『Capítulo 6』

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Al finalizar el partido de captura la bandera, la momia en la que habitaba el espíritu de Delfos (El Oráculo) salió del desván en el que usualmente se encontraba y recitó una profecía que le puso a Myles los vellos en punta

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Al finalizar el partido de captura la bandera, la momia en la que habitaba el espíritu de Delfos (El Oráculo) salió del desván en el que usualmente se encontraba y recitó una profecía que le puso a Myles los vellos en punta.

Uno se perderá en la tierra sin agua

Y uno perecerá por mano paterna.

Dos partes de la profecía que Myles no podía sacarse de la cabeza. La primera parte podría significar una muerte en el desierto. La segunda hacía clara mención a un filicidio. Eso significaba que quizá dos personas morirían ¿Serían las dos chicas de su sueño? Quizá, no lo sabía. En sus sueños no habían ni padres ni desiertos, una de ellas estaba en una cápsula de bronce y otra en la falda de una mujer.

Cuando Myles se dispuso a hablar sobre su sueño, ya era demasiado tarde, un grupo ya había salido a una misión en busca de Artemisa. En ese grupo estaban ambas chicas que había visto morir. Si lo decía ahora, no serviría de nada y nada cambiaría, es más, sería hostigado por no decirlo antes. Myles no quería aquello. Si le decía a Quirón, nadie saldría a impedir que sigan con su misión. Solo le quedaba rezar a todos los dioses habidos por haber porque sus sueños no se hagan realidad.

La semana de Myles se resume en un revoltijo de ansiedad y nerviosismo. El rubio había intentado de todo para tranquilizarse, pero nada funcionaba. Tocar la guitarra no lo distraía lo suficiente. Prosiguió a intentar seguir con sus trabajos incompletos de poesía, para ello necesitaba alejarse de los campistas todo lo que pudiera. Estaba sentado en la playa, frente al mar. Aún con el frío polar de invierno, los rayos del sol eran totalmente cálidos y disfrutados por el rubio.

Myles comenzó a leer su incompleto poema una y otra vez, sin encontrar la palabra adecuada para el final.

Nadie le dirige la palabra
La soledad la invade como Roma a Hispania
Es arduo que su corazón a los demás se abra
Disfrutar la soledad la hace sentir una...

—Diablos. —Myles, se dejó caer rendido en la arena, con los ojos cerrados y brazos desparramados a sus costados.

—Alimaña —Una voz femenina hizo que Myles abriera sus ojos de golpe, viendo a una chica de su edad, con rasgos asiáticos. Myles reaccionó retrocediendo un poco, intentando ocultar el poema —¿Sucede algo? Alimaña pega, ¿verdad?

Era una de las chicas más lindas que había visto en su vida. Sus ojos rasgados eran de un cálido café, su piel parecía no tener ninguna imperfección, incluso bajo el maquillaje. Sus pequeños labios estaban adornados de gloss. Sus cabellos negros caían como tirabuzones alrededor de su rostro y sus ojos tenían un ligero delineado rosa difuminado. En su pecho yacía un bonito colgante de diamantes brillantes con una D, incluso desde el suelo, Myles podía oler un rico perfume de rosas, pero también nuez y pino.

Myles meneó la cabeza en respuesta a la pregunta de la chica. El chico era reacio a que la gente supiera sobre su gusto por la escritura, involucraba sensibilidad y manifestación de sentimientos, hubiera sido el hazmerreír de sus compañeros de clase. Por ello mismo nadie mas que su hermana sabía su secreto, arruinaría su reputación por completo.

𝐋𝐢𝐞 ᴾᴶᴼDonde viven las historias. Descúbrelo ahora