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Morena.

Por Dios santo que estoy nerviosa, pero es el punto de nerviosismo en que llegas a temblar, lo veo pasar como todos los días a está hora, no tengo idea de que hace de su vida, si esta casado, si trabaja, si estudia, o cómo se llama; solo sé que viene a comprar todos los días sin faltar a las doce del mediodía, es una tortura para mi porque no tengo ni una pizca de agallas como para preguntar como se llama, simplemente me quedo como tonta temblando y mirándolo para después intercambiar dos o tres palabras y ya, nada más.

Paso las cosas del cliente por la caja con mis manos temblando, no miro hacia la fila porque si ya formó y lo veo no voy a poder seguir pasando nada.

—¿Le ayudo señora?. —le digo a la anciana que esta con sus tres cosas que no puede guardar en su bolso.

—Por favor joven. —me paro y le ayudo a meter todo al carro—. Estas manos viejas ya son inútiles.

—No pasa nada yo la ayudo cada vez que venga.

—Gracias querida.

—Listo. —le ajusto el cierre y la miro sonriendo—. Quedó todo bien acomodadito.

—Muchas gracias, muy amable.

—No hay problema. —vuelvo a mi silla así sigo cobrando—. Que tenga lindo día.

—Igualmente. —me siento y ahí está, parado con sus ojos turquesa que pone a mi corazón a latir a mil por minuto.

—¿Efectivo o tarjeta?. —siempre la misma pregunta.

—Efectivo. —y siempre la misma respuesta, paso sus tres cosas y con una sonrisa le digo el precio mirándolo lo más que puedo para al menos disfrutar de la vista—. Acá esta.

—Bien. —le doy el vuelto y nuestros dedos se rozan pero saca la mano enseguida—. Que tengas lindo día.

—Gracias. —intento de no mirarlo cuando se va y sigo atendiendo.

—¿Efectivo o tarjeta?.

Todos los días es lo mismo, las mismas preguntas, las mismas respuestas y las mismas miradas, con sus ojos me dice que soy simplemente la cajera del supermercado en donde compra su comida nada más, y eso me duele, duele de verdad porque me siento tan inferior que llega a doler y en las noches lloro recodando que estoy enamora de un hombre que solo me ha dicho las mismas tres palabras por un año entero sin indicios de nada más, porque llevo meses viéndolo venir y siempre por mi caja en donde es la más rápida por llevar pocos artículos y siempre lleva cosas del día, como sal, caldos, debes en cuando una bebida, pan, queso, o calculo yo que lo que le falta en su casa, o tal vez lo que su mujer le va solicitando para no venir ella por las cosas, ¡Ay Dios!, eso me hace sentir aún más mal, imaginarme que su mujer con los hijos lo esperan en la casa me enferma, porque esos hombres están en dos estados, uno, casado con hijos, dos, soltero por mujeriego donde saben enteramente que son atractivos.

Cuando al fin termina mi horario de trabajo me voy al baño a cambiarme de ropa y a buscar mi mochila al casillero porque debo ir al colegio.

—Ese bombón no falta un día.

—No. —miro a mi amiga Lucia negando donde también le parece atractivo—. No falta nunca en venir y llevarse algo.

—Siempre pasa por tu caja. —es una tortura que pase por mi caja a diario sólo que no se lo he dicho—. Que suerte que tienes porque puedes verlo de cerca.

—Suerte de que sea la caja rápida, eso es todo.

—Pero igualmente tienes suerte, en la mía son todos viejos y embarazadas.

MiradasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora