Parte 1

13 0 0
                                    


Es de noche, una noche fría, tranquila, poco a poco se vuelve estruendosa para ellas.

Y están allí, como dos completas desconocidas, tratando de no verse fijamente la una a la otra. Ella, la más pequeña, se encuentra con una navaja debajo de una costosa mesa de madera que había sido tallada con ella. Ella, la mamá, está hablando con sus ilusiones; sufre de esquizofrenia, tiene un "amigo" que su propia cabeza crea.

Mientras la mamá pelea con su "amigo", escucha a lo lejos la caída de gotas de agua por el lavaplatos. Es un sonido irritante, el cual marcaba el tiempo de una manera insoportable, que no tolera. Es predecible. La mamá, ojerosa y despeinada, que no ha dormido en días porque su "amigo" no la ha dejado, escucha el goteo proveniente del lavaplatos y lo deja sin sonido de un solo estruendo.

Mientras tanto, la niña, debajo de la mesa, a la que un rayo de luz le marca el rostro, piensa en un plan para escapar sin que su madre la vea. Sin embargo, la mamá tira la mesa y ve a la niña en el piso.

Helen era una muchacha alegre, llena de vida y muy extrovertida que, a pesar de su condición, seguía adelante. Un día todo eso cambió. Para ella, el cielo que alguna vez fue azul, se convirtió en una gran masa sin color. Todo lo que alguna vez a ella la le hacia feliz desapareció.

Se llamaba Raúl. Estudió gastronomía en Oxford. Le gustaba mucho cocinar. Por el simple hecho de que hizo magia con la comida. Era un santo. Nunca había tenido novia. Era el bebé consentido de mamá o eso era lo que hacía parecer. Hasta que un día, una bella dama llegó a su restaurante. Era un gran restaurante. Tenía dos grandes palmeras en la entrada y un letrero que decía Fleur pâle. El restaurante tenía dos grandes y hermosos candelabros que brillaban como la luna, de noche, y el sol, de día. Las mesas fueron fabricadas en madera de pino, tenían dos manteles blancos, cada mesa tenía un toque especial; tenían, en todos los floreros, dos flores de distinta clase. Le daba un toque auténtico. Cuando Raúl vio a la bella dama, quedó profundamente perdido en sus ojos cristalinos verdes.

Raúl mandó un mesero a la mesa de la bella dama a tomar su orden. Sin embargo, Raúl notó que a la bella dama la rodeaba un aura de soledad y tristeza que acababa con él. Ella miró a mesero y le dijo su orden.

Después de un rato, cuando Helen terminó de comer, Raúl fue a su mesa y le preguntó si la comida estuvo bien. Ella le dijo que sí. Raúl y Helen quedarán mirándose fijamente, pero, luego, Helen solo lo ignoró. Raúl se fue y ella se volvió a sentar. Estaba asustada, sentía que era peor que había hecho en su vida. Fue adonde se preparaba la comida, ahí estaba Raúl, y le dijo que lo sentía mucho.

La vida de Helen tomaba color de nuevo. Quién iba a pensar que por una simple y tímida sonrisa, todo cambiaría. Sin embargo, él no sabía. No sabía nada.

Helen y Raúl hacían todo juntos. Eran felices. Nunca faltaron las peleas, pero siempre se reconciliaban. Se notaba en sus ojos que se amaban, cada vez que se veían se era como si fuera la primera vez. Hasta que Helen analizó todo y ... se dio cuenta de que ella no estaba echa para eso. Fue al hermoso restaurante de Raúl. Helen quedó sorprendida porque no se había percatado de la belleza de aquel lugar. Decidió entrar y con lo primero que se cruzó fue con Raúl besando a otra chica. En ese momento, la vida de Helen se reinició. Entró como cualquier comensal, se sentó en la primera mesa que encontró y, en cuanto se acercó a Raúl, notó que estaba nervioso. Él sabía que ella sabía ... ella lo besó y detectó un cuchillo que estaba en la mesa y comenzó a rozar el acero frío del objeto por la espalda ... y lentamente pasó hacia el abdomen y se lo introdujo con tanto cuidado, que las demás personas no se dieran cuenta, ni tiempo de gritar tuvo Raúl. Las pupilas de este se dilataron tanto como si fueran a explotar. Él la miró a los ojos y pudo ver en los ojos de Helen, sed de venganza y ella pudo notarial en los ojos de Raúl cómo su alma se iba de su cuerpo, y le dijo: «Ya sabes que es por tu bien ... Nos vemos en el otro mundo, mi amor ... ». Hasta que los ojos de Raúl se quedaron totalmente blancos, fue cuando Helen soltó una sonrisa pícara, porque sabía lo que tenía que haber terminado para ella ... y se fue. Salió tranquila del restaurante, estaba tan tranquila que tenía que llevar el cuchillo para recordar el amor de su vida y se fue.

Ella no sabía a dónde iba a medida que avanzaba, hasta que llegó a un bosque. Cuando paró su recorrido, se dividió una pequeña cabaña a lo lejos. Cuando llegó a ella, se quedó observando un momento y todo estaba como antes. La mesa con el mantel plástico y el florero de pasta con una flor marchita y la silla sin una pata.

Ella vivió allí. Mucho tiempo atrás, Helen vivió aquí con su mamá. Su papá las había dejado ya, hace tiempo. Eran felices. Sin embargo, Helen se acordó de cuando estaban allí, una noche fría en la cual su mamá le quería hacer daño por culpa de su "amigo". Helen se acordaba a la perfección de aquel día ...

Después de que la madre había tirado la mesa, Helen lanzó, hacia su madre, el cuchillo frío, con el que alguna vez esta tallaba la costosa mesa de madera. Sin embargo, Helen no apuntó correctamente y el cuchillo cayó encima del mezón, sobre una cuchara que sostenía a otra, la cual salió volando hacia la cabeza de su madre y la dejó inconsciente. Helen se sentía arrepentida y decidió salir corriendo hacia el bosque. Ella corrió, corrió mucho. Sus hermosas ebras de cabello doradas, como el resplandor de la gran estrella que iluminaba sus días, se oscurecían a medida de que el sol iba escondiéndose. Y llegó a un árbol. Era un gran y hermoso Abedul en medio de un bosque oscuro. El reflejo de la luna se posaba en el gran árbol, que resplandecía como una estrella en toda la oscuridad. Sin duda era el árbol más hermoso que Helen había visto. Tenía grandes ramas y una hermosas hojas. Helen lo miró y se enamoró perdidamente porque sabía que esa era la única forma de ahogar el amor, que nadie le quiso dar, y el odio, que todos le dieron.

Después de estos recuerdos, Helen decidió volver a ver su hermoso árbol. Ella creía que sus males se acabarían, si volvía. Después de un largo camino, Helen lo encontró. Y efectivamente, todos sus males desaparecieron desde el momento que ella colocó esa cuerda que, cuando pequeña, sabía que la serviría de algo. Helen se quedo allí. 

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jul 14, 2020 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Antes de algo por el estilo ...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora