Cuando la campana sonó, todos empezaron a guardar sus cosas para después comenzar a salir uno a uno por la puerta. El receso había comenzado, la mayoría tenía hambre y la cafetería se llenaba con facilidad, así que algunos corrían para alcanzar una buena ración de lo que fuese que estuvieran sirviendo en ese momento.
Pero Mortimer Fu no tenía hambre.
Le dio espacio a Alya para que saliera, quedándose él en su asiento. Miró sus manos delgadas y grandes, manos de hombre, manos de hombre joven. Mortimer suspiró, la situación era cada vez más complicada, y ahora necesitaba un amigo más que nunca. Necesitaba a Alya, específicamente, a su confidente de siempre, su cómplice de toda la vida, su mejor amiga. Pero al parecer Marinette no estaba y por más que deseaba decirle a todos el problema en el que estaba metido, Mortimer había hecho un pacto con el maestro Fu sobre no decir nada.
Se levantó, comenzando a caminar con cuidado para bajar las escaleras y salir así del aula. Vio el patio y entendió lo feo que se sentía ser el chico nuevo. Sí, "chico", ahora era un chico.
Comenzó a caminar sin rumbo alguno, admirando a todos con los mismos amigos de siempre. Nathaniel estaba debajado de las escaleras dibujando algo como siempre lo hacía. Sabía que después de que Nathaniel terminara su obra de arte iría a desayunar. Por otro lado, estaban Mylène y su novio, tan tórtolos como siempre... Y un montón de chicos que no conocía.
Estaba consciente de que tenía que pasar desapercibido, así que se dirigió a la cafetería, donde se formó en la fila para recoger el desayuno: sopa de cebolla con pan y un huevo frito.
Una vez tuvo su comida en la bandeja, vio todas las meses. ¿Dónde debería sentarse? Se sintió frustrado, bajando la mirada, camino a una mesa vacía, cuando de pronto escuchó que alguien gritaba su nombre.
Su nuevo nombre.
—¡Mortimer, ven, aquí hay un espacio!— decía Alya en una mesa, alzando el brazo con efusividad.
Mortimer se sentió calmado, agradeciendo a la vida porque su mejor amiga fuera tan linda como siempre.
Mortimer comenzó a caminar hacia ella, sentándose en la mesa de niñas. Ahí estaban casi todas: Alya, Juleka, Rose, Alix. Sólo faltaba Mylène quien estaba ocupada derramando miel con su pareja.
—Es un gusto conocerte— decía Juleka, sonriendo, jugando con su comida mientras lo veía. Rose la miró con una ceja alzada, levemente celosa.
—Es un gusto conocerlas también... espero no les moleste que esté con ustedes— decía tímido el muchacho, encogiéndose de hombros
—No es problema— decía Alya —Aún recuerdo cuando llegué aquí. Me saludaron todas menos Chloé Bourgeois... agh, esa chica pesada—
Mortimer separó los labios para hablar, pero se dio cuenta de que estaba a nada de hablar como Marinette, así que fingió demencia.
—¿Quién es Chloé?—
—Es una chica insoportable. La hija del alcalde, niña de papi, aspirante a la diplomacia. Es la rubia de cola de caballo alta que siempre está con Sabrina, una pelirroja— añadía Alix, comiendo de su pan
—No digas eso, Alix. Es una niña linda, solo es muy mimada— comentaba Rose, ahora haciendo que su novia, Juleka, la mirara con sorpresa.
—Yo... no lo sé, necesitaría conocerla— sonreía Mortimer con nervios, intentando aferrarse lo más que podía a su papel de su nueva vida.
—De hecho... creo que la conocerás ahora mismo— decía Alya, poniendo los ojos en blanco.
Fue ahí cuando Mortimer se giró, viendo que hacia él venía ella. Chloé Bourgeois caminaba de una manera en la que él como Marinette nunca se había dado cuenta. Caminaba moviendo las caderas, estirando las piernas, con los hombros atrás y moviendo el cabello. En otras palabras, caminaba como una modelo, y no era para esperarse menos.
¿Por qué nunca se había dado cuenta de su caminar tan sensual?
A sus diecisiete años, todos y todas empezaban a fijarse en los detalles de los demás. No para juzgar, sino por atracción natural.
Estaban a un año de finalizar la educación del lycée, y era justo en ese momento en el que todos querían seguir siendo estudiantes por siempre.
—Hola— saludó nervioso el chico nuevo al ver que Chloé estaba lo suficientemente cerca como para escucharlo
—¿Mortimer, verdad?— se detenía Chloé, cruzándose de brazos, haciendo una mueca de desinterés
—A-así es— afirmó con curiosidad, brío.
—Agh... Bueno, no importa— Bourgeois ahora dirigía la mirada hacia las chicas —Habrá un baile en mi hotel para celebrar la fiesta nacional, y quiero que vayan—
—Chloé, tienes suerte de que este año tengamos clases en pleno julio— reía Alya —Nos encantará estar ahí, Chlo—
Los demás hablaban. Chloé Bourgeois podía ser odiada por casi todos, pero había que reconocerle que siempre incluía a todos sus compañeros en sus fiestas y bailes de gala, sobretodo porque cuando los demás hacían alguna actividad extra no la excluían a ella tampoco.
—Bien, los veré ahí entonces— finalizó la rubia, dándose la vuelta y caminando de nuevo hacia su pequeña mesa.
Mortimer no dejaba de verla, impresionado. ¿Por qué nunca había visto a Chloé de esa manera? Tan bonita, tan... extravagante.
—Eh, Mortimer, ¿estás bien?— preguntaba la morena de gigantes anteojos, mirándolo pícara.
—¿Ah? Sí, sí — Mortimer regresaba a su posición, sin darse cuenta de que sus mejillas se habían teñido muy suavemente de un color rosáceo.
Rosita lo notó, pero no dijo nada.
Después sonó la campana, regresaron a sus últimas clases donde claramente Mortimer no ponía atención. Se sentía confundido. Estaba en un estado de intriga, quería saber por qué nunca encontró hermosa a Chloé y por qué por alguna razón no estaba obsesionado con ver a Adrien Agreste del otro lado del aula.
Las clases terminaron, todos empezaron a irse a sus casas. Mortimer tomó su pequeña mochila negra y se adelantó a la salida, donde encontró una escena desgarradora: a ambos de sus padres, Sabine y Tom, ambos abrazados, hablando con el director y con el padre de Sabrina quien era policía.
Mortimer quedó congelado, sin saber bien que hacer. Quería acercarse, decirle a sus padres que todo estaría bien, que Marinette regresaría... pero había hecho un voto de silencio y debía mantenerlo.
—Hey— escuchó una voz detrás de él, girándose. Le estaba hablando el mismísimo Adrien Agreste
—¡Adrien! ¡Hola!— se exaltó el pelinegro, aunque después se dio cuenta de que había fingido sorpresa. En realidad, por alguna extraña razón, ya no estaba ansioso cuando veía a Agreste. Maldijo por sus adentros, sintiendo la confunsión llenarle la cabeza nuevamente.
—Un gusto conocerte, Mortimer— sonreía el rubio, antes de ver que había llegado su chofer por él, suspirando —Perdón, sé que apenas hablamos pero tengo que irme— y dicho eso, se fue.
Mortimer emprendió su camino a su nuevo y temporal hogar, frunciendo el ceño.
¿Por qué Adrien lo había saludad? Lo más importante... ¿Por qué no sintió mariposas cuando se le acercó?
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À l'inverse ; Male!Marinette {Chloenette} {MLB}
FanfictionCuando todos conocieron a Mortimer, supieron que algo andaba mal, pero no sabían exactamente qué. Sin embargo, Mortimer logró adaptarse muy rápido al colegio, a sus compañeros y aparentemente a la vida caótica de la capital francesa. Mas había una c...