Siempre junto al lago

95 9 3
                                    

Los pasos del espadachín eran delicados y silenciosos, sintiendo la brisa de aire volverse cada vez un poco más intensa según sus pasos avanzaban hasta el lago. El camino había sido difícil, no cualquiera tenía la capacidad de alcanzar la cima de aquella montaña, la cual tal era su tamaño que podía tocar los cielos; para luego descender a un místico terreno, donde por más que bajara, continuaba en los cielos. Una tierra mágica, lo suficiente como para ser digna de esconder en sus rincones a la Espada Sagrada. 

Al tratarse de un Espíritu, el recorrido para Yasuo era menos dificultoso que el de cualquier humano vivo, prácticamente un paseo. Pero, a pesar de la maravillosa flora que se encontraba a su al rededor, él prefería apresurar el encuentro con aquella que iluminaba su corazón aún en la más difícil de las tribulaciones. Quizá fue por ello que recordaba la senda hacia aquél lago prácticamente como a sí mismo, llegando hasta este incluso antes de lo que esperaba, diose cuenta de que había cometido el error de llegar a ella con las manos vacías. Girando su cabeza y observando a los alrededores, se encontró con un árbol de cerezo; hallando en este una flor que se veía especialmente más llamativa que las demás. Era hermosa, tal cómo ella; así que desenvainando su espada utilizó el arma para bajarla del árbol en un movimiento hábil que no le tomó más que unos momentos.
Cuando tuvo la susodicha flor en su poder, volvió a guardar la espada y miró la planta y al lago por unos instantes, suspirando, tratando así también de bajar un poco la intensidad de los nervios que tanto lo consumían. Hacía mucho tiempo que no la veía, el tener que escapar de sus deberes como Espíritu del Heroísmo no era algo muy fácil de lograr, más siempre encontraba una manera de volver hasta ella.

Agachándose, se sentó al borde del estanque. Veía algunos peces nadar en este, alejándose del lugar donde él se había acomodado, incluso más en el momento que dejó la flor recién recogida sobre el agua; permitiendo que una brisa suave la moviera hacia el centro del lago. Él la miró atento, como esperando que algo sucediera, más sólo se detuvo y permaneció quieta por varios momentos. Yasuo entonces relajó los hombros, y prestó más atención al agua silenciosa.

—¿Desde cuándo eres tan tímida? —soltó luego de un rato, y sintió otra brisa colarse entre sus prendas y elevar su cabello albino.

Entonces, unos ojos salieron del agua y se asomaron sobre esta para observarlo. Verdes. Un verde tan intenso como la vida que residía allí, los cuales traían con ellos una curiosidad inmensa que no pasó desapercibida en ningún momento para el hombre, quien apenas los notó les sonrió.

—¿Viste lo que dejé para ti?

La intensa mirada del Espíritu del Lago se enfocó ahora en la flor de cerezo que flotaba a poco menos de medio metro de ella. Levantándose sobre el agua hasta el pecho, estiró un brazo y la tomó para analizarla con más cuidado. Era muy hermosa, solía ver ese tipo de planta crecer a las orillas del agua, pero esta era la primera vez que podía tocar una, pues su deber de permanecer completamente quieta en lo profundo del agua le impedía salir simplemente cuando así lo quisiese. La percibió suave, y al acercarla a su nariz, también notó que tenía un aroma de lo más dulce; distinto a cualquier otro que hubiese sentido antes.

—Gracias. —su tono, delicado como la más suave de las ventiscas, llegó a los oídos del hombre como una bendición. Sin duda alguna, con tan sólo verla encontraba una paz que no había experimentado jamás.

La vió volver a adentrarse al agua, esta vez con la flor con ella, a lo que él se apresuró a preparar el agua caliente para beber té a su compañía. Siempre junto al lago.

Nuevamente emergió, ahora más rápidamente y salpicando un poco, más a Yasuo no le molestó en lo absoluto, es más; sintió dicha al poder verla hacer tal cosa. Sus prendas, húmedas más no empapadas, se pegaban a su cuerpo a la par que una fuerte brisa de viento volvía a pasar por allí y se encargaba de elevar sus oscuros cabellos; teniéndolos elevados por un buen rato. Su misma existencia era una obra más que maravillosa, una la cual estaba ansioso por ver.

Agua Marfil || Yasuo×JannaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora