Cuando despertó, Elendnas se encontró atado en una situación que, por desgracia, no le era completamente desconocida. Le dolía la cabeza, pero recordaba perfectamente lo que había sucedido.
Estaba patrullando en el bosque cuando le habían atacado por sorpresa. Había reaccionado a tiempo, bloqueando el ataque, y descubriendo que se trataba de un vampiro de nivel alto. No había tardado en descubrir que había dos más.
Era una situación extremadamente peligrosa, aunque podía mantenerlos a raya, quizás vencerlos si tenía suerte. Pero, aquellos vampiros habían utilizado una táctica que en circunstancias normales no era excepcionalmente útil.
Habían atacado uno tras otro, desde lejos, sin arriesgarse, sin ataques excepcionalmente poderosos, de los que él podía defenderse sin mayores problemas. Pero su condición no era normal. Usar su poder provocaba que se agotara rápidamente, y ellos parecían saberlo.
Había caído al suelo, arrodillado, jadeando, momento que habían aprovechado para ir a por él. Inesperadamente, él había blandido su espada con rapidez, a la que había añadido polvo de plata, cortando el cuello a uno de sus confiados enemigos e hiriendo a otro. El primero había muerto, pero no el segundo, y mucho menos el tercero.
Furiosos, habían seguido atacando desde lejos, hasta que él había caído inconsciente. Suponía que se habrían acercado con precaución, temiendo que fuera otra trampa, pero no podía saberlo con certeza.
–Al menos maté a uno– se consoló.
Oyó pasos que se acercaban por la espalda. Noto un tacto frío en el cuello, y luego dos agudos pinchazos, además del drenaje de su sangre.
–No está mal, no se ha estropeado. Podemos continuar por donde lo dejamos– dijo una voz femenina que hubiera querido no volver a oír jamás.
Apretó los dientes, pero no dijo una palabra, mientras los pasos se alejaban de nuevo.
Sabía que volvía a estar en una situación desesperada. Por desgracia, en el pasado, cuando Goldmi lo había rescatado, la vampiresa había logrado huir.
Pensar en Goldmi lo hizo temblar, temer que viniera a rescatarlo como en el pasado. Por desgracia, en aquel entonces lo había hecho a nivel 100, y ahora estaba lejos, por lo que intentarlo era un suicidio.
–Por favor, Goldmi, no vengas– rezó para sí, temiendo que pudiera morir por él.
Lamentaba no poder volver a verla, que su felicidad hubiera durado tan poco, dejarla sola. Se sentía frustrado, furioso y desesperado, pero no podía hacer nada. Estaba atado, vigilado y desarmado.
–Ves a la aldea. Maldoa dijo que vendría tan pronto pudiera. Dile que han sido vampiros, que pida ayuda– pidió Goldmi.
–¿¡Vampiros!? ¿Es... Estás segura? ¿Qué... Qué vas a hacer?– se asustó la cazadora.
Estaba a acostumbrada a cazar, a perseguir animales, pero vampiros era algo que sólo salía en los cuentos, algo que no había en aquel bosque, algo a lo que todos temían.
–Intentaré seguir su pista. No te preocupes, Maldoa podrá encontrarme– aseguró.
Klimsal aceptó reticente. Necesitaban ayuda, así que era una buena idea volver a la aldea, intentar contactar con la drelfa, o con quien fuera. Pero temía dejar sola a Goldmi. Quiso intentar convencerla de que fuera con ella, pero sabía que era imposible.
Durante los últimos meses, habían pasado mucho tiempo juntas, llegándose a conocer bastante bien. Lo suficiente para comprender que no iba a dejar de intentar localizar a Elendnas.
–Ten cuidado– se despidió, volviendo a la aldea.
Por su parte, la arquera usó la habilidad Rastrear, intentando averiguar algo a través de la memoria de las plantas. Había varios rastros diferentes, uno de los cuales era sin duda el de Elendnas, otro el de Klimsal y otro el suyo, pues venían de más o menos la misma dirección.
Otro de los rastros pertenecía a varios individuos, que rasgaban a menudo las plantas o árboles sin ningún aparente motivo. Y luego había otro rastro en una dirección similar, pero en el que parecían haber menos individuos, además de más lentos. Algunas plantas habían notado más presión en ese rastro, como si hubiera alguien más pesado.
–¿Lo llevaban a cuestas?– se preguntó la elfa, tratando de controlar su ira.
–Parece el rastro más prometedor. Hay sangre, y no lo había en los otros. Es sangre de vampiro. Debieron pelear– estuvo de acuerdo la lince.
Siguieron el rastro durante tres días a través del bosque, adentrándose en territorio de nivel 71. Sin embargo, nada los atacó, como si temieran acercarse por donde ellas circulaban, y así era. La presencia de vampiros poderosos aún era reciente, y los animales se alejaban de ella.
–Aquí hay unas ruinas. Y hay gente dentro– anunció la azor.
Ésta volaba a veces sobre ellas, a veces por delante. Intentaba adivinar por dónde seguiría el rastro, hallar una pista. Y al parecer, había encontrado algo.
Se acercaron con cuidado, usando Camuflaje para no ser vistas. Flotó la elfa a un árbol para intentar tener otra perspectiva de la zona mediante Ojo de Halcón, complementando la que había obtenido de su hermana alada mediante Vínculo Visual.
Había al menos tres individuos recorriendo el perímetro, probablemente haciendo guardia. Lo peor era que parecían poderosos. Y sabía que había al menos otros dos al otro lado, además de que no podían ver el interior
Frunció el ceño y apretó los puños. Estaba segura de que el elfo debía de estar dentro, pero no podían atacarlos, no eran suficientemente fuertes. Aunque era muy arriesgado, decidió entrar usando los diferentes Camuflajes. Necesitaba saber que había allí adentro, y aprovechar cualquier oportunidad para salvar a Elendnas.
–Alguien se acerca– avisó de repente la lince, que había escuchado pasos.
De repente, apareció una mujer de apariencia joven, que miró directamente hacia donde Goldmi se escondía.
–¿Qué hace una elfa como tú en un lugar como éste?– dijo de pronto, mirando fijamente a Goldmi.
Mostraba una sonrisa que podría parecer amable para sus amigos, pero terrible para sus enemigos, y que dejaba ver dos colmillos más desarrollados de lo normal. Ello delataba su condición de vampiresa, una vampiresa terriblemente poderosa.
La lince dio un paso atrás, intimidada ante aquella presencia, mientras Goldmi se giraba sin dejar de empuñar el arco, y se encontraba con unos ojos rojos que la miraban fijamente.
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Regreso a Jorgaldur Tomo II: la arquera druida
FantasyCuando muere de una grave enfermedad, aún recuerda a sus amigos de un MMORPG que jugó años atrás, y a un NPC que ha permanecido en su corazón desde entonces. Pero cuando vuelve a abrir los ojos, se encuentra en la solitaria plaza que había sido el i...