›Solo quería soñar‹

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Hay veces que una caricia y un beso pueden hacerte la persona más dichosa del mundo y aquella no era un excepción; sentado sobre su regazo estaba Ta-ki, dejando suaves y cálidos besos en su cuello como sabía que le gustaba mientras que tímidamente tenían sus manos entrelazadas. Era algo curioso el comportamiento del mayor cuando estaba alrededor de Ni-ki, se sentía libre de acariciar cada centímetro de su piel.

Los ojos del más alto brillaban cuando se encontró con su reflejo en los ojos de su novio, solo estaba él y eso le hacía feliz. Tomó con cariño el mentón de su amado Ta-ki y le besó suave y tiernamente, de una forma que solo ellos dos podían.

—¿Sabes que te amo?— preguntó Ni-ki cuando se separaron de aquel encantador beso.

—Me gustaría creerlo.

Le sonrió amargamente y se levantó de sus piernas alejándose de él dándole la espalda, al tiempo que se alejaba alguien más se acercaba a él, Kyungmin. El coreano tomó la mano de Ta-ki y ambos se sonriendo cálidamente con una complicidad que a Ni-ki le ardía en el corazón. Empezó a correr hacia su novio, pero el pasillo blanco y luminoso de la empresa se convirtió en otro muy diferente oscuro y con unas antorchas a los laterales colgadas en la pared, era un pasillo largo que le dolía, lo había recorrido una única vez pero se había grabado a fuego en su memoria. De repente Ta-ki y Kyungmin habían desaparecido y lo único que había era vacío, un vacío frío y solitario. ¿Tenía los ojos cerrados? Intentó abrir los ojos y tan pronto como pudo estaba en unos sillones azules, el aire allí era diferente, miró a su alrededor y estaba en un avión, atrapado entre gente que no conocía.

—Tengo que salir de aquí, ¿qué está pasando?— gritó nervioso.

Miró a su alrededor y lo único que vio a parte de los asientos fue una escotilla, a su lado Daniel y Sunoo.

—Nik, ven aquí.— sugirió el mayor.

Ni-ki se acercó a ellos con confianza ciega y tomó la mano de Sunoo, pero algo abrió la puerta de emergencia y ambos chicos casi se precipitan del avión.

—Hyung, déjalo caer.— propuso Daniel. —Al menos tú te salvarás.

Sunoo miró tristemente al japonés y le soltó una sonrisa de lamento antes de soltar su mano. ¿Acaso ya no debía de confiar en nadie? ¿Ni siquiera en sus amigos?

La caída fue lenta y pacífica, pero el choque con el suelo fue doloroso y desgarrador, menos mal que Jay estaba ahí para él.

—Ni-ki.— le llamó acariciando su cabeza. —¿Estás bien?— preguntó observando los sudores fríos que emanaban de su piel. —Has tenido una pesadilla, no parabas de gritar.

La mirada del mayor era cálida y gracias a que Ni-ki dormía en la litera de abajo pudo abrazarlo y socorrerlo en su pequeño estado de shock. Ahora un abrazo era lo único que podía calmarle así que escondió la cara en su cuello quedándose así por unos minutos.

—¿Sabes que hoy es el día cierto?— empezó a hablar el mayor. —Puede que volvamos a I-Land, juntos.

—Hyung quiero creerte, quiero lograrlo pero no sé si pueda hacerlo.— le contestó mirándole tristemente.

—Eres Ni-ki, la esperanza de Ground y I-Land, si tú no subes, nadie más podrá hacerlo. Porque eres tú, eres el mejor bailarín de todo el programa y aunque seas testarudo, solo tú puedes lograr que lleguemos arriba.— tomó sus hombros para mirarle. —Ni-ki, vamos a subir, ¿okay?

El japonés asintió y se levantó de la cama para ir a ducharse, era cerca de las siete de la mañana así que tendrían que empezar a prepararse para ir a Ground y practicar arduamente la coreografía, era hora de brillar en el escenario los 11 juntos, era hora de Grounders.

El agua fría recorría su espalda y mojaba completamente su pelo negro haciendo que su flequillo le tapara los ojos más que de costumbre. Cuando empezó a jabonarse sintió su rodilla arder haciendo que se arrodillara por el dolor, ¿justo ahora tenía que empezarle a doler? No dejaría que nadie averiguara sobre sus dolencias, o al menos aún no.

Se enjuagó y salió del baño con aquella horrible ropa negra que tanto odiaba y mirándose a un espejo que había en el salón empezó a arreglarse el cabello, probó varias formas de ponerse el flequillo y se dejó la frente descubierta, pero no sabía que alguien le estaba observando desde atrás hasta que unos brazos fuertes le abrazaron por la espalda y con una cabeza sobre su hombro apreció unos ojos negros que le miraban con curiosidad.

—Que linda frente.— susurró a su oído atrapando a Ni-ki entre sus brazos.

—¡Jay hyung!— se cubrió con el flequillo tan rápido como pudo y se sonrojó.

El estadounidense soltó una carcajada y le miró con ojos suaves y cariñosos.

—No seas tan tímido, pequeño.— pidió mirándole a los ojos en el espejo. —Hoy tienes que dar lo mejor de ti.

Ni-ki sonrió al espejo, el reflejo de su amigo le miraba de una forma tan bonita que no pudo resistirse a abrazar sus brazos y dejarse envolver por el cuerpo ajeno, sintiendo el calor, la cercanía y el cariño; aquellas cosas que había dejado de lado tiempo atrás. ¿Podría volver a sentirse querido? ¿Jay sería el nuevo escalón hacia el cielo?

Cerró los ojos y sintió un beso en la sien, nunca estaba de más probar.

Tan solo quería tomar los brazos de alguien más y sentir que volaba pero el recuerdo de Ta-ki solo le persigue y le atormenta.

La promesa fue el cielo [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora