Capítulo 18 | Poder

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TK y Kari se miraron y después me miraron a mí. Seguramente se estuviesen preguntando qué podían hacer por mí o qué pasaría conmigo si esto seguía así. Yo también me lo preguntaba.

Y de pronto empecé a sentir cómo todo daba vueltas, y a la vez sentía que mi cuerpo iba a estallar. Pero también me sentía más poderosa... eran demasiadas cosas a la vez. Cuando intenté centrarme en que empezaba a sentirme más fuerte para que se me olvidara el dolor, todo empezó a dolerme aún más y sentí que mi cuerpo brillaba al son de mi dolor. Gemía. No paraba de gemir de dolor. Mi cabeza iba a estallar en cualquier momento. ¿Se imaginan que mi cuerpo explota de repente? Esa sí sería una verdadera historia que contar. Ya estaba imaginando mi cuerpo sin cabeza, todo lleno de sangre y algún que otro ojo volando. ¿Esto es a lo que llaman sadismo?

Miré en la dirección donde se encontraban el encapuchado y Angemon peleando, pero me llamó la atención un cuerpo que no estaba muy lejos de ellos: Angewomon. Estaba tirada en el suelo, aún herida, haciendo muecas de dolor con la boca de vez en cuando y contemplando el espectáculo entre su compañero y el encapuchado. Pero lo que más me llamó la atención fue que también empezaba a brillar. Poco a poco sus heridas fueron desapareciendo y se levantó como nueva.

–Ari, por favor –dijo Kari. Su voz sonó preocupada–, dinos cómo te encuentras.

Quería responderle, pero no me salía la voz. De repente, un dolor infinitamente insoportable me invadió aún más y grité. Grité todo lo que mis pulmones me permitieron e hice que TK y Kari se asustaran aún más y retrocedieran unos pasos.

En un acto involuntario, separé mis brazos de mi cabeza y me callé. Estoy segura de que ese silencio significaba que toda la sala se había quedado mirándome sin saber qué decir. Yo había bajado la cabeza y el pelo me había cubierto la cara. Notaba la tensión del ambiente aunque no pudiera verlos y yo, en un acto otra vez involuntario, levanté los brazos y señalé con ellos a cada uno de mis acompañantes humanos. Alcé la cabeza, y de mis manos salieron un par de luces muy potentes que se fueron directas hacia TK y Kari a toda velocidad y se metieron en su cuerpo como había pasado conmigo momentos antes. Ahora estaba dividiendo el poder, y sentía cómo yo me iba vaciando por dentro. Todo ese poder que había hecho que gritara de dolor ahora estaba siendo expulsado de mi cuerpo como dos ráfagas de agua. Era un verdadero alivio.

Vi cómo TK y Kari recogían lo que yo les daba, y parecían tan sorprendidos como yo. También vi cómo el encapuchado maldecía por lo bajo y cómo Angemon recobraba fuerzas, al igual que Angewomon. Todo parecía que estaba saliendo al pie de la letra, pero me preocupaban los últimos renglones de La Profecía: "...haciendo que se produzca un corto milagro".

Antes de que mi cerebro pudiera pensar en algo acerca de La Profecía, mis brazos dejaron de emitir luz, mi cuerpo dejó de brillar y ya no me dolía nada. Me sentía floja, débil e insignificante. Desprender tanto poder en tan poco tiempo había hecho que me debilitara. Había sido un cambio demasiado brusco y mis músculos lo notaron enseguida, porque noté cómo se destensaban como ningún spa podía hacer. Mis piernas se debilitaron y mis rodillas no pudieron sostenerme más; me dejaron caer y quedé bocabajo, con la cabeza doblada hacia un lado para poder ver todavía lo que ocurría. No cerré los ojos. Simplemente me dediqué a observar la escena.

Kari, TK y los dos ángeles digimon estaban brillando de manera más intensa que antes. Mis amigos se dieron la mano y sus digimon volvieron al nivel básico, una perrita muy mona y Patamon. Enseguida digievolucionaron a un nivel mucho más alto que los anteriores: Serafimon y Ophanimon.

Pero pronto llegaron refuerzos para el encapuchado: una manada de hombres con ropas parecidas a las suyas se adentró en ese lugar hecho de piedra, y empezaron a atacar a Serafimon y Ophanimon, que se defendían muy bien. Todas las criaturas peleaban, unas contra otras. ¡Serafimon y Ophanimon no eran digimon normales! Tenían un poder inmenso y con cada uno de sus movimientos parecía que fueran a arreglar todos los problemas del mundo. Pero yo estaba demasiado ida como para poder explicar bien lo que sentía y lo que estaba ocurriendo en ese momento. Ni siquiera estaba segura de que lo que veía era real o si ya me había dormido y no lo sabía.

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