Les recomiendo escuchar la canción cuando aparezca. Me parece una canción perfecta de lo que Zack siente por Eli.
El pequeño pero encantador pueblo San Gimignano, en Toscana, Italia, estaba repleto de gente. Tuve que tomarme casi dos vasos gigantes de limonada helada para poder bajar el calor que me consumía y hacía que mi pelo, ahora un poco mas corto, se pegara a mi nuca por el sudor.
Italia era bellísima, y este pueblo, parecía sacado de un libro medieval. Las torres que se alzaban frente a mí eran impotentes, pero tenían tal fragilidad y belleza que mis ojos se pusieron húmedos.
Sin importar cuánta gente hubiera en las estrechas calles pintorescas, no podía ser más feliz en ese momento.
—Mami Eli ¿A qué hora comeremos?
Bajé mi vista de las torres hacia el niño de pelo rubio que sostenía mi mano con fuerza.
—¿Tienes hambre? Deberíamos buscar a tu hermano y a papá. ¿Quién tarda tanto en comprar un helado?
Evan arrugó su nariz mientras se quitaba el pelo de la cara, que estaba tan largo que le empezaba a molestar en los ojos.
—Espero que Paul no se coma mi helado en el camino — dijo buscando en mi bolso sus gafas oscuras — ¿Cómo me veo, mami?
Evan parecía una copia de Zack con esas gafas oscuras, claro, que su pelo era rubio a comparación con el castaño oscuro de Zack. Pero los dos tenían ese estilo que no importa qué tuvieran puesto, igualmente les quedaba muy bien.
—Te ves lindo, corazón. Vas a romper algunos corazones italianos.
Evan miró detrás de mí, y sonrió adorablemente a la pequeña niña pelirroja que estaba a unos cuántos metros de nosotros.
—Es linda, pero estoy guardando mi corazón para alguien más.
¿Cuándo había crecido tanto? Evan tenía ya ocho años, a punto de cumplir nueve, y ya era todo un casanova.
—¿Y se puede saber para quién es? — pregunté y le dí otro sorbo a mí limonada —, no me digas que es esa tal Jessie, la del piso de abajo.
Él soltó una risita nerviosa.
—Tiene ojos bonitos, y dice que mi cicatriz le parece linda.
Voy a tener que mantener mis ojos sobre esa tal Jessie.
—¡Ahí están! ¡¿Y mi helado, Paul?! —. Dijo Evan cuando vio correr a los dos hombres que estábamos esperando, hacia nosotros.
—Lo siento amiguito, se cayó en el camino — respondió Paul jadeando por la carrera —, pero te invitaré a una limonada.
Evan resopló pero no tuvo más remedio que asentir —. ¿Y dónde cayó?
—En mi estómago.
Me reí mientras dejaba mi limonada a un lado para poder besar esos labios que me encantaban.
—Es asqueroso.
—Se un hombre, Paul, papá y mamá se besan siempre —. Le respondió Evan a su hermano.
Zack rio contra mis labios, pero no me importó que les diéramos un espectáculo, había extrañado sus besos. Él se separó de mí luego de unos minutos, y miramos sonrientes a nuestros hijos adoptivos.
—¿Quién tiene hambre?
Todos levantamos la mano.
Zack nos llevó hasta un pequeño restaurante que tenía una hermosa vista de las colinas que se alzaban en el horizonte. Aunque mi italiano había mejorado con los años, gracias a las clases de Zack, todavía no era una experta. Sin embargo, fui capaz de pedir el almuerzo para todos, y me sentí orgullosa de mí misma.
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Bajo mi piel✔️
RomantizmElizabeth Hill tiene claro lo que desea en su vida: ayudar a los niños del orfanato a conseguir un hogar, desayunar con sus mejores amigos todos los miércoles y conservar la poca familia que le queda. Zack Jensen no necesita más en su vida que el bo...