Capitulo 13: Un Viaje Al Jardin

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Cuando el doctor me dio de alta e indicó que podía ir a casa, le pidió a mis tíos que me dejaran descansar para que pudiera recuperarme, pues a pesar de no haber sufrido daños graves, el golpe fue muy fuerte y había tenido mucha suerte de que los cristales no perforarán el cráneo. Me sacaron del hospital en silla de ruedas, pues con la anestesia no podía mantenerme de pie. Así que en el momento en el que llegue a casa, me dejaron en mi cama reposando.

El fin de semana pasa lentamente, dejando un borrón en mi mente. Es como vivir en un sueño provocado por una anestesia. La tía Ally esta sentada junto a mi-como es fin de semana, no tiene que ir a trabajar-siempre al pendiente de lo que pueda necesitar.
Después de un día en cama me siento desesperada, así que intento levantarme, sin la ayuda de mi tía, para conseguir algo para leer, pero cuando me levanto, el mundo empieza a girar y por poco me caigo. Inmediatamente mi tía se acerca a mi y me ayuda a regresar a la cama, alcanzándome después un libro que comienzo, pero después de leer la cuarta página la cabeza me empieza a palpitar dolorosamente. Empieza a desesperarme de ser incapaz de hacer nada.

El sábado Paige esta conmigo todo el día y no se separa ni un segundo, brindándome con su platica un entretenimiento. Cuando me pide que recuerde algo de lo que paso antes de desmayarme, no consigo evocar ningún recuerdo, excepto uno cuando ayer Paige le pidió a su mamá permiso para salir, pues tenía que salir a hacer algo importante, pero el resto de su conversación es vaga para mi mente. En algún momento me quedo dormida.

Esta vez no tengo ningún sueño, solo veo negro, lo cual es algo abrumador, así que mi subconsciente me lleva de regreso a ese hermoso jardín donde había hablado con Paige y con la señora misteriosa. No hay nadie esta vez, por lo cual decido sentarme y dejarme inundar por el olor de las flores, a punto de dormirme en el sueño dentro del sueño. El sonido de pasos me regresan al bello jardín.
-¡Oh, querida! ¡Me asustaste!-Exclama la misma mujer con la que hable en este jardín.
-Lo siento Mrs. No era mi intención.-Empiezo a levantarme, pues no me gusta ver a las personas desde el piso. Además mi estatura de 1.72 no me ayuda mucho.
-Llámame Larissa.-Me sonríe amablemente.
-Larissa-Repito. Su nombre se me hace familiar.
-¿Qué te sucedió en la cabeza, Kiara?-Paso por alto el hecho de que sabe mi nombre sin que yo se lo haya dicho. ¿O tal vez si?
-No es nada. Un pequeño golpe.-Digo mientras instintivamente me llevo una mano a la cabeza tocando la parte que aún sigue vendada. Una punzada de dolor sacude mi cuerpo causándome escalofríos.
-¿Quién te hizo eso?-Los músculos en su cara están tensos.
-Yo...me desmayé.
-¿Y estas bien?
-Eso creo, Mrs... Larissa.-No me doy cuenta que me le quedo viendo tanto tiempo hasta que dice:
-¿Pasa algo?
-No, es solo que...usted me parece familiar. La he visto en otro lugar.
-Nos vimos hace unos días aquí.
-Si. No. No es eso. Su cara...
-Tengo que irme, cariño. Espero que te recuperes. Este es un buen lugar para hacerlo.-Me corta, mientras da media vuelta y se aleja por el camino.
Otra vez estoy sola en el jardín. Entonces alguien me empieza a llamar, alejándome de ese lugar. Cuando abro los ojos veo a Antony, inclinado a unos pocos metros, el cual me da un beso y se va. De ahí en fuera todo lo demás se me hace difícil de recordar. Mi tía llevándome comida. Paige hablándome. Ir al tocador. Dormir...

Es domingo en la tarde y yo estoy frustrada. Reúno todas mis fuerzas y consigo levantarme sin caer. Doy unos pasos hacia mi puerta y la abro. Abajo mis tíos están hablando. Paige en su cuarto escuchando un tipo de música que no reconozco. Voy a bajar las escaleras, pero una voz a mis espaldas me detiene. Es Paige. Se acerca a mi y me toma del brazo, guiándome hasta su habitación. Cuando estamos dentro cierra la puerta con llave.
-¿Qué sucede?-Empiezo a pasar mi vista por su cuarto. Es la primera vez que entro a él. Casi siempre esta cerrado. Es parecido al mío, pero sus paredes, en vez de ser azules como las mías, son de un color blanco iridiscente, con brillos dorados. En una pared tiene unos estantes llenos de libros. Su computadora reposa en su escritorio junto a la ventana. Todo ordenado.
-Tenemos que hablar.-Me dice. Es la primera vez que la veo tan seria.

Archai: El OrigenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora