Capítulo 7: Captura a la princesa

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Me mantengo firme a un lado de Cecilio el cual ordena a los nuevos que hagan flexiones, sonrío al recordar mi entrenamiento y noto como varios flaquean, le indico a Cecilio y este pide que se los lleven. Me muevo alrededor y mis ojos caen sobre uno que no parece pasar de los quince, un escalofrío recorre mi espalda al notar las marcas en sus manos y trago grueso. Noto como uno delante de él flaquea y lo señalo, pero cuando el niño lo hace aparto la mirada en busca de otro.

Sé lo que pasa con los que flaquean, por lo general llegan aquí como moneda de cambio o simplemente los venden, pero cualquier forma de llegar aquí conlleva traumas y lo sé porque los sufro. Si flaqueas te llevan a unas cámaras donde te hacen infinidad de cosas que si logras resistir te da para venir otra vez aquí, pero si no, terminas en una fosa donde nadie recordará siquiera tu nombre.

—¡Que sus narices toquen el suelo! —exclama Adriano cuando se hace presente.

—Hazte cargo, Adriano. Debo revisar un par de cosas antes de la fiesta —pide Cecilio y bajo la mirada al chico.

Me muevo fijándome en uno que cae y lo pateo para que se lo lleven, puede parecer simple, pero solo el nervio es suficiente para hacerte flaquear y esto además puede llevar horas bajo el ardiente sol. La mala alimentación juega una mala pasada la mayoría de las veces,

—¡Tú, niño! —Mi sangre se hiela haciéndome levantar la mirada a Adriano.

Noto como señala al niño y veo a los hombres acercarse, pero miro al hombre antes de negar y pedirle en silencio que los detenga. Pero él me dedica una mala mirada, los hombres me apartan y se lo llevan en medio del llanto. Un nudo se forma en mi garganta y trato de irme tras ellos, pero la mano de Adriano rodea mi cuello devolviéndome a mi lugar.

—¡No vuelvas a mostrar tus debilidades, carajo! —exclama y niego, ya no puedo evitar que mis ojos se llenen de lágrimas.

—Es solo un niño.

—Eso no quita el hecho de que no nos sirva aquí —responde antes de soltarme y niego.

—Yo llegué aquí siendo una niña, Adriano.

—¿Y eso que? No por eso hay que tener compasión con cada niño que se te cruce en el camino, justo de este lado de la guerra no hay que tener piedad —dice antes de ordenarme volver a mi puesto.

Mi cuerpo tiembla en lo que sigo supervisando y tengo que limpiarme el rostro un par de veces antes de dar la prueba por terminada y dirigirme a mi habitación donde no tardo en caer de rodillas frente a mi cama envuelta en un mar de lágrimas. Esto es lo que me molesta, allá afuera puedo ser la maldita que no le tiembla la mano a la hora de matar, pero en cosas como estas vuelvo a tener doce años, me devuelvo a la viva y horrible imagen de mi familia siendo masacrada, del miedo al huir, de la desconfianza al no saber que me harían aquí y el terror por lo que sí hicieron.

Me levanto al percibir que alguien se acerca y soy rápida a la hora de limpiarme y recomponerme, respiro hondo y abro la puerta justo cuando Adriano se dispone a tocarla. Lo miro mal antes de salir y trato de dejarlo atrás, pero su mano en mi brazo me detiene. Me giro y este se cruza de brazos, como si la mala aquí fuese yo.

—¿Qué necesitas? —pregunto de mala manera y él suspira.

—No mucho, que estes pendiente de la seguridad. Abramio me ha pedido que vaya hacer algo y...

—Como digas —Lo corto y él vuelve a tomarme.

—Calma, fiera. Te dije eso porque es la verdad, no te puedes dejar matar por alguien al que apenas conoces —dice y niego.

—Solo había que darle más tiempo, Adriano. Porque ahora ese niño seguro está muerto...

—Y lo estaría igual y de una manera mucho peor si lo dejamos seguir así.

SICARIA [Codicia #1]✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora