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"Así fue y me pasó", una flor cerca de mí floreció. No pude creerlo y tan solo me limitaba a contemplar de lejos, sonreía y no quería tocarle, porque delicados son los pétalos, porque con mi tacto no quería matarle.
Su imagen en mi mente aparecía por las noches, su sonrisa y su mensajes iluminaban por las mañanas. Y yo, como un agnóstico me negaba a creer que esa flor estaba ahí, incluso cuando su perfume penetró mi ser el día del nacimiento del pequeño León.
Pero parecía no bastar, todo me resultaba como un pequeño juego de Dios en el que una vez más, solo tendría que ver de lejos esa hermosa flor. Pasaban largos los días, pasaban más tardías las noches y al completarse una docena de ellas, un llamado apagó las estrellas y los soles.
Esa flor, esa hermosa flor que vi florecer en mi jardín, cambió todos sus pétalos por los de alguien más y no pude hacer nada.. nada parece poder hacerla de nuevo florecer.
¿Por qué? No hay razón para darle vida a un zángano durante tres largos meses y negarle toda su vida el derecho a llegar a esa flor, a ese polen que algunos llaman amor.