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Mordí mi labio inferior inevitablemente mientras observaba la sala. Seguro estaban por llegar. Bueno, Nate no. Él estaría cenando con Marla. Pero Mika y mis padres seguro estaban a un par de minutos.

¿Qué iba a decirles? Seguro Nate ya les había contado. No podía presentarles a Becca. Lo que teníamos era más falso que las extensiones rubias que se había puesto mamá para los dieciséis de mi prima. Pero me iban a preguntar.

Mis pasos se estaban volviendo frenéticos en el espacio entre la mesa de centro y el sillón de la sala. Seguí mordiendo mi labio mientras pensaba qué hacer. A lo mejor podía presentársela. De todas maneras los anónimos no se veían como algo que se fuera a terminar muy pronto que digamos.

No, no. Mejor puedo decirles que Becca tiene ansiedad social. Sí, le darían su espacio y no presionarían para conocerla. No. Sería muy cruel. ¿Y si solo les decía que no era algo serio?

Me quedé tieso cuándo esa idea se cruzó por mi mente. Tenía que dejar de pensar en cosas estúpidas. Si decía eso Mika empezaría con un sermón, mamá diría que no podía creer que fuera ese tipo de chico, y seguro que papá me miraría con decepción el resto de mi vida.

Solo imaginarlo me hizo poner una expresión de horror y sufrimiento.

    — Din Don.— canturreó mamá del otro lado de la puerta.— Ya llegamos, mi bebé.— dejó su bolsa en el perchero y entró seguida de Mika y papá.

Mika fue el primero en lanzarme la mirada. Esa típica de «tenemos que hablar, hijo». Sí, aunque fuera mi hermano.

Se quitó la corbata y el saco y los aventó a una silla.

Mamá bajó en su pijama y se sentó con las piernas cruzadas en el sillón frente a mi, junto a ella tomaron lugar mi papá y Mika unos momentos después. La indirecta hizo que sintiera que se me salía el alma. Ya me tenía que sentar.

    — Nate nos contó que hoy fuiste a casa de una amiga tuya.— comenzó Mika.

    — Eh, sí, bueno...

    — Virgen hasta el matrimonio, Alex, en eso habíamos quedado.— me interrumpió mamá.

    — ¡Mamá!— se quejó Mika por mi.— Alex no hizo nada de eso— me lanzó una mirada.— ¿Verdad?

    — ¡Sí!— mi mamá levantó la cabeza.— Quiero decir, ¡No! No, no. No.— sentencié.

    — Creo que todos sabemos que tienes algo que contarnos.— prosiguió papá para calmar las aguas.

    — Bueno, Becca es mi...— ¿De verdad iba a decirles esa mentira?

Los tres estiraron el cuello hacia mi mientras alargaba la palabra.

    — Mi, mi, mi— repetí rápidamente.— Mi novia.— sonreí incómodo ante mi descaradísima mentira.

Mi mamá saltó en su lugar y se puso las pantuflas.

    — Mi bebé está creciendo.— papá sonrió satisfecho, dando a entender que compartía la opinión de mamá.— Entonces vas a invitarla a comer, al restaurante, o a cenar. Puede venir a la casa.

Mika que se había levantado observó a mamá desde la cocina, mientras se preparaba un sándwich.

    — ¡Ay, sí, sí, sí! Ya la quiero conocer. Seguro que hacen linda pareja.— me aseguró mientras se levantaba para desmaquillarse.

Papá se me acercó y me dió un abrazo seguido de una palmada en el hombro.

    — Puedes estar con quién quieras, pero no descuides la Universidad, ¿De acuerdo?

    — Sí, papá, no te preocupes por eso.

    — Yo digo que la invites cuánto antes, ¿Qué tal el sábado? Invítala al restaurante a comer.— dijo mamá.

    — Está bien.— le dije no muy convencido.

¿Era en serio? ¿Iba a mentirles así? ¿De verdad estaba considerando llevar a Becca a comer para que conociera a mi familia?

    — Bueno, bueno. Todos a dormir. Nate va a llegar tarde hoy, así que a la cama.— nos apresuró mamá.

    — ¿Tarde?— pregunté. Siempre que Nate iba a sus citas con Marla, volvía por muy tarde a las diez.

    — Tarde.— asintió papá.

    — Es su aniversario, Alex. Deja que lo celebren.— me dijo Mika antes de subir detrás de mamá y papá.

Me obligué a subir a mi cuarto para dormir. El aniversario de Nate. Llevaba dos años con Marla. ¿Esperaban que Becca y yo llegáramos a tanto? Miré el techo algo preocupado. No sentía que Becca y yo fuéramos compatibles. Quería decir, Becca era linda, enigmática, misteriosa, reservada, estudiosa y carismática a su manera, ella... No, ¿Qué? No, Becca era grosera, terca, y orgullosa.

Sentí como se me descomponía la expresión conforme me daba cuenta de hacia donde se iban mis pensamientos. Tenía que ser broma. Una muy mala. ¿Por qué ella?

    — Ay, no.

Tienes Prohibido EnamorarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora