One-Shot

1.5K 208 36
                                    


Subía con lentitud de la sala donde procesaban a los detenidos, dudando seriamente si algo de lo que hacía valía realmente la pena. Aún le costaba recomponerse de todos los eventos que habían ocurrido hace tan poco tiempo.


El superintendente Conway le había reprochado sus acciones y su actitud ante el secuestro de tres agentes, lo poco que había valorado sus vidas. No conforme con solo eso, había cuestionado sus intenciones y había insinuado, bastante directamente, que no confiaba en él. Después de haber arriesgado su propia vida en múltiples ocasiones para salvarlo, además de haberlo seguido devotamente en cualquier decisión que tomara, aunque no estuviera de acuerdo y entregarle toda la información que encontraba.


Conway no confiaba en él.


Puede que anteriormente le hubiera dicho que no confiara en nadie y mucho menos en él, seguía siendo como una espina en su garganta. Como si su lealtad y capacidades no valieran para nada.


Se sentía miserable, insuficiente e incapaz. Casi había perdido a Cruz en su incompetencia y era una suerte que el ex-agente Arsacio estuviera bien. Por eso llevaba días sin dormir, tenía demasiadas cosa sobre sus hombros.


Debía de aceptar que quizás estaba siendo un poco cobarde por evitar a Conway por lo que había pasado, pero con el estado de ánimo que tenía, lo que menos quería era verle la cara por un tiempo. Por eso había decidido ir a comisaría en el turno de mañana, después de haber pasado un par de días fuera de servicio.


Llevaba toda la mañana atendiendo denuncias de mierda, que era lo que más abundaba a esa hora y ya no daba para más. Gente con denuncias ridículas, como un ladrón de licorerías que quería denunciar a su prometida por ponerle los cuernos con media ciudad, como si eso fuera asunto de ellos. Una mujer que denuncia por acoso, a un hombre que le ladraba a su perro en la plaza y de paso tenía que aguantar al maldito niño de los cojones con doble personalidad, que no paraba de gritar e insultar a todo el mundo mientras lo procesaban. En cuanto pudo aprovechó para escapar de esa tontería hacia los vestuarios, con un terrible dolor de cabeza.


Se desplomó sobre las bancas, cuestionando la integridad mental de la gente. A estas alturas, estaba completamente agotado.


Pero su tranquilidad no duró mucho cuando dos agentes enmascarados entraron armando revuelo y bromeando en voz alta, interrumpiendo su corta paz.


—Quién hubiera dicho que alguien quedaría tan traumatizado con los perros, luego de un robo de mierda —Rió escandalosamente, un hombre con un pasamontañas blanco.


—¿Viste su cara de pánico? —preguntó el otro hombre, con un pasamontañas negro, igualmente entre risas— Nunca pensé ver a alguien correr tan rápido.


—¿Quien coño son ustedes? —Sus risas se cortaron de pronto cuando el Comisario Volkov se levantó cruzando los brazos y cuestionandolos, visiblemente enfadado.


—Subinspector Dan —respondió de forma automática el hombre de máscara negra, notándose sorprendido al reparar en su presencia.


—Subinspector Fred. —contestó de mala gana el de mascara blanca.


Paz mentalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora