Esperando a Mario.

Parte 1 Sin Título

Mario cumplió 38 años el mes pasado y tenía una familia a la que adoraba. Su esposa, Leticia y sus hijos, Marcela y Marlon, todos los días despedían a papá cuando salía a trabajar.

Cierto día, Mario llegó a su trabajo y vio que el jefe lo esperaba muy mal encarado, le dijo que lo esperaba en su oficina urgente. Mario dejó sus cosas en su escritorio y enseguida fue a hablar con su jefe.

Al entrar a la oficina, César su jefe le dijo que cierre la puerta porque lo que tenían que hablar era confidencial. Se sentaron a charlar y Mario escuchaba atento a César, mientras seguía escuchando más se sorprendía de lo que le decía. César quería que Mario como gerente financiero haga un trámite ilegal pero que les representaría mucho dinero para ellos.

César le dijo a Mario: -Sé que necesitas darle más comodidades a tu familia porque quieres lo mejor para ellos, por eso debes tramitar lo que te digo y ambos ganaremos. Mario le contestó: -Eso va en contra de mis principios, no puedo hacerlo. El jefe se enfureció y botó de su oficina a Mario, le dijo: -Te vas a arrepentir.

Todo el día fue terrible para Mario que llegó a su casa sintiéndose mal de salud, pero no le dijo a Leticia nada de lo que le había pasado y se acostó a dormir, pero de madrugada se despertó porque tenía mucho dolor en el pecho, bajó a tomar agua y volvió a acostarse.

Al día siguiente de camino a su trabajo vio que dos autos lo seguían y pensó que querían robarle. Aceleró hasta que llegó a la oficina y se sintió a salvo. En la entrada estaba el jefe esperándolo y le dijo: - Tenemos que hablar. Ambos entraron en la oficina y Mario muy asustado le comentó que lo estuvieron siguiendo. César le contestó: -Sí, son las personas que quieren que hagas el trámite del que ayer te hablé. Pero quédate tranquilo que sólo querían conocerte.

Mario salió casi corriendo de aquel lugar y volvió a su auto, lo puso en marcha sin rumbo fijo. Viajó y viajó y viajó hasta que llegó a un lugar muy apartado, donde al parecer hace poco hubo una fogata y sólo quedaron cenizas. Se sentó allí, sus pensamientos sólo estaban enfocados en su familia, en su casa, en todo lo que amaba, de pronto comenzó a caer la lluvia, pero ni cuenta se dio.

Estaba como paralizado envuelto en sus pensamientos, no atinaba a moverse, sólo sintió muchas ganas de llorar porque sabía que no podía hacer lo que en el trabajo le pedían y eso le costaría el puesto, tampoco quería quedarse sin empleo porque toda su familia dependía de él.

De pronto vio una lucecita acercarse a él y le habló diciendo: -Tranquilo Mario, eres un gran hombre, sólo cálmate y piensa las cosas para que tomes una buena decisión. Cierra los ojos y mira a tu familia, ellos son tu motivo para seguir día a día.

Mario hizo lo que le decían, pero a la vez pensaba intrigado, quien le estaba hablando ya que su voz le parecía conocida. Quiso abrir los ojos, pero no pudo para salir de la duda.

Era una hadita que estaba alumbrando el lugar y le hablaba a Mario, ella rondaba por allí y vio que la necesitaba, le gusta ayudar a la gente y sabe lo que les debe decir. Aunque ella estaba segura que Mario solucionaría todo prefirió acompañarlo de vuelta a su casa para que no se sienta solo. Fue así como le dijo: - Mario ya es tarde, debes volver a tu casa porque tu familia te espera preocupada y tus hijos preguntan a cada rato por ti. Él le dijo: -Y tú ¿cómo sabes? ¿Quién eres? ¿De dónde me conoces?

Ella le contesto: -No me hagas tantas preguntas, no te voy a lastimar. Sólo quiero ayudarte porque necesitas encontrar una solución. Yo creo que debes renunciar a tu trabajo antes de que te vaya a pasar algo. ¿Qué dices? Le refutó Mario, no puedo quedarme sin empleo, ¿de qué vamos a vivir mi familia y yo?

En ese momento la hadita le hizo ver a Mario hacia su lado derecho y le dijo: - ¿Ves lo que hay allá? Ellos hicieron muchas maldades en la vida, lastimaron a muchas personas por dinero, sus familias ya no los recuerdan y poco a poco se han ido deteriorando. ¿Quieres que eso te suceda?

Mario aterrorizado le contesto: -Noooooo, yo no soy capaz de lastimar a nadie, tampoco quiero que mi familia sufra ni pase necesidades si me quedo sin trabajo. Por eso no te preocupes Mario, le dijo la hadita, tú verás que vendrán tiempos mejores. Esto es solo un momento triste que ya pasará.

Cuando se dio cuenta Mario ya estaba afuera de su casa y quiso entrar enseguida para abrazar a su familia. La hadita le dijo: -Mario, debes contarle todo lo que está pasando en tu trabajo a tu esposa, ella te apoyará en tu decisión. Él asintió con la cabeza y procedió a entrar a su casa, en la sala lo esperaban su esposa con sus hijos que no podían dormir por esperar la llegada de papá.

Acostaron a los niños y los esposos conversaron tranquilamente en su dormitorio, Mario le contó todo a Leticia y ella escuchaba atentamente. Le dijo la decisión que había tomado y ella lo apoyó totalmente.

Al siguiente día, Mario llegó hasta su trabajo a poner la renuncia y vio que todos lloraban muy tristes, preguntó qué pasaba y le dijeron que el jefe había desaparecido extrañamente de su oficina luego que firmó unos papeles, nadie lo vio salir, simplemente ya no estaba.

Mario sintió que todo volvería a la normalidad ya que no tendría que hacer negocios fraudulentos que le costaría lo que más ama en su vida. Agradeció desde su corazón a la hadita que lo acompañó y le dio fuerzas para seguir.