El árbol de las palabras

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Había una vez un hombre bajito y extraño que decidió tres cosas importantes en su vida:
1- Que se haría la raya del pelo en el lado contrario a todos los demás
2- Que se dejaría un pequeño y extraño bigote
3- Que un día dominaría el mundo

[Me quedé pensando en el pequeño y extraño bigote]

El joven deambuló mucho tiempo, pensando, planeando y calculando exactamente  como someter al mundo, entonces, un día se le ocurrió un plan perfecto. Había visto a una madre paseando a su hijo. En cierto momento, la madre regaño al pequeño hasta que al final, este se echó a llorar. Al cabo de un rato, la madre le habló con cariño y el niño se calmó e incluso sonrio.
El joven corrió hacia la madre y la abrazó

— ¡Palabras!
Sonrio de oreja a oreja
— ¿Qué?
Pero el hombre no contestó. Ya se había ido

[¿Se imaginan que un hombre de golpe te abraza y te dice gritando "¡Palabras!"? ]

Si, el Führer decidió que sometería al mundo con palabras. Nunca dispararé un arma, fantaseaba, no tendré que hacerlo. Sin embargo, no era un temerario concedámosle eso al menos. Su primer plan de ataque consistió en plantar las palabras en su tierra natal, allí donde le fuera posible.
Las plantó día y noche, y las cultivó.
Las vio crecer hasta que, al final, grandes bosques de palabras cubrieron toda Alemania. Era una nación de ideas cultivadas en un criadero.

Mientras las palabras creacian, nuestro joven Führer también plantó semillas para que brotaran símbolos, y estos prendieron tan bien que poco les faltaba para florecer. Había llegado el momento. El Führer estaba preparado.
Invitó a su pueblo al corazón del magnífico bosque, seduciendo con las palabras más terribles e inquietantes, recolectando con cuidado y la gente acudió

Subieron a una cinta transportadora y pasaron por una máquina que en diez minutos les proporcionaba toda una vida. Les implantaron palabras. El tiempo dejó de existir, y ahora todos sabían lo único que necesiban saber. Estaban hipnotizados

Poco después, la demanda de símbolos encantadores y palabras inquietantes aumentó hasta tal punto que, para ocuparse de los bosques, se hizo necesaria más gente. Algunos se encargaban de subir a los árboles y recoger las palabras para los de abajo y con las que luego se alimentaba al resto de la gente del Führer, por no hablar de los que volvían a repetir

[Los que se subirían a los árboles se llamaban recolectadores de palabras]

Los mejores recolectadores de palabras eran los que comprendieron el verdadero poder de las palabras, los que subían más alto. Uno de esos recolectadores de palabras era una niñita escuálida. Se la conocía como la mejor recolectora de palabras del lugar porque sabía lo indefensa que se encontraba una persona SIN palabras, por eso ella podía subir a lo más alto que los demás. Los deseaba. Estaba sedienta de ellas.

Sin embargo, un día conoció a un hombre despreciado por su patria a pesar de haber nacido en ella. Se hicieron buenos amigos y cuando el hombre enfermó, la recolectora de palabras dejó caer una de sus lágrimas sobre el rostro del hombre. La lágrima estaba hecha de amistad — una sola palabra — y al  secarse se convirtió en una semilla.

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⏰ Última actualización: May 19, 2023 ⏰

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