VITA E MORTE

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"La vida y la muerte han estado enamoradas por más tiempo del que las palabras puedan describir..."

Hola, soy el narrador de esta historia que, aunque parezca incierta y bastante atolondrada, no será la típica de Disney con finales felices, ni tampoco será Shakespeare con su " ser o no ser " o " es amar o ser amado ". Tampoco es Romeo y Julieta, ni la clásica historia de Caperucita Roja con el lobo feroz...

Y ahora, dejándonos de tanto rodeo, empecemos.

Hace mucho tiempo o, tal vez, no tanto, un hombre y una mujer sentían un amor tan fuerte, que podríamos decir que se amaban hasta matar. Pero sus familias, ilusas y ajenas a los sentimientos de ambos amantes, estaban enfrentados por el valioso dominio de las tierras del sur.

Él veía la gran batalla en la que llevaba peleando días y noches sin parar, su espada se encontraba algo desgastada por todos los mandobles y cuchilladas que había tenido que dar para acabar con muchas vidas humanas del reino contrario.

-Alan- escuchó decir nuestro protagonista a su padre- viene otra enorme oleada y nuestras fronteras no han sido aun recompuestas.

-Está bien padre, me prepararé para ir al frente lo más rápido posible.

Alan della Morte, miró ahora a la chica que se encontraba en el otro bando de esta absurda guerra, notando como sus ojos se encontraban con los de ella, un cálido recuerdo de ella besándole le llegó a su cabeza, realmente la amaba.

Estaba harto de pelear en la lucha tan absurda en la que se encontraba, estaba harto de amarla y no tocarla, de quererla y no tenerla.

El terreno en el que se encontraban estaba en llamas, los cuerpos sin vida estaban desparramados por el suelo sin ningún aire de grandeza, no quedaban árboles ni animales cerca, no había ni un solo atisbo de lo que una vez pudo ser, la palabra esperanza.

Lea della Vita, miraba a su amado, viendo como el caminaba hacia el frente.

Alan vio las mejillas sonrojadas de Lea, sus labios fruncidos en un gesto de tristeza, la mirada de ambos estaba llena de nostalgia.

Lea podía recordar aun aquella vez que el le dijo que la amaba:

-Lea, se que mi padre me mataría si me escuchase decir esto, pero siento que te amo- lo había dicho mientras escondía la cabeza entre los senos de la joven, era ese pequeño rincón donde el se sentía protegido.

-Yo también te amo Alan y se lo gritaría a los vientos si mi padre no me escuchara- había respondido ella mientras acariciaba el pelo de el y una sonrisa se asomaba por sus labios de manera involuntaria, pero eso era lo bonito de estar con della Morte, que todo era real, nuevo e involuntario.

Y pensar que ahora ambos no podían ni unir sus labios para demostrarse el uno al otro que aun se amaban, era un ansía y un malestar que mataba a ambos por dentro, estar tan cerca, pero a la vez, tan lejos.

Alan por su parte, no podía olvidar cuando se besaron por primera vez detrás de las caballerizas:

-Alan, no te muevas mucho- rió la joven mirando al chico de cabello negro, con unos oscuros ojos ónix, que parecía desvestirla con solo mirarla, una sonrisa blanca y traviesa, la tomaba por la cintura intentando hacerla cosquillas- van a pillarnos- reía sin para, era algo inevitable en esos momentos.

-No va a pasar nada Lea, estamos escondidos, solos- él recalco esa palabra, como si fuera la más importante, estaban solos, escondidos tras la caballeriza como un par de jóvenes adolescentes apunto de enrollarse- a menos que quieras que pase.

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