Armin asintió levemente antes de caminar detrás de la mujer frente suyo. Se despidió alzando su mano en forma de ademán a sus compañeros y siguió los pasos lentos de la mujer alta sin abrir su boca para liberarse de sus dudosos pensamientos.
No se había atrevido a preguntar hacia donde se dirigían.
Hange caminaba a su costado llevando las riendas de un caballo que cargaba en su lomo unas bolsas de diversos tamaños atadas cada una de ellas a los costados de su sillal, estas se veían a simple vista pesadas y llenas en su totalidad, era peculiar ver como el animal sobrellevaba ese peso sin problemas. El caballo relinchó cuando escuchó algo crujir desde los arbustos, Hange le agarró con más fuerza y lo haló hacia atrás para caminar a la par con él a su lado.
La noche mantenía el mismo clima gélido de la mañana, ambos avanzaban en silencio por un camino empedrado. El sonido de las cigarras y de los demás insectos eran los que se escuchaban desde el pastizal rociado de las gotas de agua de la llovizna anterior. La fresca brisa rozaba su nariz y tanto sus manos expuestas como su rostro se enfriaban con el simple tacto de las pequeñas gotas de agua que viajaban entre aire rebelde.
— Aquí estamos —Habló la capitana refiriéndose al pueblo apagado frente a ellos.
— Capitana Hange... Puedo preguntar, ¿Por qué estamos aquí? —. El silencio que transcurrió durante la caminata le había permitido reflexionar sobre la situación, recordando la petición de su superior una y otra vez en su mente.
— Armin, yo no fui la que decidió que vinieras. — Habló Hange cepillando con sus dedos la cabellera del caballo.
— Entonces... — Armin la miró arqueando una ceja.
Una fría gota de sudor descendió por la sien de la alfa e incómoda por la tensión permanente entre ellos suspiró antes de decir algo al joven omega que al escuchar sus palabras se quedó tan tieso como una roca.
—Erwin te llamaba.
— ¿A... Mí?
—Te lo explicaré en un momento. Así que por ahora guarda silencio.
Unos minutos después Hange llevó a Armin hasta una cabaña de dos pisos que se mezclaba entre las demás casas de diferentes tamaños e infraestructuras sencillas. Un árbol desproporcionado rodeaba las paredes de la cabaña ocultando el techo con sus hojas de una forma majestuosa, en la que su despampanante manto verdoso cubría a la llovizna de perpetrar en el interior de la misma morada. El árbol se había adherido a la vida por tantos años que sus ramas habían adquirido la estabilidad y la fuerza para sostener su peso en contra a la gravedad –debido a su asimétrica forma– y a los evidentes cortes presentes en su tronco y ramas inferiores. Este inclinaba y se apoyaba contra la pared, y desde sus gruesas ramas se escuchaban levemente el murmullo de algunos pájaros trinando desde su nido llamando al naciente amanecer.
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Lazos Rotos | Erumin | Ereri | Omegaverse
Romance¿Qué es más doloroso que perder a un ser cuya alma pudiste haber protegido de las garras de la muerte? ¿Será acaso la culpabilidad que ejerces sobre ti mismo por su fallecimiento y por la cuál te sientes un completo inútil? ¿Sentirte una nada en un...