CAPÍTULO 2

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RESTAURANTE CECCONI’S 7:00 PM

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RESTAURANTE CECCONI’S 7:00 PM

Maldije en voz baja a Robert al encontrarme frente la entrada del Cecconi’s. Ya sabía yo que había escuchado antes acerca de este lugar. Suspire y me mire en el reflejo del auto, si, estaba hecha un desastre con el cabello sin forma, la blusa color gris de mangas y el pantalón estilo camuflado lleno de barro en las rodillas. Camine hacia la entrada del restaurante y como era de esperarse, no me dejaron entrar tan fácilmente.

―Perdone Señorita, ¿tiene usted reservación? ―pregunto un hombre a la entrada del lugar.

“Maldito, maldito Downey” –pensé para mis adentros.
―No, yo no, pero mi amigo sí. ―respondí tratando de sonreír cordialmente― El señor Downey ―agregue.

―¡Oh! Bueno… ―dijo al tiempo que me miraba a modo de inspección, de repente sonrió de manera forzosa― Entonces, sígame por favor…

―Gracias ―susurre también forzosamente mientras lo seguía por el lugar y buscaba con la mirada a mi queridísimo amigo. Finalmente lo encontré a un par de metros, claro, él si estaba con traje formal y se me empezaron a ocurrir millones de maneras para hacerle pagar al ver como sonreía divertido. Después de que el empleado se marchara de nuevo me senté en la silla frente a él. ―Te voy a matar, Robert ―repuse.

―¿A mí? ¿Qué te hice? ―pregunto actuando con inocencia exagerada.

―Te dije que tenía una sesión fotográfica en el campamento de entrenamiento militar y no supusiste que estaba un poco desordenada para este lugar ―respondí.

―¡Pero si te ves maravillosa! ―repuso inclinándose sobre la mesa y dándome un sonoro beso en la mejilla.

―Pues deberías preguntarle eso a las docenas de ojos que no paran de mirarme ―replique en un bufido.

―Seguramente no te miran por la ropa querida ―agrego con una media sonrisa.

―¿Sabes qué? Mejor dejémoslo así, tengo mucha hambre… ver a todos hombres haciendo ejercicio me dio apetito.

―Pero si tú no hiciste ejercicio.

―Te digo que con verlos me fue suficiente ―dije llamando a uno de los meseros.

―Tu si no cambias, ¿verdad? ―repuso Robert riendo.

―Ni falta que me hace, así me adoras.

―Cierto, así te adoro ―aseguro guiñándome el ojo. Sonreí y le mostré la lengua a lo que respondió también mostrándome la suya.

―¿Que desean ordenar? ―pregunto una voz a nuestro lado haciéndome sobresaltar.

―Plin agnolotti con trufas negras y Cicchetti, por favor ―pedí aun mirando la carta.

―Yo quiero también Plin agnolotti con trufas negras ―pidió Robert― Y una botella de vino blanco Sauvignon.

―Excelente elección, en un momento traigo su cena ―agrego el mesero antes de irse de nuevo.

EN LOS TIEMPOS DEL AMOR (ROBERT DOWNEY JR) (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora