4. Para Siempre

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Siglo XXI; nuevamente se encontraba inmerso en la soledad. Había sido incapaz de entablar cualquier tipo de relación desde que perdió a su hijo y alma gemela por unos cazadores. Aún recuerda aquel suceso como si hubiera ocurrido hace un par de horas atrás, hasta había noches en las cuales era incapaz de dormir debido a que soñaba con aquello una y otra vez, como si se tratara de un disco rayado que únicamente repite lo que más daño le provoca.

Gran cantidad de veces se había esforzado en encontrarle un nuevo propósito a su vida, sabía que no podía depender de las personas que le rodeaban, era más que consciente de ello, pero por miedo a la soledad se aferraba al primer humano que conocía, apegándose al mismo hasta que llegara al final de su vida y nuevamente él quedara en la soledad.

Ahora que se encontraba en una época totalmente diferente a las anteriores se había decidido a probar una que otra cosa diferente. En tan solo un par de años probó varias profesiones, iniciando con ser barista por un par de años, otro par como vendedor en una tienda de ropa, niñero —siendo esta en la que duró más— y finalmente bailarín nocturno en una discoteca. Esta última era su preferida, ya que el ambiente era entretenido y le ayudaba a olvidarse de toda desgracia que había sucedido a lo largo de su inmortalidad. Igualmente era entretenido ver como atraía tanto a hombres como mujeres, varios llegaban a acercárseles, únicamente aceptaba para así poder beber algo de sangre fresca, pero nunca los asesinaba. Ahora era incapaz de cometer algún tipo de asesinato, era muy consciente en como cada persona era preciada e importante para alguien más, por lo cual siempre evitaba las fatalidades.

—Kai, es tu turno de salir al escenario.

—Ya voy, ¿colocaron las luces rojas?

—Sí, combinan con el traje que llevas.

El chico se levantó de su asiento, revisando por última vez su cabello y acomodando el saco que llevaba puesto. Estaba utilizando la vestimenta favorita del público, siendo un simple par de pantalones rojos y un saco del mismo color, debajo de este no llevaba nada, por lo cual era visible su torso trabajado, detalle que volvía loco a ambos sexos.

—Wow... nunca me cansaré de decirte que con ese traje pareces un dios griego...

—Gracias por subirme el ego.

Finalmente sale del camerino, suspirando profundo y dirigiéndose a la parte trasera del escenario, mirando su alrededor con desinterés, empezando a considerar el volver a cambiar su trabajo, ya que estaba comenzando a aburrirse del actual. Aparte, tener las noches libres para hacer otro tipo de actividades nunca se encontraba de más.

Se detuvo frente a unas cortinas, subiendo dos escalones y suspirando profundo, cerrando sus ojos por unos segundos para así conseguir entrar en la vibra correcta. La música no demoró en empezar a sonar, por lo cual separó con cuidado las telas y cruzó entre estás. Iniciaba con una simple y lenta caminata, ofreciendo una pequeña sonrisa ladina con quienes llegaba a cruzar mirada. Le era inevitable reír levemente al notar como uno que otro llegaba a sonrojarse, se le hacía sorprendente como algunos de los clientes llegaban a ser tan tímidos, pero igualmente eran capaces de asistir a este tipo de locales.

Empezó a moverse lentamente al ritmo de la música, asegurándose de sonreír de vez en cuando y lucir juguetón ante el ojo de los espectadores. No hacía nada maravilloso o sorprendente, pero según sus jefes, su simple presencia ya era cautivadora y sensual, razones por la cual seguía trabajando en el local. Por el rabillo del ojo llegó a notar un chico que iba totalmente de negro, sumando una gorra negra que imposibilitaba ver su rostro. Decidió que aquel chico sería su objetivo aquella noche, estaba más que seguro que se trataba de una persona tímida, por lo cual no estaría de más darle un recuerdo inolvidable.

Luna Llena |KAISOO/SOOKAI|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora