XXIX

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Craig había intentado por todos los medios apoyarle y hacerlo entrar en razón, pues el chico no parecía querer soltar el cuerpo de Pip aunque ya había pasado un buen rato de estar llorando abrazado a él. Poco después, entre el padre de Damien y Craig, separaron a este del cuerpo del rubio con mucho esfuerzo y usando más fuerza de la que habrían usado en tiempos normales.

— Amigo, tienen que prepararlo...

Fue todo lo que dijo que Craig, quien ya hacía varios minutos había perdido toda la cordura que le quedaba. No era capaz de volver a mirar a Damien a los ojos, no después de ver el dolor en sus orbes oscuro y algo rojizo, no después de haberle entregado esperanza de que su novio se mejoraría pronto.

Y con prepararlo se refería al proceso en donde se llevarían su cuerpo para luego ponerlo en un cajón.

Le pondrían una ropa adecuada, maquillarían su rostro y luego lo dejarían en ese frío trozo de madera.

La mirada del pelinegro estaba apagada tras esos ojos hinchados y las ojeras marcadas, tanto así que daba una imagen bastante lamentable para cualquiera que lo viera.

— Damien, el de la funeraria pregunta si quieres vestirle tú.

— No.

Su respuesta fue clara, y a pesar de que hace un momento no quería despegarse del rubio, ahora simplemente no quería verlo. No era capaz de hacerlo. Era demasiado para él tener que ponerle la ropa que habían escogido para él.

Entre la ropa estaba el bonito abrigo de Pip, el cual Damien había llevado a la tintorería hace muchísimo tiempo, cuando había esperanza de que Pip despertara y pudiera volver a usarlo. Jamás imaginó que ahora esa prenda se convertiría en la ropa fúnebre del rubio.

Y mientras Thorn esperaba sentado con las manos sujetándose la cabeza, a su lado apareció otro chico, uno que había tardado en llegar debido al trabajo.

— D-Damien —llamó en un tartamudeo inseguro— L-lo la-...

— No lo digas —cortó rápido— No digas que lo lamentas porque no quiero oírlo.

— Está bien —dijo el rubio mordiéndose el labio, acompañado de un tic violento en su ojo izquierdo— Pip... él fue realmente feliz a tu lado.

Silencio.

— N-nunca lo vi tan feliz con alguien, supiste valorarlo y hacer que disfrutara su vida... yo... como amigo de Pip te estoy muy agradecido.

Damien bajó la mirada a sus rodillas, las cuales en algún momento habían comenzado a temblar.

— No necesito saber esta mierda, Tweek.

— Lo sé... sólo quiero que lo tengas en mente.

El pelinegro iba a resoplar, pero la voz segura de Tweek le impidió continuar.

— Él te amó como a nadie en el mundo. Por favor no lo olvides.

Y sin previo aviso, el rubio de cabello desordenado, envolvió a Damien en un abrazo.

Probablemente Tweek jamás se habría atrevido siquiera a mirar por más del tiempo necesario a Damien, pues su presencia lo ponía nervioso debido a la intensidad de su mirada y sus cejas fruncidas siempre en un gesto molesto. Pero ahora era distinto, no le importaba si el tipo lo alejaba, incluso si lo golpeaba, él sentía que Damien necesitaba más que nunca un abrazo y alguien que contuviera sus emociones.

— Has sido fuerte todo este tiempo, Damien. Déjalo partir ahora.

— Y-yo... —el pelinegro tartamudeó, sin corresponder en nada el abrazo, pero dejándose estar— realmente lo amo... lo amo como jamás amaré a nadie.

El día que lo conocíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora