La salida del sol inevitablemente llegó anunciando el inicio de un nuevo día, el día en que Yoh partía a Norte América.
Eran ya las 7 de la mañana cuando el shaman despertó abriendo los ojos después de aquella noche de consumación. Las cortinas estaban cerradas, por lo que aún estaba oscuro así que a tientas empezó a buscar la mano con la que durmió enlazada, pero no importó que tanto expandiera el terreno de su exploración, aquella mano no estaba. Finalmente se levantó del futon, se acomodó el yukata y caminó hasta una de las paredes para presionar el interruptor y encender las luces.
Miró con inexpresividad el lugar donde hasta hacía poco se encontraba descansando...Vacío.
Giró su rostro mirando la puerta de su habitación y entonces dejó salir un suspiro apenas audible cargado de decepción.
Su prometida se había ido ya.
Nada sería más perfecto que despertar a su lado, eso lo volvería la primera de muchas futuras noches excelente. Pero bueno, de alguna forma también se hubiera sentido nervioso de ser así.
Algo decaído y aún adormilado se condujo hasta su cama pero antes de que él se recostara de nuevo, la puerta de su habitación se abrió de golpe logrando detenerlo.
—Ni lo pienses— habló con dureza una voz femenina y familiar. El adolescente se giró para verla, ahí estaba ella, con su vestido negro y corto y los cabellos rubios cepillados.
Él pasó saliva y se rascó la mejilla izquierda mientras sonreía y dejaba oír una tonta risa. La chica se cruzó de brazos y se recargó en el marco de la puerta.
—Sólo quería dormir un poco más...
—No hay forma. Falta poco para que vayas al aeropuerto.
—Lo... Lo siento— dijo sintiendo el habitual miedo hacia quien sería su esposa, la cual cerró los párpados y dejó salir un suspiro.
—Hoy es el día en que te irás—musitó aparentando calma y abriendo los ojos los fijó en algún punto inexistente del suelo de madera.
—...Si— dijo mostrando una sonrisa débil mientras guiaba sus ojos hasta donde ella.
—Hay muchas cosas que debes hacer antes. Espero tengas todo listo.
—Si...— dijo sin dejar de mirarla.
—Bien.
Ella lucía tan calmada, tan serena... Tan diferente a la noche pasada.
Pareciera como si nada hubiese ocurrido, cómo si todas esas caricias y besos hubieran formado parte de un dulce sueño... Pero no era así.
En verdad todo había sucedido.—... ¿Cómo te sientes?— cuestionó mientras que como restándole importancia, miraba a otro lado con un pequeño sonrojo apoderándose de sus mejillas, creyendo que quizás ella aún se sentía adolorida, recordando los gritos ahogados y como sus uñas se habían clavado en él.
—Estoy bien—respondió la chica disimulando su vergüenza y regresando su mirada hacia el frente.
—... Ya veo— contestó él mientras esbozaba su típica sonrisa despreocupada.
Anna lo miró inexpresiva por un momento. Él siempre era tan él...
Tan alegre...
Tan despreocupado...
Ella lo amaba de esa forma, aunque a veces era desesperante.—Bien, Entonces yo iré a levantar a Tamao para que haga el desayuno—anunció y después giró su cuerpo dando media vuelta regresando al pasillo.
—Espera Anna— la detuvo Yoh caminando hasta ella.
— ¿Qué quieres?— Contestó con su habitual aspereza, si, no importaba lo que hubiera sucedido, ella no cambiaría su actitud.
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Un heredero para los Asakura
RomanceEllos eran jóvenes, él tenía sólo 15 años y su novia 14. Pero pese a su corta edad, los adultos habían decidido que ellos debían tener un hijo para tener asegurado al siguiente heredero de la familia.