espalda del alto este se corrió dejándolo vulnerable ante la gatuna mirada del apenas más alto.

—No Hyung, él es JiMin –Lo presentó empujando al más bajo hacia él, el pelinegro lo observó unos minutos, JiMin se mantenía con la cabeza gacha —. Él fue a la secundaria conmigo y JungKookie –Taehyung mostraba su característica sonrisa cuadrada, ¿Cómo es que todos conocían a aquel hombre menos JiMin?

—Un gusto Hyung –hizo una reverencia saliendo de su vergüenza para ser respetuoso con el mayor.

—El gusto es mío, JiMin –sonrió devolviéndole la reverencia en forma de respeto.

Para cuando JiMin se quiso dar cuenta el mayor ya se encontraba en una de las cómodas sillas al lado del gran ventanal, de fondo podía escuchar como su nombre era pronunciado pidiendo que le llevará el pedido al pelinegro Min.

Sin embargo él no podía correr su mirada, aunque los oscuros ojos del mayor se medio ocultaban con aquella gorra que llevaba puesta podía ver como estos brillaban, su piel lechosa resaltaba con su vestimenta y su cabello combinaba perfectamente con aquel arito que colgaba del lóbulo de su oreja. Los pómulos del pálido estaban un poco rosados, él pensaba que era por el frío, tal vez sí lo era, se veía pacífico desde la distancia un poco cansado tal vez.

Simplemente aquella escena se veía perfecta.

—¡corte! –se escuchó en toda la habitación, el director por fin dio como aprobada aquella escena, era la decimoquinta vez que la llevaban a cabo.

JiMin pudo por fin dejar de estar tenso y se acercó a donde el mayor se encontraba. Enrolló sus brazos en el cuello del más pálido y se sostuvo de su cuerpo, sus ojos pesaban un poco por el cansancio.

—Hyuuung –Hacía un pequeño berrinche, muy infantil, lo sabía —, Estoy cansado –Susurró, sintiendo como sus párpados perdían la batalla y su cuerpo pedía viajar al mundo de los sueños descansando sea donde sea pero ya.

—lo hiciste muy bien, bebé. Ahora podemos ir a casa a dormir –sonrió el mayor besando la gordita y rosada mejilla del rubio —. Vamos a cambiarnos.

Jimin asintió poniendo sus piecitos en punta para dejar un casto beso en los finos y rosados labios del mayor para por fin caminar con agotamiento hacia los camerinos.
El mundo de la actuación era realmente agotador.


D O L Y

movie life • 𝐘𝐎𝐎𝐍𝐌𝐈𝐍Where stories live. Discover now