Capítulo dieciocho- [parte cuatro]

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Era de mañana nuevamente. Harry despertó con la vista negra, sus pestañas rozaban una tela que no le permitía ver alrededor, tenía un resaca del infierno, trató de mover sus brazos pero una cuerda raspó su muñeca. Lloriqueó de dolor. También trató de mover sus piernas pero fue el mismo resultado. El pánico lo domó. La habitación en la encontraba estaba fría, muy fría y olía a quícos. Empezó a gritar por ayuda, fue puro eco. Escuchó que pasos se acercaban. Sentía miedo hasta los huesos. Temblaba todo su cuerpo. Tal vez y era un psicopata que le gustará matarlo, pensó.

—Buen día, amor— le dijó una voz, era de un hombre.

—¿Dónde estoy?— preguntó gritando y agitado.

—En un... buen lugar— sentía que pasos se acercaban a él— ¿a mí me recuerdas?

Le dió un beso bajo su oreja, se estremeció. Su voz, ya más cerca, se le hizo muy familiar. Pensó en quién podría ser.

—Te haré recordar, cariño— ese apodo lo hizo pensar en Louis, él le decía así. Sintió unos labios sobre los suyos suavemente, esos labios desconocidos, empezaron a moverse. Él se quedó paralizado. ¡Esos labios eran de Lou!

Alivio, nervios y confución se mezclabam en Harry. Fue un alivio saber que era Louis en vez de otra persona loca, pero ¿porqué lo tenía amarrado?

Louis detuvo el beso y miró sonriente a Harry. Él se quedó con los labios entreabiertos, pidiendo... un poco más.

—Louis, ¿qué hago aquí?— le preguntó Harry.

—Guau, has sabido quién soy muy rápido— echó una risita—, ¿qué decías?

—¿Qué estoy haciendo aquí?— con más impaciencia le preguntó.

—Oh, bueno digamos que... secuestrado, sí eso es. Estás secuestrado, Harry.

—¿Por quién?— medio gritó.

—Por mí, tontito. ¿Quién más?

A Harry le empezó a subir y bajar de que él lo haya secuestrado. El enojo empezó a ser presente en su conciencia y le preguntó.

—¡Quiero que me desamarres de una puta vez para partirte la cara!

—Shh, tranquilo vas a estar bien.

—¡Suelta...— el toque de Louis en su entre pierna lo interrumpio—. ¿Q-qué haces?

—Haré que pases un buen rato, ¿que más?

Le quitó la tela negra de sus ojos y admiró sus hermosos ojos verdes. Su rostro era de un hombre ya relajado —un punto para Louis— , las palabras ya no le salían y su respración era acelerada.

—Tranquilo Harold, confia en mí y vas a estar bien— esas palabras le bajaron su enfado conciderablemente. Le asintió—, de acuerdo. Entonces dejate querer.

Le desató primero la mano derecha y depositó un beso en su muñeca roja. Hizo lo mismo en su otra mano. Bajo a sus tobillos para desamarrarlos, igual dejó besos pero ahora humedos. Se sentía bien, pensaba Harry.

De nuevo en su rostro, Harry le repartió besos mientras le quitaba el cinturón de su pantalón. Harry ya se encontraba duro como una roca. Un beso en el cuello dejándole marca, fue el motivo de que dejara salir un gemido. Louis sonrió.

El ojiazul se sentó sobre sus piernas atrayendo a Harry del cuello de su camisa. Lo besaba dándole caricias por todo su pecho y abdomen. Louis acomodó sus manos en su nuca jugando con su cabello aún besandole los labios. Harry movió sus piernas a la cintura de Louis también acariciandolo. De ahí paso a su espalda baja y metió sus manos bajo la camisa del ojiazul. Por eso, Louis dobló su espalda; las manos de Harry estaban un poco frías y su piel estaba tibia.

Stockholm Syndrome - Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora