Déjame vivir un rato más

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La vida tan corta y a la vez tan larga, se esfuma en un suspiro, en un abrir y cerrar de ojos. Y cuando los abres de nuevo, cuando crees respirar otra vez, ya no hay nada, solo dolor.

Ester
Mañana del 20 de diciembre. Abro los ojos y veo un pequeño rayo de luz traspasando la cortina. Escucho el cantar de los pájaros y los ruidos de la calle. Me levanto con lentitud aun semiconsciente y siento el frio recorrerme por toda la espalda.
Entro al baño directamente y espero a que se caliente el agua. Siempre me he duchado con el agua hirviendo, incluso en verano. Me llamaban raro por eso. Ja, que buena razón.
Me cambio rápidamente entes de que el frío llegue a congelarme hasta los huesos. No me fijo mucho en mi aspecto, no es un día especial para hacerlo.
Desayuno una tostada con mantequilla y mi café matutino. Pongo el lavavajillas antes de que sobrepasen las 12 y salgo al trabajo.

El camino hacia la clínica veterinaria se me hizo eterno. No esta tan lejos pero parece que haya caminado una eternidad.
Entro esperando ver algún cliente esperando ya que se supone que ya estamos abiertos, pero lo único que veo es a la secretaría y uno de nuestros doctores conversando como si nada.

Escucho cómo me saludan e intentan decirme algo pero prefiero ignorarlo e ir a mi sala. Me pongo la bata y preparo todo lo necesario para el día, esperando que sea algo mejor que explicarle a una señora porque a su perro de un metro le cuelgan tanto los huevos.

El día transcurre rápido, sin nada interesante más que unas cuantas vacunas. Decido irme a casa un tanto tarde para limpiar mi sala. No me gusta que rebusquen entre mis cosas y luego desaparezcan.
Me despido de la limpiadora antes de irme y voy a un mercado a comprar algo para cenar. Mi nevera suele estar vacía desde que me emancipe y ya no hay nadie que me la rellene.

Diez de la noche. Estoy de camino a casa con una bolsa llena de diferentes productos para cocinar algo decente. La calle está demasiado oscura, no es como todos los días. No le doy mucha importancia y acelero el paso hacia mi apartamento.
Voy a cruzar la calle cuando veo unas luces traspasarme deslumbrando en el proceso.
—¡Hey chico, ¿estás bien?!
¿Qué?
¡No responde, llama a una ambulancia!
¿Por qué está tan oscuro?
Oh dios Carl, ¿cómo se te ocurre que es buena idea saltarse un semáforo?
¿Por qué siguen gritando?
¿Mamá?
Cada vez están más lejos, ¿por qué se alejan?
Lo siento cariño, no se que he hecho.
Sigo sin poder ver nada.
Tranquilo, la ambulancia ya llega.
Mi cabeza duele mucho.
Ahora ya no escucho las voces, estoy solo. Está muy oscuro, no me puedo mover. Poco a poco no siento mi cuerpo, pero mi cabeza sigue doliendo. Sáquenme de aquí, estoy cansado, aquí no hay nada.

Yo... ya no soy nada.

Sentimientos perdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora