29• Aunque esté loco.

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DISCLAIMER

Estoy en la obligación de advertirles: El capítulo a continuación es largo. Viene cargado de emociones y es el previo a que empiecen a resolverse todas las dudas que se generaron hasta ahora. Este capítulo es el fin del camino a la puerta que va a terminar de llevar a los personajes a la locura o liberación de todo lo que estuvo pasando. Me disculpo de ante mano por lo extenso, la siguiente parte va a ser mucho más corta. Y recuerden siempre, que después de la tormenta, viene la calma. 

Prepárense algo para comer, y suerte.

Separo mis labios ante la tentación de tenerlo tan cerca, todo mi ser está explotando en millones de pedazos, estoy sintiendo un calor demasiado fuerte como para poder ignorarlo. Mi pulgar hace presión en una de sus comisuras, lo estoy deseando demasiado. Pero no me atrevo, porque no sé qué es lo que él quiere.

En medio de la oscuridad me observa, parece no tener nada pare decir.

Y la sensación es insoportable.

—Tienes que dormir —murmura.

¿Por qué tengo tantas ansias de besarlo?

Pongo los ojos en blanco hacia mis adentros. Claro, como si eso fuese a solucionar algo. No pienses estupideces, Paige.

Asiento lentamente, debo dormir.

—¿Qué hora es?

—Las 2 de la mañana.

Inmediatamente me siento mal.

—Oh, lo siento —pronuncio y me aparto—, te desperté.

Niega con la cabeza formándosele una pequeña sonrisa en el rostro.

—No estaba durmiendo.

—¿Otra vez no estás durmiendo casi nada?

—¿Otra vez? —replica— Nunca dejé de hacerlo.

—¡Jinyoung! —lo reto.

—Tranquila, ¿por qué mejor no descansas? Mañana tienes que trabajar, y luego el día será largo.

—Lo sé, pero... —Recuerdo el sueño que tuve, la imagen latente de ese horrible día, y encima, mis ojos ponen su atención la puerta, soltando unos cuántos insultos a la asquerosa sensación que tengo al todavía no sentirme segura con una maldita puerta con un pasillo a oscuras del otro lado.— Creo que iré a relajarme al sofá de abajo.

—¿Por qué quieres ir allí? Te dolerá la espalda en poco tiempo si sigues durmiendo ahí.

—No lo creo, los cojines son muy cómodos.

—¿Hay algo aquí que te molesta? —pregunta luego de un momento.

Suspiro, me siento una estúpida si lo digo en voz alta.

—Es algo personal —me limito a decir—, la versión corta es que no me siento segura.

—¿Incluso si cierras la puerta?

—Si está cerrada o abierta me da la misma sensación. Solo puedo dormir si lo hago sin darme cuenta, pero no soy capaz de acostarme y decidir que es hora de dormir y estar tranquila.

—Entiendo. ¿Hay algo con lo que pueda ayudarte al respecto?

—No, solo déjame ir al sofá.

—Pero allí hace mucho frío.

—Llevo conmigo una frazada.

El chico inspira por la nariz, observa por la ventana mientras piensa en algo.

Las reglas de un corazón roto. #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora