Único.

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Mark Lee ha tenido una buena vida siempre.

Desde niño fue llenado de amor por parte de sus padres, un par de extranjeros en el país de Canadá, donde tuvieron y criaron a Mark con una vida de clase media-alta.

Su educación fue de calidad, con buenas notas que eran presumidas en el refrigerador de su cocina, pegadas con un imán junto a sus diplomas de excelencia. Sus amigos eran tranquilos y bien portados, pasaba los domingos en la iglesia de la ciudad y asaban barbacoa en el jardín de su casa una vez al mes.

A sus diez años, se sentaba en el sillón de su sala y veía televisión hasta quedar dormido, despertando al día siguiente en su cama sin saber cómo había llegado ahí y preguntándose si había magia en su interior.

A los trece, tuvo su primer beso y en consecuencia, a su primera novia. Nunca estuvo seguro de si le gustaba lo suficiente o si estaba realmente enamorado de ella como todos decían que debía ser, a la fecha ni siquiera recuerda su nombre.

Jugaba con sus amigos bajo las tormentas de nieve y hacía muñecos con una bonita decoración. Sacaba a lucir su trineo de nieve y se resbalaba por grandes colinas bien sujetado a la cintura de su mejor amigo de aquel entonces.

Cuando tenía dieciséis años rezaba antes de cenar, aunque no sabía si era por convicción propia o porque todos en su familia agachaban las cabeza en la mesa sin refutar.

Seguía asistiendo junto a su familia a la iglesia vestido con una elegante camisa sin falta y cantaba junto al coro, siendo aquella la única actividad que le emocionaba de los domingos.

A los dieciocho años entró a la universidad, incluso si no era la carrera musical que tanto quería, le explicaron y entendió que era mejor enfocarse en algo bien pagado que significara tener futura estabilidad económica, así entonces, el dinero podía dar paso a sus sueños.

Después de graduarse como abogado, le dieron la oportunidad de irse a Seúl, y a sus veintidós años, se hizo independiente en un país completamente diferente al que había crecido, llevando la misma vida de excelencia y un comportamiento esperado.

Pero nada de lo anterior era lo que realmente quería.

Su vida, aunque llena por fuera, siempre había tenido una sensación de vacío por dentro, algo que no lo dejaba disfrutar por completo de su papel en la sociedad. Se decía a sí mismo, hasta el punto de convencerse por periodos de tiempo, que ese sentimiento estaba ahí porque no tenía las metas suficientes y no se exigía más.

Trazó objetivos a corto, mediano y largo plazo, donde se veía a sí mismo casado con una bella mujer, un par de hijos y hasta un perro, con una casa enorme y jornadas de trabajo que no consumieran su energía y aún así fueran lo suficientes como mantener su plan de vida. Pero nada de aquello lo llenaba de la euforia que veía en los ojos de sus amigos al hablar de su futuro, bastante similar a lo que fantaseaba.

Y entonces, en una noche de bar y bebidas con colegas de trabajo, vio lo que realmente quería en su vida.

Había decidido salir a despejar su mente del caso que tenía que presentar ante el jurado en el transcurso de la siguiente semana. Avisó a Minhee, su adorable novia, que no iba a llegar temprano a casa y ella se alegró de que por fin había aceptado una salida con sus amigos.

No la estaba pasando tan mal. El lugar era más tranquilo de lo que esperaba y bastante lujoso, con decoración moderna y de apariencia costosa. La música, aunque un poco estruendosa, era buena. Las bebidas portaban el sello de buena calidad y la charla se mantenía amena y diversa. Prestaba atención a la conversación pero no participaba pues todos hablaban de lo increíble que era el sexo con sus respectivas novias, y no era que él no lo disfrutara, pero la verdad era que no le emocionaba tanto como a los otros compartir su vida sexual.

Good Life || MarkMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora