EPÍLOGO

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-Bienvenidos, hijos míos. –nos saluda. –Lo habéis hecho muy bien y me temo que vuestro viaje ha llegado a su fin, es hora de regresar. –eso implica abandonar Narnia de nuevo y separarme de sus habitantes y de los Pevensie. La simple idea de ello me inunda de tristeza. Al parecer Peter lo nota y aprieta con fuerza mi mano. Me giro hacia él y me dedica una sonrisa dulce pero triste a la vez, él está sintiendo lo mismo que yo.

-¿Esta es tu nación? –pregunta Susan.

-No, querida. Mi nación está más allá. –explica señalando con la cabeza la gran ola que se alza ante nosotros.

-¿Está mi padre ahí? –pregunta Caspian.

-Me temo que eso deberás averiguarlo tú, pero te advierto que si cruzas no habrá vuelta atrás y no podrás volver nunca jamás. –le ofrece Aslan.

Caspian camina hasta la gran ola y toca el agua con la punta de los dedos, pero antes de cruzar se da la vuelta y regresa a nuestro lado.

-¿No entrarás? –pregunta Jake sorprendido.

-No. –responde. –No creo que mi padre se sintiera orgulloso de que abandone todo aquello por lo que murió y tanto nos costó recuperar. Llevo tanto tiempo pensando y anhelando lo que se me arrebató que no me he fijado en lo que se me entregó. Recibí un reino, un pueblo, una responsabilidad... -nos explica. –Prometo ser un mejor rey. –le dice a Aslan.

-Ya lo eres. –se limita a responder este.

-Majestad. –se abre paso Reepichep hasta hacer una reverencia frente al gran león. –Señor, he vivido grandes aventuras en esta tierra pero siempre soñé con visitar su nación. Sé que no soy digno de ello pero eso me haría el ratón más afortunado del mundo.

-Mi nación fue creada para corazones nobles como el tuyo, sin importar el tamaño de su portador. –el pequeño animal se gira en nuestra dirección con su rostro repleto de felicidad.

-Te lo mereces, Reep. –le aseguro con una sonrisa.

-Oh, alteza. –se sorprende.

-Es cierto. –me secunda Edmund. –Nadie lo merece más que tú.

-Ha sido un honor servir a su lado, majestades. –nos dice a todos acompañado de una reverencia.

-¿Puedo? –pregunta Lucy poniéndose a la altura del noble ratón.

-Bueno, supongo que como despedida... -comienza a responder el animal pero se ve interrumpido por los brazos de la menor de los Pevensie rodeando su cuerpecito.

-Adiós, Lucy. –susurra al separarse.

-¿No te volveré a ver? –pregunta Eustace arrodillándose en la arena.

-Eres un magnifico enigma, amigo mío. –le sonríe, pero el rubio se dedica a derramar una lágrima tras otra sin cesar. –Fue un placer pelear a tu lado. Estoy seguro de que algún día, nuestros caminos volverán a cruzarse. –tras una última reverencia el ratón más valiente que pisó alguna vez Narnia se encamina hacia un bote que ha aparecido mágicamente en la orilla. Desenfunda su espada y la clava en la arena. –Allá a donde voy no la necesitaré. –asegura para, ahora sí, subir al bote y atravesar la gran ola.

-¿Volveremos a verte? –pregunta Lucy a Aslan.

-Yo siempre estoy vigilándoos. –responde.

-¿Cómo?

-En vuestro mundo tengo otro nombre, deben aprender a conocerme por él. –contesta dejándonos atónitos. –Esa es la razón por la que vinieron a Narnia, al haberme conocido en este mundo también podréis reconocerme allá. –lo miro perpleja y asombrada por la tranquilidad con la que nos lo está contando.

Las crónicas de Narnia IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora