— Si tuviera que darte un buen consejo — Yumemi llevo su dedo índice a su barbilla mientras pensaba muy bien la respuesta — tal vez diría que estes para esa persona siempre, en todo momento, y no, no me refiero a que le acoses, me refiero a que cuando esa persona esté pasando por un mal momento, ¡hagas que sonría! — finalizó algo efusiva.
Ririka analizó sus palabras, tenía razón, aunque difícilmente Saotome la pasaba mal, por lo general siempre estaba allí, con esa bella sonrisa orgullosa, nunca le había visto triste, ahora que lo pensaba, tampoco quería verla así, quería que todos los días fuera la persona más feliz del mundo, de solo pensarlo un enorme sonrojo se apoderó de sus mejillas.
— ¿A que se debe la pregunta, Ririka-Chan? ¿Acaso ya tienes a tu persona especial? — Sonrió de manera un tanto, retorcida, algo que provocó escalofríos en la vicepresidenta.
— Claro que no, solo preguntaba por si algún día necesitaba el consejo — la chica con la máscara se encogió de hombros y siguió su camino — Muchas gracias, Yumemi.
—¡No hay de que! ¡Por cierto, ven a mi concier!— la puerta se cerró frente a su cara de inmediato — ah.
Mientras caminaba por el pasillo, vio a lo lejos que la rubia se encontraba admirando un objeto brillante, aunque no más brillante que ella, por supuesto.Se acercó con curiosidad, era verdad que habían establecido un horario específico para andar juntas, pero romper aquel acuerdo de vez en cuando no estaba mal. Conforme se iba acercando, pudo notar que estaba triste, incluso podía jurar que algunas lágrimas estaban escurriendo por sus mejillas, Ririka se preocupó al instante. Por otro lado, al ver la presencia de la mayor, guardó aquel objeto en el bolsillo de su uniforme con cierta hostilidad, y limpio con su antebrazo las lágrimas restantes.
— Ririka, no esperaba verte aquí, y a estas horas — su voz se escuchaba algo forzada y quebrada, seguramente porque estaba llorando.
— Saotome, ¿estas bien?
— Ya, estoy perfectamente bien, y si estoy mal, no importa.
— ¿Estas segura? Me preocupo por ti.
La rubia intentó reprimir el llanto, la amabilidad que le estaba ofreciendo la albina, era muy parecida a la que tenía su antigua mejor amiga, Tzusura. Odiaba comparar a las personas, pero no podía evitar recordarla, después de todo, lucho a su lado hasta el final de sus días en la academia Hyakkao. De la nada, sintió un cuerpo ajeno invadiendo su espacio personal, Ririka la estaba abrazando. No pudo evitar aferrarse a su espalda y dejar salir lo que había llevado dentro por bastante tiempo, extrañamente, se sentía protegida, y sabía que Ririka no la juzgaría.
— No sé que es lo que te pasa, pero quiero que sepas que estaré aquí para lo que necesites, puedes llorar, desahogarte, gritarme si lo deseas, no dire nada, lo prometo — la albina acaricio su espalda con suavidad.
¿Estar con ella siempre? Anotado.