XIX

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La voz de su padre agudizó todos los sentidos de Livia al instante, haciendo que tirara de las cadenas que apricionaban sus brazos en un intento de correr hacia él pero el agarre era fuerte y no le permitieron moverse. La oscuridad húmeda no le permitía verlo bien, tan solo un rostro anciano con una barba blanca y los ojos hundidos y cansados color verdeagua parecidos a los suyos. Era apenas la sombra de lo que su rey había sido, pero Livia vio que en él aun existía su padre.

Las lágrimas picaron en sus ojos sintiéndose pequeña y perdida, mirando asustadiza por si solo era una visión antes de volver a desmayarse. El fantasma de su padre le devolvía la mirada llena de anhelo y cariño que hace mucho no recibía de su parte y se preguntó amargamente si tal vez estaba observando su cadáver en lugar del cuerpo viviente del rey.

-Tranquila, Livvy. Soy yo.- Unas palabras no podían convencerla, no confiaba en su propio juicio. Volvió a sentir los párpados pesados cerrándose.- Quedate conmigo, Livia. No te duermas.

-¿Cómo es posible?- Su voz fue un susurro ahogado por el nudo en su garganta. Sentía nauseas y todo era brillante incluso en la negrura del calabozo ¿Sería de noche? ¿Sería de día? ¿Cuánto tiempo llevaba estando inconciente?

-Te lo diré todo, cariño. Pero me temo que si tú estás aquí conmigo...Livvy, es posible que nunca te dejen libre.

-¿Quiénes?- Se obligó a mantenerse despierta y volver a estar fuerte.- ¿Quién me trajo aquí? ¿Es este el castillo?

-Lo es. Estamos en los calabozos del palacio. No hemos tenido prisioneros aquí ni en las guerras pero aquí estamos ahora tú y yo. El rey y la heredera. Me preguntaba cuanto tiempo le tomaría a tu madre hacerlo y creí por un momento que su juicio no había sido tan envenenado como para hacerle esto a su propia hija. Me equivoqué.

-¿Mi madre?- Hubiera deseado no sonar tan dolida. Pero la voz le había fallado en cuanto el pensamiento de su madre intentando deshacerse de ella había tenido sentido. La reina haría lo que fuera por lograr su cometido, y Livia no era más que una piedra en su camino.- ¿Cuánto tiempo llevas aquí?

-¿Cuánto tiempo creías que llevaba muerto?- Seis años. Pero Livia no lo dijo ocultando su mirada de la expresión dolida de su padre.

-Tenemos que salir de aquí- decidió pero su padre negó-. No podemos permitir que se salga con la suya, no de nuevo.

-¿Y Tiberius?

-Con ella en Winchester.

-Con Lady Liana- la sonrisa de su padre fue triste.

-¿Lo sabías?

-Siempre fue una posibilidad- hizo una mueca-. La unión de ambos podría haber sido próspera en otras circunstancias menos arbitrarias. Lo habíamos discutido un par de veces pero siempre creí que acabaría siendo la decisión de ambos y no nuestra.

-¿Y cómo sabes que no es deseo de Ty?

-Porque conozco a mi hijo- sonrió-. Así como te conozco a ti, Livia. Sé que no dejarás de luchar ahora pero no hay manera de salir de los calabozos del castillo. No desde aquí adentro, no encadenados. Si gritas, las paredes de la cueva solo distorsionaran tu voz y no serás más que una brisa en el viento hacia afuera. Nada sale de aquí, ni siquiera tú.

-Padre, ya no soy la niña indefensa que creías conocer.

-Jamás lo fuiste, mi reinita.

-Saldremos de aquí.- Livia se removió.

Sintió el metal entre sus muñecas y palmó toda su extensión con la punta de sus dedos largos. Sintió la endidura con la yema de sus dedos congelados por el frío y movió sus pies para comprobar la fuerza en las cadenas de estos. Era una tarea imposible pero tenia tiempo para probar cada variante. Si salían de allí rápido quizá podían detener a su madre y si no, al menos no le daría el gusto de verla morir fácilmente encerrada allí. Por el estado descuidado pero vivo de su padre, intuyó que alguien debía venir periodicamente a alimentarlo e hidratarlo. Su cabeza comenzó a planear en tácticas para atacar a cualquiera que se acercara con la guardia baja si pensaba que ella aun estaba inconsciente. Podria hacerle perder el equilibrio enredando sus pies a las cadenas, tiraría de él con fuerza y con algo de ayuda de su padre podrían dormirlo. Quitarle las llaves no podría ser más difícil que eso. Sin embargo, aun cabia la posibilidad de que ni siquiera cargara consigo las llaves de sus cadenas, o que el guardia no pasara la celda, o que su intento por derribarlo fallara. Podía ser su única buena oportunidad pero iba a intentarlo.

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