Riverdance

30 3 0
                                    

El traqueteo era permanente, rítmico. No podía localizar exactamente de dónde llegaba, pero estaba ahí, en algún lugar a su alrededor. En la oscuridad, como pudo darse cuenta al abrir los ojos. Solo que en el momento mismo en que se percató de ello, supo que los había tenido abiertos todo el tiempo.

Por un instante se planteó si se habría quedado dormido con los ojos abiertos. Parpadeó deprisa en un intento de que no se le secaran, o le dolerían durante horas después. Mientras lo hacía tuvo la impresión de que la oscuridad a su alrededor cambiaba. O, mejor dicho, de que había formas danzarinas a su alrededor, sombras que parecían rodearle primero para alejarse después al ritmo del extraño traqueteo. Sacudió la cabeza para apartar la sensación de estar siendo observado de sí y miró a su alrededor solo para darse cuenta de que, en realidad, no estaba a oscuras.

Era solo que aquel lugar estaba formado por... nada. No, nada no. Estaba formado por sombras. Todo a su alrededor era oscuro. El aire, el cielo, el paisaje que se veía en la distancia. Lo único que permitía diferenciar las formas de los árboles, de las montañas o de los caminos era la intensidad diferente de su negrura. Una negrura que era intrínseca a todo, no simple falta de luz. Y eso, ya por definición, era imposible. 

Sacudió la cabeza una vez más, intentando centrarse en algo que le ayudara a pensar. Lo último que recordaba era haber llegado a su casa, desde el metro y haberse dejado caer sobre la cama sin molestarse siquiera en quitarse la ropa. Debía haberse quedado dormido. Debía haber abierto los ojos a la habitación, pero debía ser de día aún. Desde luego, no podía haberse dormido tanto como para que se hubiera hecho de noche. Y, obviamente, no debería haber árboles o montañas en su habitación. Así que, en realidad, debía estar soñando. 

El hecho de no despertarse a pesar de haberse dado cuenta de ello le sobresaltó por un instante. No le ocurría a menudo, pero siempre que se había despertado en el momento del descubrimiento. No le agradaba la idea de quedarse en mitad de un sueño que, a juzgar por la oscuridad que parecía ser parte del mismo, con toda probabilidad acabaría convirtiéndose en una pesadilla, así que centró su atención en el traqueteo que había escuchado al principio para intentar despertar. No parecía un sonido propio de un lugar como aquel, así que asumió que era exterior. Tal vez algún ruido que estuvieran haciendo los vecinos. Lo bastante fuerte como para sacarle de allí. 

Al contrario de lo que había creído, no era un sonido rítmico. Al menos, no de un ritmo regular. Le recordaba a algún tipo de tambor, solo que parecía que estuvieran golpeando piedras con metal. 

Miró en la dirección de donde llegaba el sonido e intentó distinguir algo más que sombras frente a él. Haciendo el esfuerzo, se dio cuenta de que podía vislumbrar algo en el suelo. Incluso podía percibir un olor similar a tierra mojada, barro o fango. Algunas siluetas le recordaron arbustos rodeando algún tipo de humedal. El sonido le llegaba desde allí, no había lugar alguno a la duda. Incluso fue capaz de escuchar el chapoteo de algún tipo de rana o sapo introduciéndose de un salto en el agua oscura. 

A medida que su mirada se acostumbraba a aquella falta total de luz y su mente asumía lo imposible como factible en aquella realidad onírica, pudo distinguir detalles que no se había dado cuenta de que estaban allí. Estaba en mitad de algo parecido a un pantano. Sus aguas eran poco profundas, oscuras como todo lo demás, pero con una oscuridad sinuosa que Raúl no sabía porqué, asoció a las auroras boreales que jamás había visto más que en fotografía. Alrededor del agua había arbustos y árboles altos y finos de ramas desnudas. No había viento que arrastrara los sonidos. El cielo era tan oscuro como las aguas mismas, y aún así, podía diferenciar la línea del horizonte sin esfuerzo. Sobresaliendo del agua del pantano había piedras planas, similares a las que en los cuentos y películas están oportunamente alineadas para que el protagonista cruce de un lado al otro siguiéndolas. 

Tiempos de FronteraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora