parte única

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Caminaba sin prisas con la mirada fija en mis pies, intentando no pisar ninguna de las tantas grietas que decoraban el asfalto

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Caminaba sin prisas con la mirada fija en mis pies, intentando no pisar ninguna de las tantas grietas que decoraban el asfalto. Siento la bolsa llena de las cosas que había comprado rebotar cada vez que daba algun salto para que mi arduo trabajo de prestar atención al suelo no fallase.

Los veranos en Corea siempre son calurosos, pero de una manera bastante molesta. Era ese calor húmedo que te obliga a limpiarte tu rostro del sudor cada minuto, y yo simplemente odio el sol. Mi flequillo caía por encima de mis ojos, dificultando así el que mi piel pudiera respirar como es debido. Con un poco de suerte, el sol se escondería en cuestión de unas cortas horas por lo que podré descansar de los picantes rayos inyectándose en mi piel.

Llego a casa después de recibir las miradas extrañadas de mis vecinos por parecer un niño pequeño saliendo al exterior después de estar encerrado durante horas en su habitación. Y es que tampoco solía salir mucho, siempre preferí quedarme en casa antes que ir a dar un paseo, y sigue siendo así.

Guardo las bebidas en el frigorífico para que se enfriaran cuanto antes, la comida enlatada en una de las muchas estanterías de la cocina, las galletas de chocolate detrás de los paquetes de fideos para que nadie más que yo pudiese comerlos. Dejé todo lo que compré bien guardado para tenerlo bien organizado y para que luego Jinyoung no me dijera nada al respecto. No quería que se volviera a enfadar conmigo, mucho menos después de que se me olvidara comprar más acelgas.

Oigo como unos pasos apresurados bajan por las escaleras y supe al instante que se trataba de él. Siempre bajaba esas escaleras como si llegara tarde a los sitios, odiaba que caminase así. Jinyoung parecía estar siempre intranquilo y eso simplemente me ponía de los nervios, pero no podía quejarme, sin él no sabría donde estaría exactamente. Seguramente junto a Youngjae, pero por mucho que eso sonara tentador, jamás lo diría en voz alta.

—¿Has comprado lo que te dije? —fue lo primero que dijo tras llegar a la planta.

—No quedaban —contesto serio—. Todavía no han repuesto la mayoría de verduras y frutas, será mejor volver mañana.

Él me mira con frustración, pero no pude identificar si detectó mi mentira. Seguramente sí, pero por como se relamió sus labios suavizando su gesto supe que no me lo echaría en cara. 

Se acercó al armario que estaba cerca de la puerta principal, pilló sus llaves y las guardó en su bolsillo trasero. Iba a salir.

—¿Dónde vas un lunes por la tarde? —le pregunto dirigiéndome al sofá, intentando parecer desinteresado.

Sus pasos volvieron a retumbar en mi cabeza, en realidad si que parecía que llegaba tarde. Pese a darle la espalda, sentía su presencia ir de un lado al otro detrás mía.

—Tengo una ci- una cena —tartamudea con rabia. Aquello fue suficiente para que me girara y volver a ver como se frustraba por buscar algo.

Bajo mis ojos por un momento, viendo un teléfono móvil entre los colchones de este mismo.

susurrando a la luna, 2jaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora