Una curiosa bienvenida

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El prestigioso colegio parisino Françoise Dupont siempre estaba lleno de vida. Sobretodo había un aula del colegio en especial en el que se decía que se encontraban los alumnos más especiales. Desde la hija del alcalde, Chloé Bourgeois, pasando por un supermodelo, Adrien Agreste, incluyendo a artistas y genios de la tecnología, todos los alumnos de esa aula estaban benditos con dones extraordinarios, ninguno se quedaba sin excepción.

La maestra, mejor conocida como la señorita Bustier, pasaba la lista de asistencia confirmando su curiosa teoría. Estaban todos, menos una de sus alumnas: Marinette Dupain-Cheng

—Chicos— hablaba la profesora, poniéndose de pie —¿Alguien sabe de Marinette? Empezamos la clase hace casi media hora

—Quizás Alya sepa— decía Rosita, una pequeña rubia inquieta y aficionada a las cosas tiernas

—Alya, ¿sabes algo?—preguntaba Nathaniel, un intrépido pelirrojo amante de las artes

—En realidad no— finalmente respondía Alya, morena con anteojos grandes y brillantes ojos hazel —No hablé con ella en todo el fin de semana. De hecho, no me ha contestado los mensajes. Estoy preocupada, a decir verdad—

Todos quedaron en silencio, mirando el asiento vacío de Dupain-Cheng. Fue ahí, en uno de los eternos segundos de tanto pensar, que la puerta se abrió y llamó la atención de todos, incuída la maestra.

Se trataba del director, el señor Damocles, quien entraba con su gigantezca barba y bigote.

—Buenos días, muchachos— saludaba el viejo señor —Les tengo dos noticias. La primera es que recibí una llamada del matrimonio Dupain-Cheng. Su hija desapareció el viernes pasado después del ataque del akuma de ese mismo día—

Todos inhalaron por la boca en modo de asombro, para después escucharse murmullos por toda la gigantesca aula. Aún incredula, la maestra giró la mirada hacia el director, quien tenía una cara levemente melancólica. Ahí, por curiosidad, movió la vista un par de milímetros, viendo hacia la puerta, viendo un chico de la edad de sus alumnos notablemente nervioso.

—Chicos, atención— volvía a llamar el director, aclarándose la garganta —Les agradeceremos cualquier información de la señorita Marinette, pero ahora quiero darles el segundo aviso—

El silencio reinó una vez más, pues ahora los alumnos pensaban que se trataría de una noticia aún peor.

—Quiero presentarles a su nuevo compañero. Sé que después de escuchar sobre la señorita Marinette les será un poco difícil concentrarse, pero les pediré a todos que mantengan el ánimo y sean amigables con su nuevo compañero... Ah... ¿Cuál es tu nombre?—

El chico, de corto cabello negro y enormes ojos azul brillante entraba tímido al salón. Era alto, con la nariz pequeña y unos labios pálidos carnosos. Blanco como la nieve, la mirada perdida, vestía unos jeans quizás una talla más grande que la de él y claro, una camisa blanca con una chaqueta de cuero negra que definitivamente no encajaba con su aparente personalidad.

—Yo... yo me llamo Morimet, señor. Mortimer Fu— el chico apenas en ese momento se atrevió a alzar la mirada.

Adrien Agreste lo miraba sin emoción alguna, quizás un poco de curiosidad. Alya Césaire alzaba una ceja. Kim le estaba frunciendo el ceño y por alguna razón Chloé Bourgeois le estaba sonriendo.

—Pues, bienvenido Mortimer— sonreía la señorita Bustier a como podía, señalándose su asiento —Siéntate al lado de Alya, por favor—

Mortimer obedeció, sonriéndole a Alya forzadamente, nervioso.

El director salió del aula y la profesora tomó un gis para ponerse a escribir. Fue entonces cuando Mortimer pudo sentir las miradas de sus compañeros, y no era de esperarse menos.

—Así que... Mortimer Fu— Decía Alya, abriendo su libro —¿Eres chino?—

—No, franco-chino. Soy de ascendencia china, pero soy francés— contestó el nuevo, con un notable hilo de voz

—Mi mejor amiga también es franco-china— Suspiraba Alya —De hecho, se parece mucho a ti. Los dos tienen el cabello negro, enormes ojos azules y...—

Alya se acercó un poco para verlo bien, entrecerrando los ojos y ajustando sus anteojos

—¿Y...?— sonreía el varón con un miedo increíble, imposible de esconder

—Y son casi iguales, ahora que lo pienso— Alya regresó a su posición original, sonriendo después— ¿Acaso todos los franco-chinos son iguales?—

Mortimer rió para liberar la tensión.

—Me encantará conocerla— finalizó él.

La clase continuó como debía ser. Al menos ese día estaba a salvo.

Mortimer estaba preocupado. Estaba seguro que sus padres la estarían buscando por todos lados. También aseguraba que el padre de Sabrina estaría a cargo del caso.

Pero si algo le deba mucho miedo, era el saber que ahora París estaba desprotegida contra los terribles akumas.

Mortimer suspiró, mirando el libro que le compartió Alya, pero sin prestar atención.

Mortimer lo único que quería era regresar a su cuerpo normal, con su cuerpo normal... a volver a ser Marinette.

À l'inverse ; Male!Marinette  {Chloenette} {MLB}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora