『Capítulo 5』

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El despertar de Myles fue desagradable

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El despertar de Myles fue desagradable. El sudor recorría su espalda, su corazón taladraba en su pecho y su respiración era irregular. Así es como estuvo despertando los últimos dos días luego de llegar al campamento. La misma pesadilla se repetía sin cesar, la muerte de dos chicas que él no conocía en lo absoluto. Una de ellas moría dentro de algo hecho de bronce (similar a una cápsula) y lleno de cables sueltos, la chica murió electrocutada. La otra, se encontraba boca arriba, en el regazo de alguien, mirando las estrellas en agonía.

Myles se guardó estos sueños para si mismo, porque al fin y al cabo, eso eran: sueños. Si el chico comenzaba a decir que veía gente muriéndose, lo tratarían de loco. Ambos mellizos vieron el documental de orientación del campamento poco después de instalarse en la cabaña once y no decía nada sobre sueños así que Myles supuso que no era normal tenerlos.

El día anterior, los mellizos comenzaron con su entrenamiento. Sus clases empezaron con un hijo de Ares, el dios de la guerra. Este les dio una espada y un escudo a cada uno, sin embargo, los movimientos de ambos hermanos eran tan torpes que ponían a Sherman Yang, el hijo de Ares, de mal humor. Probaron con lanzas, pero resultaron ser igual de incapaces. Sin embargo, en el tiro de jabalina, no les fue tan mal, sobretodo por la puntería, aunque en técnica eran un completo desastre. Inmediatamente, dieron  paso al tiro con arco. El primero en disparar fue Myles, dándole al centro de la diana más cercana, en un tiro perfecto y despertando una alarma interna en la cabeza de Giselle. La chica enderezó su arco en ristre y lo elevó lo necesario para que, físicamente, la flecha alcance la diana más lejana. Al soltar la cola de la flecha, esta se disparó y aterrizó en el medio de la diana, con otro tiro perfecto. Ambos mellizos estaban completamente sorprendidos consigo mismos y con lo fácil que les resultó usar un arco. Sherman parpadeó unas veces, sin poder creer lo que acababa de ver.

—¡Qué hijos de la gran mierda! —Maldijo el hijo de Ares, este se dio la vuelta, como buscando a alguien. —¡Oye Kayla, ven!

Llamó a una chica que justo caminaba cerca. Era aproximadamente de su edad, pelirroja con una mecha verde y con pecas adornando su nariz y mejillas. La chica se acercó hacia ellos a paso tranquilo. El hijo de Ares le dijo que a ella le tocaba la parte del tiro con arco y se largó. Kayla rodó los ojos y bufó, descansando sus manos en su cintura y volteó hacia los mellizos.

Las clases con Kayla no duraron mucho, puesto que no había mucho que los mellizos pudieran mejorar, salvo la postura. Incluso Kayla, que tenía talento para la arquería al ser hija de Apolo, se había cohibido ante la perfección de los hermanos.

Ese mismo día, llegaron las cazadoras de Artemisa, un grupo de trece doncellas inmortales que no envejecían y que acompañaban diariamente a la diosa de la caza. Eran inmortales, sí. Pero podían morir en combate, mas no de vejez.

A la hora del almuerzo, los mellizos se sentaron en la mesa de Hermes, donde había un nuevo integrante. Un chico un año menor a los mellizos, con cabello oscuro y desgreñado, piel oliva y ojos negros con un brillo salvaje y loco. Su nombre era Nicoló Di Angelo y, junto a su hermana, acababan de descubrir que eran mestizos, salvo que esta última se unió a las cazadoras de Artemisa apenas tuvo la oportunidad.

𝐋𝐢𝐞 ᴾᴶᴼDonde viven las historias. Descúbrelo ahora