Esa misma noche, Rubén fue encontrado por un aventurero que transitaba por la zona; su aspecto era de un hombre de aproximadamente cuarenta años, se le podía notar una que otra cana, pero aún así su vestimenta lo hacía ver más joven de lo que aparentaba, era conocido como Merlon.
La historia de aquel hombre, era algo trágica desde el principio, pero poco a poco se volvió dulce a su parecer. Había escapado de un pueblo lejano en donde lo tenían aprisionado, trabajando como esclavo día y noche desde los 6 años de edad, pero pudo huir de ahí en un pequeño descuido de los guardas en general, más bien, fue un poco de suerte, si se lo preguntaban. Sin embargo, al pasar los años vio que su vida no tenía nada nuevo, siempre era lo mismo, día con día, la misma rutina de una cualquier persona mayor.
Así que un día tomo sus cosas y se fue...comenzó a navegar por el inmenso mar en busca de nuevos peligros y aventuras por descubrir, anomalías. Con el paso del tiempo, se había convertido en un gran investigador de lo paranormal y la naturaleza, conoció y vivió cosas nuevas que jamás hubiera pensado descubrir, su vida iba tomando cada vez más color.
Aunque, siempre hay un pero en cada historia, no es intencional por supuesto, solo qué tenemos que ser un poco realistas, solo un poquito.
Merlon se iba haciendo viejo, los años comenzaban a notarse, por lo que en cada viaje se cansaba más, las piernas le dolían y ni hablar de las rodillas, así que en una de sus aventuras se detuvo en unas llanuras a reposar, sentándose en medio de los pastizales. Mientras tomaba agua,pudo notar como un animal; un zorro en este caso, había conseguido algo de comida, un ave totalmente muerta estaba tirada en el suelo, supuso que la causa había sido por caída.
Se dedicó a mirar como aquel zorro comía su alimento tranquilamente, pero eso no duró mucho ya que a lo lejos divisó un coyote correr hacia la escena, arrancándole la comida de la boca y gruñéndole al animal, haciendo que el zorro se fuera del lugar. El coyote, al tener ya el alimento entre sus dientes se dio a la fuga yendo hacia el bosque que estaba a pocos metros de ahí par poder comer en paz.
El aventurero al ver que no había tantos peligros en aquel pastizal decidió pasar la noche ahí. No tenía de otra, era eso o pasar la noche en aquel bosque, ¡Adelantaría su propia muerte!, siquiera tenía una espada que apenas y servía.
[...]
-Al día siguiente yo me desperté para seguir con mi destino y tuve que pasar por el bosque.-contaba merlon, teniendo a Rubén mirándolo fijamente, atento a la historia.
-¿Y luego qué pasó? ¿Te atacaron?.- Rubén pregunto curioso, dándole otra mordida a su chuleta, tapando sus pies con una cálida cobija,estando atento a lo que le contaba aquel hombre.
-No, todo lo contrario, encontré a aquel coyote...estaba muerto.- se acercó un poco al niño para susurrarle lo ultimo, pensando que se asustaría.
-¿Muerto? ¿Porque estaba muerto? ¿Como sabias que no estaba durmiendo?.-
-Recuerdo que me acerque a el, tenia una mordida en el cuello, parecía la de un lobo, solo que no estoy realmente seguro, pero se veía una mordida grande y afilada...en ese mismo instante la única palabra que se me vino a la mente fue karma...- sonrió nostálgico.
-¡Oh! Entonces por eso lo llamaste karmaland ¿verdad?.- Comentó Rubén emocionado, hasta el nombre tenía un origen, algo trágico pero real.
Merlon solamente asintio, tapando a Rubén hasta el cuello con las cobijas, susurrándole un "buenas noches" y acercándole un peluche con forma de cerdo el cual abrazo gustoso. Con los ojos aún cerrados rezo a los dioses, como cada noche...
"Quiero un héroe"
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Desde ese día, donde pudo observar el karma de la naturaleza en persona, aquel aventurero se dedicó la mayor parte de lo que le restaba de vida a crear un pueblo, un lugar para vivir sin soledad de por medio. Con el paso del tiempo el lugar se fue poblando, llegaba gente de todas partes, de lugares lejanos, y poco a poco se volvieron unidos, creando y dando vida a el ahora conocido karmaland. El nuevo hogar de Rubén.
Merlon cuando se aseguró de que Rubén dormía al fin, salió para admirar las estrellas, preguntándole a los dioses cual era el fin de la pequeña criatura y el porque lo habían traído hacia el.
Había visto al niño de puro milagro ya que las hierbas de aquel frondoso arbusto lo cubrían hasta el punto de poder esconderlo de los peligros de la noche. Cuando tomo valor se acercó a él con lentitud, cuidando de que no fuera ningún animal peligroso. Y lo descubrió...estaba dormido e indefenso, pero su cara reflejaba miedo, angustia. ¿Que hacia un niño solo, por aquí? ¿Donde estarán sus padres? Miles de preguntas rondaban por su mente en ese instante, pero decidió ayudarlo sin saber que esa acción haría posible el comienzo de una bonita historia, algo que Rubén llevaba pidiendo día y noche.
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