El sol resplandecía y a pesar de que era una fría tarde de invierno, no había rastro de alguna nube en el cielo de la capital, por lo que el parque estaba lleno de personas gozando del ameno clima de la tarde de domingo. Entre ellos el par de mejores amigas, quienes disfrutaban de una merienda sentadas en una de las bancas más apartadas del lugar. Para así evitar que algún niño que revoloteaba junto a sus amigos detrás de un balón, pudiese patearles la pelota muy cerca para evitar algún accidente.Natalia sostenía con sus dos manos un vaso humeante de café con leche que compró en una cafetería cercana, el cual además servía para calentar sus dedos que parecían un témpano de hielo dignos de pertenecer a un iceberg en la Antártica, y Alba estaba a su lado llevándose un churro con chocolate a los labios. No necesitaban decir ninguna palabra porque bastaba con que sus brazos se rosasen con cada movimiento que hacían, y aprovechaban de robarse miradas de reojo para sentirse lo suficientemente cerca cuando la otra estaba ocupada observando el paisaje a su alrededor.
"¿Quieres un poco?" preguntó Natalia tras beber un sorbo de su bebida caliente. "Lo pedí sin lactosa." sonrió.
Alba negó mientras continuaba moviendo su mandíbula para masticar la dulce delicia que habían comprado. "No, pero déjame cogerlo un poco que mis manos están más heladas que el corazón de tu padre." Bromeó, arrancándole carcajadas a la pelirroja que la miraba con diversión tras escuchar aquel comentario que no podía ser más acertado sobre su progenitor.
Y aún riéndose, se lo pasó. Alba lo abrazó con sus falanges, sintiendo un rápido alivio en su congelada piel. Fue ese el momento que aprovechó Natalia para robarle el último churro de la bolsa de papel, haciendo que una mueca de indignación se adueñase del rostro de la rubia. Aunque no tardó en vengarse. Esperó que la pelirroja disfrutara de la fritura dulce y cuando le devolvió su café, dejó que la brisa volviese a enfriar sus manos mientras Natalia terminaba su humeante bebida.
Fue ahí entonces cuando la atacó. Una vez que la pelirroja se había distraído al coger su móvil del bolsillo de sus pantalones, Alba mordió su labio para evitar reírse antes de rápidamente colocar sus manos frías en el cuello de la chica que no la vio venir. La pobre chica más alta abrió cómicamente los ojos y soltó un chillido que provocó que unas mujeres que estaban sentadas a unas bancas de distancia vigilando a sus hijos para que no fuesen a caerse por el tobogán, se giraran a mirarlas a ellas asustadas. Aunque no tardaron en reírse al ver como la rubia atacaba a su mejor amiga.
"¡Nooooo!" se quejó la chica de los ojos oscuros mientras se retorcía completamente como si se tratase de una gimnasta profesional de camino a los juegos olímpicos, y levantaba los hombros intentando apartar las manos de Alba quien reía a carcajadas a su lado.
Le costó un par de intentos fallidos que la rubia sin duda estaba disfrutando como una cría, hasta que por fin consiguió apartarse de las juguetonas manos de Alba al ponerse de pie con la sensación todavía en su cuello. La chica de los ojos miel la miraba aún intentando aguantarse la risa, pero el hecho de que su chica se apartase tanto de ella no le gustó para nada. Así que dejándose llevar por el momento e ignorando completamente el lugar donde estaban, la cogió por la sudadera y la hizo inclinarse hasta que sus rostros quedaron tan cerca que sus respiraciones se convirtieron en una. Normalmente a Natalia no le gusta no disfrutar de su espacio personal, pero cuando se trataba de la persona que robó su corazón... no hay mucho de lo que pueda quejarse.
Aunque cuando sintió sus suaves labios sobre los suyos, sí que puede quejarse de lo corto que le pareció esa demostración pública de cariño. Pero le dedicó una pequeña sonrisa que causó una rápida taquicardia en la chica que aún estaba sentada en la banca de madera del parque.
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Remember everything will be alright || (Albalia)
FanfictionNatalia Lacunza nació y creció llamándose erróneamente Mikel, como su padre, hasta los 9 años. Cuando comenzó a darse cuenta que no era igual que el resto de los niños de su edad, y poco a poco, que tampoco se sentía como uno. Alba Reche, su mejor a...