Narra Juan Cruz

26 2 0
                                    

El día que conocí a mi Ángel, no era tan Ángel, pero su apodo también se lo puse ese día. Fue por julio en vacaciones cuando tenían catorce años y yo quince, un fin de semana que nos fuimos todos a la casa de la mama de Lionel. Es costumbre ya de nuestro grupo que cada vez que salimos de fiesta con Lionel nos ocurre una desgracia. No es el, es que debe estar maldito por el Dios de la joda por no salir tan seguido como nosotros. Bueno, esa es mi teoría. Y esa noche no fue la excepción.

En nuestra previa en Balcarce estábamos Simón, Ramiro, Francisco y yo junto con Luciana, Sol y Lio pero Sol y Lio se fueron a buscar a Lourdes en la camioneta de Lionel y nos íbamos a encontrar después todos en el boliche. A todo esto nosotros no la conocíamos, lo único que sabíamos era que se había hecho muy amiga de Lio y Fran a pesar de que casi no la veían.

Salimos de la casa de Lio y nos fuimos a un boliche que estaba casi en el centro de la ciudad. Era bastante más chico que la mayoría de los que yo conocía pero el ambiente era bastante bueno. Habíamos quedado en juntarnos a la una de la mañana en la parte de arriba por lo que cuando me di cuenta que era la una y media supe que algo iba mal. Salí afuera al balcón y mirando a la vereda de enfrente pude ver la  camioneta de Lionel estacionada, pero cuando moví la cabeza para volver adentro pude ver a unos tres sujetos, que parecían bastante grandes hablando con Lionel y parecía que en cualquier momento se iban a pelear. Les avise a los otros que Lionel estaba abajo y parecía que estaba algo complicado y bajamos lo más rápido que pudimos, pero había mucha gente y tardamos un poco. Cuando llegamos a la salida Lionel estaba en el piso, Sol estaba en medio de un ataque de pánico y había una chica intentando alejar a los tipos de Lionel pero por más que les daba pelea, de un manotazo la apartaron y se les unió un cuarto sujeto a pelear. En ese momento hice lo que todo buen amigo debe hacer ¿Separar la pelea? ¡No! Entrar con una patada voladora en medio de la pelea. Sin duda funciono porque de un momento a otro los teníamos encima e hicimos lo que pudimos. La otra chica arrastraba a Lio para alejarlo de la pelea. Ramiro y Fran que nunca habían estado en una pelea más que por una falta en futbol  repartieron piñas por todos lados y Simón como siempre me cubría la espalda mientras yo peleaba con el más grande de todos. Pero el más grande era también el más cobarde, ya que dejo la pelea mano a mano y saco una navaja, la cual me dio muy cerca del ojo pero se la logre sacar y se la tire al medio de la calle. Al final se vieron en desventaja ya que les dimos una paliza y eso que éramos la misma cantidad y ellos eran más grandes, al menos físicamente. Los de seguridad del boliche ni se mosquearon durante la pelea, si hubiera sido por ellos hasta llamaban a la policía, por lo que me sorprendió que se mostraran predispuestos a ayudar llamando una ambulancia porque lio perdió el conocimiento.

En la guardia del hospital nos trataron bastante mal. Nos retaron por pelear, nos llamaron escandalosos y no le dieron ni un calmante a Lionel, solo le hicieron una radiografía para asegurarse que no hubiera rotura de huesos ni nada y lo dejaron unas horas internado, pero saldría para las siete, justo a la hora en que íbamos a volver así que daba igual. A nosotros menos que menos nos atendieron. A mí me sangraba y ardía donde me habían lastimado en la cara pero me senté en el cordón de la calle frente a emergencias y me sostuve la cara con la camisa porque solo me dieron una pomada, ni siquiera una gaza. En eso veo que la chica que se había metido en la pelea cruza la calle y se sienta al lado mío.

-Noche difícil ¿No?

-Un poco. Y encima el hospital no ayuda para nada a mejorarla.

-Es siempre lo mismo acá, solo espero no me toque nunca caer enferma- dijo negando. Luego se volteo a verme -¿Te pasa algo en la cara?

-Me está sangrando, me tengo que poner esto-Y le mostré el tubo amarillo que me habían dado.

-A ver, déjame ayudarte- Ella agarro la crema y sin asco y con mucho cuidado limpio un poco la sangre y me paso la crema fría por la herida. Luego me miro sonriente deteniendose –Creo que termine.

Me dio la crema y mire el frasco otra vez un poco atontado. Juro que me dejo de doler ni bien me puso eso, así que comencé a sonreír como un tonto -Gracias Ángel- ¿Y cómo mas le podías decir a alguien que te había curado sin siquiera conocerte?

-Soy Lourdes - Y lo dijo en el típico tono que dejaba explicito un ‘’No me digas Ángel’’

-Lucy in the sky entonces- dije intentando hacerla enojar.

-Tú debes ser Cruz, ya me advirtió Lio que eras un idiota.

-Soy Juan Cruz, no Cruz. No me gusta que me digan así.- Y era cierto. Cruz sonaba algo angelical

-Entonces se queda de apodo Cruz- dijo con una sonrisa malvada.

-Entonces se queda de apodo Ángel- le respondí sonriéndole también.

De ese día tengo dos recuerdos: Una bonita cicatriz y un Ángel.

La Historia que nunca ocurrióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora