Lágrimas

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En la lejanía se puede escuchar el golpe seco que hacen los constantes disparos, alejada por varios metros desde dónde están. Lágrimas silenciosas bajan en el rostro de la enfermera que ha perdido a su primer paciente. Era un hombre joven, de veintitantos años que la había llamado por el nombre de otra persona. 

La vida de Ochako era dura siendo una inmigrante establecida en Rusia. Su familia se había mudado allí hace ya muchos años, mucho antes que ella naciera, de hecho y tenían una reputación acomodada. Tenían su propio restorán de comida japonesa en Moscú. Ochako se suponía debía seguir aquella herencia Japonesa. 

Pero sinceramente, Ochako había nacido como Sovietica y moriría así. Si bien para su familia le costaba ver la influencia negativa que tenían los japoneses en la segunda guerra mundial, para Ochako era un país más, que sencillamente, estaba "siguiéndole las de abajo a Hitler" 

Ella había nacido en 1926, cuando la ciudad de Leningrado llevaba tres años llamándose así y no Petrogrado, como su familia vivió gran tiempo. Allí tenía pocos amigos, todos inmigrantes distintos y solo un amigo japonés que era de la familia de dos calles hacia el norte, con el cual se llevaba bastante bien. En 1942, la segunda guerra mundial había estallado hacía tres años y ella se moría poco a poco por la ansiedad. La Unión Soviética necesitaba enfermeras y también pilotos en el frente. Le había rogado a su padre que le diera el permiso necesario para ir a ayudar a su patria, pero él fue firme en su decisión.

"Es una guerra de la que tú no debes estar implicada. No es tu patria." 

"¡Pero pertenezco a la Unión Soviética, padre!" 

La respuesta fue determinada por el llanto de ella y él cerrando de un portazo. Le gustaba el ejército ruso, no había una una distinción entre hombres y mujeres, aquello era un sueño para ella. 

¿No ser juzgada por ser mujer y considerada alguien débil automáticamente? Su hogar, a diferencia del resto de familias soviéticas, estaba constituido de manera muy conservadora; una madre sumisa y un padre demasiado estricto. Las niñas debían ser entrenadas para ser esposas ideales y los niños para seguir el ejemplo de sus padres; ¡Ochako no quería eso! ella quería ser libre, quería pilotar un avión... no quería casarse. Su hermano por otro lado se había salvado de ser soldado, Takeshi al menos entendía su posición. 

En sus sueños al menos podría ser libre. 

Un día, viendo el periódico, vio que el ejército rojo necesitaba ayuda de manera urgente. La batalla contra Alemania estaba perdiéndose y el sitiado que había en Leningrado estaba matando a casi todas las fuerzas que llegaban allí. 

Ochako entendió en ese momento que debía marcharse. Tenía apenas dieciséis años en cuanto tomó algunas provisiones para su viaje, su identificación y además, dejó una emotiva carta encima de su mullida cama. No miró hacía atrás en cuanto se despidió de su familia aquella noche. Su madre sospechó de ella pero aquella despedida había sido tan hermosa, que Tanako no se quejó. 

Hasta la mañana siguiente, cuando encontró la cama vacía, una carta y las pertenencias más preciadas de Ochako en un rincón. 

Esa mañana, Tanako lloró como nunca antes lo había hecho y entendió que si le había dejado aquellas posesiones, era porque Ochako no tenía certeza si llegaría con vida o no. 

— ¡Hey! Dmitry, ¿¡vas a la estación!? ¿podrías llevarme? Voy hacia el frente. 

— Voy allá mismo, ¿irás a enlistarte? 

— Sí. No sé si como piloto o como enfermera. — explicó con calma la muchacha, aunque por dentro era un manojo de nervios y pena por dejar a su madre y hermano solos. 

Una vez más [Kacchako]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora