La rosa que me diste

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Somos rosas, tenemos pétalos que maravillan y espinas que defienden, no molestamos a nadie y aún así nos cortan.

- Vilma, en la espera de algún día ser, 

más que una simple rosa.


Hace tres días leí las cartas de amor que me hiciste, las que pusiste en una pequeña cajita de cartón mal pintada de un color rosa claro

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Hace tres días leí las cartas de amor que me hiciste, las que pusiste en una pequeña cajita de cartón mal pintada de un color rosa claro.

Las leí una por una, me fijé en la fecha, en cada oración, en cada párrafo, en cada mentira.

Las cartas que me diste ahora solo son un montón de cenizas en mi jardín, fue una dura decisión porque no sabía si tirarlas al inodoro — y arriesgarme a que las tuberías se taparan —, o quemarlas — lo cual estaría afectando al medio ambiente. —Me fui por la segunda opción.

Discúlpame, madre naturaleza.

Las cartas, ahora son un montón de cenizas.

Un poco más de basura en mi casa.

Entonces, alcé la vista hacia la ventana de mi habitación, la luz del sol me mareó por unos segundos, el viento golpeó mi rostro al tiempo en que alborotó mi cabello y entonces la miré.

La rosa que me diste.

Subí las escaleras con pereza, arrastrando mis pies, siendo prácticamente un saco de huesos que es movido por un sentimiento de tristeza demoledor.

Demoledor, como un huracán

Eso fuiste en mi vida, un huracán nivel 6, fuiste algo que solo llegó para destruir y casi lo logras

Casi, honey.

Abrí la puerta de mi habitación y el olor a soledad — sí, ese olor existe — me invadió, me invadió de la misma forma en que lo venía haciendo hace varias semanas.

Las paredes blancas de la habitación me parecieron demasiado pulcras, demasiado puras, hasta me dieron ganas de tomar una lata de pintura y teñirlas de negro.

Dejé mi calzado a un lado y mis pies tocaron la alfombra, recuerdo que se sintió bien.

Observé el espejo que se encontraba en la pared derecha y me vi.

Era la viva imagen de lo que quedaba después de un huracán. Era un conjunto de desechos, era un desastre de sueños rotos.

Era penumbra, un espacio de iluminación parcial entre la sombra perfecta y la luz completa.

Entonces, caminé hacia mi ventana y la abrí, con manos temblorosas tomé el jarrón que yacía olvidado.

Rayos de sol entraron en mi habitación y hubo algo que no sabré definir, fue una especie de avance.

Me senté en el piso, la observé y recordé tus palabras.

─Me gusta creer que soy alguien importante para ti, que cumpliremos más de lo que creemos, que estaremos. Te regalo esta rosa roja, en señal del amor que siento por ti, en señal de que estamos destinados a algo más, algo que no es pasajero. Las rosas rojas serán lo más parecido a ti, entonces ten esta, déjala en tu habitación, no le eches agua, no la toques, solo déjala ser. La rosa marchitará y cuando lo haga, yo estaré para darte otra.

La pusiste en mi ventana en el jarrón que la traías. Nunca le di agua, nunca la toqué, pocas veces la admiré.

Te creí tantas palabras porque el amor me cegó.

Es lo que el amor hace.

Nos vuelve vulnerables.

Nos vuelve inestables.

Nos vuelve dóciles.

Nos vuelve felices.

El problema está en que la vulnerabilidad no es buena porque me hunde en una desesperante lasitud, la inestabilidad va de la mano con el caos, ser dócil me vuelve manipulable y la felicidad es momentánea, hoy eres feliz y mañana no, o al revés

El viento entró por la ventana, llenó la habitación con algo de polvo, pero le dio un extraño respiro.

Toqué los pétalos de la rosa y sonreí.

Ha pasado mucho tiempo desde ese día. Hoy me encuentro abriendo todas las ventanas de la casa, el viento corre por esta y sé que será un fastidio cuando deba limpiar porque el viento trae consigo polvo, pero se lo acepto y dejo de quejarme porque a cambio siento que se lleva las malas vibras, o eso me digo para que no sea todo tan miserable.

Una canción suena en la televisión mientras yo preparo un bocadillo, un sándwich de jamón y queso, porque el ver master chef aún no funciona para mí. Aún no sale mi chef interno.

Me muevo al ritmo de la balada y veo a mi cachorro.

Fideo, corre hacia la sala siguiendo una mariposa amarilla que entró a la casa. Lo escucho ladrar cuando esta se detiene en su cabecita.

Mi teléfono suena anunciando un mensaje, es de mis padres, ellos vendrán en media hora, pasaremos un fin de semana juntos después de tanto tiempo.

Observo el jarrón en la parte trasera del jardín, lo miro desde la ventana de la cocina y sonrío.

Porque ayer te odié y hoy no te siento.

Sonrío, porque ese día me elegí a mí.

Porque ayer te odié y hoy me amo.

Sonrío, porque la rosa que me diste era de plástico.

Como nuestro amor. 

La rosa que me diste | C O M P L E T A |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora